El político estilo con que Arenas busca impulsar la reforma tributaria

El político estilo con que Arenas busca impulsar la reforma tributaria
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El nuevo ministro de Hacienda es más político que sus antecesores y así lo ha reflejado en la forma en que tomó posesión de su cartera. Al tiempo que anuncia el envío del proyecto ley de reforma tributaria, seduce al sector privado con la idea de acabar con cuatro cuellos de botella: energía, productividad, innovación y competitividad.

 

Por Sandra Radic

Alberto Arenas, el nuevo ministro de Hacienda, está consciente de que no tiene tiempo. Dice que trabaja “24x7” en el proyecto de ley de Reforma Tributaria que se anuncia el 31 de marzo y desde el primer día en que asumió dio señales de su estilo reservado. 

Tras escucharlo en la presentación que hizo en la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), lo que se pudo percibir entre los empresarios fue desconcierto. Tenían al frente una autoridad de Gobierno amable, pero que claramente les decía que el diálogo en torno a la Reforma Tributaria se iba a dar en el Congreso, no antes del 31 de marzo.

A diferencia de otros proyectos de cambios impositivos, esta vez no ha habido intercambio de borradores de trabajo con los técnicos de los gremios o con profesionales especializados. Ni siquiera aquellos que fueron compañeros de trabajo de quienes hoy forman parte del equipo de Hacienda, tienen alguna noción de por dónde va la mano. Todos se remiten al programa de Gobierno y a lo anunciado durante el segundo semestre de 2013. No se le ha preguntado el parecer a los expertos tributarios de la Universidad de Chile, ni a los de las empresas auditoras, ni a los de las oficinas de abogados. Este es un proyecto que lo trabajan internamente Hacienda y el Servicio de Impuestos Internos.

Un equipo afiatado

Arenas se inició en el ministerio de Hacienda en 1990 durante el ministerio de Alejandro Foxley y de ahí escaló posiciones hasta ser nombrado Director de Presupuestos (Dipres) en el anterior gobierno de Bachelet. A diferencia de otros equipos de gobierno, el suyo viene trabajando con él desde hace años, ya sea cuando cumplía funciones en la Dirección de Presupuestos o en el período de elaboración del programa de Gobierno.

Si algo se puede decir del equipo que rodea a Arenas es que está más balanceado el componente político con el técnico que el de sus antecesores. No es gratuito que esté allí Enrique Paris, ex jefe de gabinete de Ricardo Lagos, bajo un cargo que formalmente se llama “Coordinador General de Modernización del Estado”; y Julio Valladares, un viejo conocido de los tiempos del ministerio del Trabajo, donde fue su subsecretario en el gobierno de Frei, y posteriormente participó en la Dipres de Arenas donde le tocó negociar los reajustes salariales del sector público. En esa época se ganó el apodo de “El Malito” señala una crónica de El Mercurio de 2008. Ahora su antiguo jefe lo vuelve a poner como asesor y con una agenda bastante más recargada.

El sorpresivo regreso

El 11 de marzo pasado, Alberto Arenas no se quedó a celebrar junto a Michelle Bachelet y su equipo en Cerro Castillo, sino que volvió apenas pudo a Santiago. Esa misma tarde le pidió la renuncia a Alejandro Burr a la dirección del Servicio de Impuestos Internos (SII) y un día después nombró a Michael Jorratt en su reemplazo. Este cargo es clave para hacer operativa la Reforma Tributaria y el nuevo director comenzó por su lado a apretar las clavijas rápidamente en esa repartición.

Informó además que habría reuniones semanales con los parlamentarios con la idea de aunar criterios. Tanto a Hacienda como a los legisladores de la Nueva Mayoría les conviene esta alianza, porque Arenas necesita asegurar que cuenta con la mayoría de votos en la Cámara de Diputados y en el Senado no sólo en lo simbólico sino que en cada votación. Eso lo logrará si mantiene canales de diálogo fluidos para advertir posibles deserciones o, mirado de forma positiva, para lograr una tramitación inclusiva. Aunque la posibilidad de cambiar los proyectos enviados por Hacienda parece baja, la idea es que los parlamentarios se sientan empoderados.

