Los nombres de Alexanda Kotey y El Shafee Elsheikh puede que no sean conocidos, pero son mundialmente famosos.

Militantes de Estado Islámico, Kotey y Elsheikh están acusados de pertenecer a la célula islamista que grabó los infames videos en los que decapitaban al periodista estadounidense James Foley o el cooperante británico David Haines.

Considerados los dos últimos integrantes de ese grupo de radicales, conocido como "Los Beatles", están en poder de fuerzas kurdas, aliadas de Estados Unidos en el norte de Siria.

Quieren que se les entregue a las autoridades británicas y reclaman un juicio justo.

"Mi experiencia es que los jueces británicos son muy justos", dijo recientemente Kotey a la cadena estadounidense CNN.

Según medios locales, ambos fueron despojados de su nacionalidad británica, un extremo que no ha sido oficialmente confirmado.

En cualquier caso, a su condición de británicos es algo a lo que se aferran en su búsqueda de un proceso judicial con garantías.

Su caso, pone de manifiesto el problema de cómo tratar a quienes fueron capturados después de servir al que los países occidentales consideran como peligroso grupo yihadista.

El programa The Inquiry, de la BBC, investigó la respuesta a este desafío en diferentes lugares del mundo.

En Irak

En noviembre de 2016, las fuerzas del ejército iraquí entran en Mosul, el bastión que recién habían arrebatado a Estado Islámico.

"No hay agua, ni comida. Nos tenemos que marchar", comenta una de las mujeres que abandonan la ciudad

Son miles quienes lo hacen. Tienen que dar su nombre a la salida en puestos controlados por oficiales de inteligencias equipados con computadoras portátiles. Algunos son separados y retenidos como combatientes de Estado Islámico.

Belkis Wille, investigadora para Qatar e Irak de la ONG defensora de los derechos humanos Human Rights Watch, pasó meses investigando la suerte corrida por los sospechosos de haber combatido junto a Estado Islámico.

Compartió con muchas familias desplazadas en tiendas en las que contaban los horrores de la vida bajo Estado Islámico.

"La demanda popular es la de ver muertos a quienes les han hecho vivir bajo un infierno"

Descubrió que muchos de los detenidos en los controles de las carreteras habían sido hacinados en cárceles improvisadas en casas abandonadas en pequeñas ciudades.

Una vez, el director de una de ellas, la invitó a visitarla.

"Vi algo que nunca olvidaré. Era una habitación de unos 4 x 6 metros. No puedo describir ni el olor ni la temperatura que salían de esa habitación. Me dijo que había casi 314 hombres y niños apelotonados en tan poco espacio que ninguno podía ni tumbarse. Habían pasado allí los últimos 4 meses", cuenta.

"Hasta el punto de que cuatro personas habían muerto en su cautiverio allí por culpa del calor y el hedor".

Todos los presos eran iraquíes. Algunos habían sido detenidos por las fuerzas de seguridad después de que sus nombres aparecieran en los documentos de Estado Islámico.

Otros fueron acusados por sus vecinos.

"En realidad, se deja a la comunidad local que plantee una lista de nombres. Las fuerzas de seguridad tratarán ese nombre como un hecho. Si tu nombre está en esa lista, serás detenido e interrogado. Y probablemente, usarán la tortura para arrancarte una confesión".

Muchas confesiones habían sido obtenidas bajo tortura. "Los jueces básicamente hacían preguntas que les permitieran validar la confesión".

"En más de un 95% de los casos, las condenas estaban basadas solo en la confesión".

Wille dice que si bien hay abogados durante el juicio, es poco más que "una formalidad". No se ven con los acusados antes, ni dicen nada durante el juicio.

El desenlace es siempre el mismo, una condena a perpetuidad o la pena de muerte.

La especialista asegura que la mayoría de los condenados se muestran resignados cuando conocen la sentencia.

Y cree que probablemente entre los condenados hay gente que se unió al grupo a la fuerza o que no ha sido responsable de crímenes violentos.

"Todos son condenados bajo el mismo criterio de la ley contraterrorista".

Como son decenas de miles de sospechosos, los procesos judiciales podrían prolongarse durante décadas.

"Investigar adecuadamente haría las cosas más difíciles, pero ese es el trabajo de los jueces".

Bajo las leyes iraquíes, la responsabilidad penal comienza a los 9 años. Wille cuenta que vio niños de 13 años en los juicios.

Y se persigue no solo a los iraquíes. El Tribunal Central de Bagdad condenó a trece mujeres turcas a la pena de muerte.

En Rusia y Asia Central

Anna Matveeva, investigadora del King´s College de Londres, entrevistó a personas cuyos familiares marcharon a combatir en las filas de Estado Islámico y a policías especializados en su persecución.

Ha pasado mucho tiempo en Asia Central investigando lo que ocurre allí con el extremismo.

"En la mayor parte de Asia Central se les priva de la ciudadanía".

En Tayikistán, oficiales de inteligencia presionan a las familias.

Muchos de los que huyeron de Irak y Siria, marcharon a Ucrania y Afganistán a continuar la lucha.

Otro de los países golpeados por los ataques yihadistas es Rusia.

También allí se han registrado casos de jóvenes que intentan viajar a Siria e Irak para unirse a EI. Uno de ellos fue el de la joven Varvara Karaulova, interceptada cuando intentaba cruzar la frontera entre Turquía y Siria.

