Luego del bombardeo de 50 posiciones del ISIS (o Estado Islámico) en Siria, EE.UU. -y sus aliados- abrieron un nuevo frente para debilitar a los islamistas. Hasta ahora la administración Obama había atacado frentes del ISIS sólo en Irak. Esta es la primera vez que combate en territorio de Assad, un enemigo de Washington. Pero inmediatamente surgieron las dudas de si estos bombardeos serán realmente efectivos para derrotar a ISIS. La respuesta parece negativa por dos razones, según Vox.
EE.UU no tiene aliados en Siria
ISIS controla una gran cantidad de fortalezas en ciudades y pueblos. El poder aéreo por sí solo no puede desalojar al grupo de territorio que controla con firmeza. Así que la estrategia de Obama depende de aliados locales para hacer retroceder a los islamistas. EE.UU. no puede confiar en el dictador Bashar al-Assad, ni tampoco de la rama siria de al-Qaeda. Sólo le restan como opción los rebeldes moderados. El problema es que estos grupos no han demostrado real capacidad para derrotar a ISIS en el campo de batalla. EE.UU, tampoco tiene la capacidad de entrenarlos. La fragmentación de los grupos rebeldes es muy grande, como para buscar esa solución.
EE.UU. no puede resolver problema entre sunitas y chiitas
ISIS no está sólo en Siria, ellos controlan el norte este de Irak. De hecho, acaban de tomar una base a 50 kilómetros de Bagdad. ISIS, es una organización islamista sunita que aprovecha el descontento de esa población con el goberino central iraquí, controlado por los chiitas. Esto se hizo especialmente evidente desde que Bagdad reprimió brutalmente reprimió un movimiento de protesta suní en 2013.
Sunitas odian al gobierno iraquí más de lo que desconfían de ISIS. Apoyo popular suní significa que ISIS será capaz de esconderse entre la población, lo que hará muy difícil para el gobierno iraquí encontrarlo y erradicarlo. Y si ISIS es fuerte en Irak, será difícil erradicarlo de Siria. Y viceversa.