Cuando Arenas ocupó la Dirección de Presupuestos, conoció y sopesó al Congreso. Según cuenta un cercano en ese período fue “el lazarillo” de Andrés Velasco en el Parlamento. El Bono Marzo fue la primera prueba y la aprobó en 24 horas en la Cámara de Diputados y en menos de 12 horas en el Senado. En ambas ocasiones participó con su equipo completo, aunque sabía que la iniciativa no corría ningún peligro de verse abortada. Fue votada por unanimidad en ambas instancias, pese a tratarse de un bono permanente con un costo para el Estado de US$ 300 millones anuales, equivalente a lo que el país invierte en capacitación vía Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (Sence) en todo un año.

Otra característica del estilo de Arenas, ha sido la manera en que ha alineado a los funcionarios internamente. Si bien trabaja sólo con personas de confianza plena en los puestos de primera línea, no echó al olvido a los funcionarios esa tarde en que regresó de Cerro Castillo y, menos aún, a los jefes de servicios con quienes se reunió 3 días después para fijar objetivos y plazos.

Señales públicas

Esas son las sorpresas en lo interno, pero en lo que respecta a su imagen pública también ha sido cuidadoso. Recibió el mismo día a los trabajadores, representados por la Central Unitaria de Trabajadores, y a los empresarios de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) . Al tiempo que fue a hablar primero ante los estudiantes (18 de marzo) y dos días después, a las ramas de la industria de la Sofofa.

En la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, Arenas centró su discurso en la necesidad de reducir la desigualdad en Chile. Políticamente era acertado elegir ese público como señal de que los jóvenes son tomados en serio, pero también debe haber pesado su propia historia de alumno y profesor de esa escuela. En 2006 fue premiado como al egresado más destacado en el área administración y quien le dio su reconocimiento fue nada menos que el entonces vicedecano de la Facultad, Franco Parisi, y ex candidato presidencial.

Curiosamente, el mismo auditorio había recibido una semana antes a importantes economistas del Fondo Monetario Internacional, Nouriel Roubini y David Lipton, quienes habían señalado a los alumnos que crecimiento es un eje, pero no el único. También hay que meter en la fórmula educación, sustentabilidad, distribución del ingreso y finanzas públicas sólidas. Es decir, el discurso de Arenas está alineado con los organismos internacionales, los mismos que en la década de los ochenta presionaban por crecimiento económico a como diera lugar para pagar la deuda externa.

Ese mismo discurso fue el que llevó Arenas a la Sofofa, donde pidió ampliar la mirada y soportar un cambio de impuestos que implicará recaudar en régimen US$ 8.100 millones, el doble de la reforma que hizo Bachelet en su primer gobierno, y que tiene por objeto financiar la reforma a la educación.

Sin embargo, al mismo tiempo que les pegó en el tema de impuestos, les prometió solucionar cuatro cuellos de botella: energía, productividad, infraestructura e innovación. “Yo sé que ustedes se levantan todos los días pensando en el precio de la energía”, les dijo en la Sofofa tratando de empatizar con ellos, al Gobierno también le preocupa, les aseguró.

De ahí que el anuncio de una agenda de productividad, competitividad e innovación, además de una de energía, que se debería dar a conocer en abril, forma parte del andamiaje con el cual Hacienda pretende levantar los ánimos de los empresarios y reactivar la economía.

Mañana viernes nuevamente hará una aparición pública ante los empresarios en el encuentro de Icare. Una vez más el sector privado y los medios de prensa acudirán con la esperanza “de saber algo que sea” del secreto mejor guardado del gobierno de Bachelet. Es probable que Arenas aguante la presión porque ese debate lo quiere dar en el Congreso y no en otra parte.

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