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, estimó que entre 5.000 y 7.000 ciudadanos de Rusia y otras exrepúblicas soviéticas, se han enrolado en las filas yihadistas.

Matveeva explica que a los "terroristas" que cumplen condena en cárceles rusas se les utiliza para disuadir a otros yihadistas y algunos se prestan a grabar mensajes que se emiten en campañas de concienciación contra la radicalización violenta.

En Arabia Saudita

El doctor Abdulá Al Saud, del Centro para el Estudio de la Radicalización y la Violencia Política del King´s College de Londres, estudia desde Riad lo que hacen en Arabia Saudita con los yihadistas retornados.

"Las estimaciones oficiales hablan de que 600 ó 700 han vuelto".

Explica que si se demuestra que tuvieron un puesto clave en la organización, podrían ser condenados a prisión perpetua o a muerte.

Para los que no actuaron como cabecillas, las autoridades sauditas han puesto además en marcha un programa en el que intentan cambiar la manera de pensar de los yihadistas, una especie de plan de rehabilitación.

"Hay expertos psicólogos y académicos religiosos, y mantienen encuentros privados con algunos de estos individuos. Uno de los logros más recientes fue que reunieron todos las concepciones religiosas radicales y erróneas en las que se apoyan estos grupos terroristas y las refutaron una a una en un manual de cien capítulos".

Los presos que se acercan al final de su condena y convencen a las autoridades de que sienten un cierto remordimiento pasan a la siguiente fase del tratamiento.

"Van a unas casas con dormitorios, y un hermoso jardín central. También hay unas tiendas, donde pueden jugar a juegos de mesa o conversar, e incluso una piscina y un gimnasio completamente equipado, es como una especie de retiro".

Una vez en este retiro, ya no son más prisioneros, sino beneficiarios de un programa de rehabilitación.

Entonces comienza otra fase.

"Tienen además una terapia artística y estudios en los que pueden pintar. Cuando visité el centro, los responsables me contaron que al principio los internos pintaban escenas muy crueles, y después de un par de meses, empezaban a pintar cosas menos crueles, como flores".

La terapia se basa en que los dibujos ayudan a los individuos del programa a expresar mejor sus sentimientos.

El programa saudita incluye también lecciones y actividades centradas en las nuevas tecnologías.

"Se intenta fomentar una actitud positiva y la interacción de unos con otros para facilitar la reinserción cuando dejan el centro".

En la fase final, los reclusos pueden recibir las visitas de sus seres queridos, a los que se anima a que les hablen de las cosas positivas de la vida en libertad.

Superada esta última fase, pueden volver a la vida en sociedad. Para aquellos que tienen problemas económicos, hay ayudas.

"El proceso de desrradicalización es muy complejo, pero si tienes una familia, un empleo, y no tienes problemas de dinero es más difícil que caigas bajo la influencia de las ideas radicales".

Las autoridades sauditas aseguran que su ambicioso programa, en funcionamiento desde hace más de diez años, ha tenido magníficos resultados.

De los 3.000 individuos que lo han pasado, un 20% volvieron a la violencia.

En Europa

Cómo hacer frente al fenómeno de los yihadistas retornados, sigue siendo un problema para los gobiernos europeos.

Se estima que 7.000 personas de Europa marcharon para unirse a las filas de Estado Islámico y unas 2.000 de ellas han vuelto a Europa.

Existe una gran preocupación porque participen, como ha ocurrido otras veces, en planes para atentar en territorio europeo.

Magnus Renstorp, de la Universidad de Defensa de Suecia, recuerda un estudio de las autoridades alemanas en el que el 75% de los combatientes retornados no mostraron ninguna voluntad de cooperar.

"Son gente con la que es muy difícil conversar", según Renstorp.

Hay cientos de luchadores todavía leales a la causa de Estado Islámico en territorio europeo.

"A menos que se encuentren evidencias en su contra, la policía solo los interroga".

En Suecia, viajar para unirse a una organización catalogada como terrorista no fue algo ilegal hasta hace muy poco.

"Ahora ha cambiado la ley, pero es demasiado tarde", considera el especialista.

Muchos yihadistas volvieron y desaparecieron del radar de los servicios policiales.

En Francia, que concentra el mayor número de estos guerrilleros retornados, afronta el problema de otra manera.

Renstorp explica que "si hay información de inteligencia que afirma que te uniste a Estado Islámico, entonces pueden retenerte por mucho tiempo".

Tras este cambio legal, los procesos pueden demorarse años.

No está claro que esta modificación haya servido para mitigar el problema.

En Reino Unido, las autoridades han aprobado un programa basado en las artes marciales.

"Se intenta desmontar su espíritu luchador para luego reconstruirlo de una manera más pacífica. Hay iniciativas muy interesantes", opina Renstorp.

Pero la solución no es fácil. Y hay aspectos que lo complican aún más.

Alrededor de un 25% de los combatientes retornados eran mujeres. Muchas de ellas volvieron con sus hijos.

"Hablamos de cientos o miles de niños que han sido traumatizados y que pueden convertirse en individuos peligrosos".

Renstorp conoció al hijo de un combatiente que había muerto en las filas de Estado Islámico.

"Algunos de ellos pueden sentir una mágica atracción para seguir las huellas de sus padres".

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