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"Lo peor no fue el ciclón, sino lo que vino después": la incomunicación en Puerto Rico

"Lo peor no fue el ciclón, sino lo que vino después": la incomunicación en Puerto Rico
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Cuando parecía que lo peor ya había pasado, algunos barrios de Puerto Rico amanecieron inundados. El país está sin electricidad y casi incomunicado. Dos días después del huracán, muchos todavía no tienen noticias de sus familias o sus amigos.

Jessica Monje trae a su hija a cuestas, justo donde empiezan a crecer las aguas.

Se come las uñas de una mano y, con la otra, sostiene a la niña que llora contra su hombro.

Le pregunto qué le pasa.

"Mi mamá, mi mamá que está ahí", dice, y señala calle adentro, donde, poco a poco, la inundación crece como quien camina desde la parte baja hasta la onda de una piscina, de una laguna estrecha de aguas turbias.

"Ahora mi marido fue a tratar de sacarla, pero no sabemos de ella desde ayer. No sabemos cómo está".

La voz se le corta y ella también comienza a llorar.

Estamos en la comunidad de Medianía Alta, en el municipio de Loíza, uno de los más pobres y olvidados de Puerto Rico.

Aquí, cuando parecía que lo peor ya había pasado, la situación se agravó.

Los viento del huracán María dejaron sin techo y, a algunas, sin paredes, a casi todas las casas que no eran de cemento.

Pero la madrugada después, cuando incluso ya los vientos y las lluvias habían amainado, las aguas comenzaron a crecer hasta a más de un metro de altura, de una forma inexplicable.

Muchos se despertaron, literalmente, mojados.

Toda la comunidad quedó inundada.

Inimaginable

Medianía Alta tiene tres límites imprecisos: el mar y dos ríos, la suficiente cantidad de agua para hacerla naufragar ocasionalmente.

Pero no fueron estos, ni María, los responsables directos de lo que pasó aquí.

Unos dicen que fue un desperfecto técnico, otros que un error humano, pero lo cierto es que cuando abrieron las compuertas de la represa Carraizo, las que controlaban las crecidas del río del Espíritu Santo, algo falló y Medianía Alta quedó "flotando".

"Yo estaba tranquila, porque vi a mi mamá después del huracán y estaba bien. Ella se quedó allí porque su casa es segura, es de cemento. Y yo estoy con mi esposo y mi niña en el refugio. ¿Quién se iba a imaginar que esto iba a pasar después? Es que lo peor no fue el huracán, sino lo que vino después", dice Jessica.

Inundación inédita

Vamos en un convoy militar, con dos vehículos anfibios, dos camiones sin cubierta trasera y un cortejo de vehículos oficiales que, en la zona de las inundaciones, ya no pueden continuar.

Las sendas del camino hacia Loíza muestran señales inequívocas del paso del huracán María. Destrozos que, por su magnitud, no se equiparan a lo que habíamos visto hasta ahora en San Juan.

Los árboles caídos, los postes de electricidad derribados, la gente sentada en los portales de sus casas sin techos dan paso a un camino de agua en el que incluso a los camiones militares les cuesta abrirse paso.

Algunos vecinos pasan en botes que, para quienes los tienen, son ahora el medio de transportación más efectivo y seguro.

Los carros frente a las casas y los estacionamientos han quedado como barcos a medio hundir.

Luis Lauriano, un residente, dice que las aguas alcanzaron el metro y medio de altura, aunque ya habían bajado un poco la tarde de este jueves. Lo demostraban las marcas del agua en las paredes.

"No es la primera vez que aquí se inunda, pero yo creo que es la primera vez que se inunda así", asegura.

Resignación

Muchos se han ido, a otros los han rescatado, pero otros tantos han decidido quedarse aquí.

Una mujer con su perro recorre lo que quedó de su casa en Puerto Rico.
Una mujer con su perro recorre lo que quedó de su casa en Puerto Rico.

Algunos nos miran impávidos, con la mirada ausente de la resignación.

Otros saludan desde las segundas plantas de sus casas, donde se han refugiado a medida que la inundación crecía.

Viven en auténticas islas de concreto, con el agua a la puerta, como náufragos, en espera de que bajen las aguas.

"Yo aquí tengo todo lo que necesito. No tengo por qué irme", dice a voz en cuello Pedro Matos, quien bebe con su familia, un grupo de jóvenes y una señora algo mayor en el portal.

Repite que no se va albergar, porque no le hace falta nada y que tiene su negocio abajo. Bajo las aguas.

"Hay entre 400 y 450 personas que hemos evacuado hoy. Pero esta comunidad tiene 1.500 habitantes y la mayoría decidió quedarse aquí", explica a BBC Mundo Carlos Fajardo, ayudante del presidente de la Cámara de Representantes de Puerto Rico.

Animales a su suerte

Perro rodeado de inundaciones en Puerto Rico
Perro rodeado de inundaciones en Puerto Rico

Muchos animales de Medianía Alta también tratan de pasar como pueden las inundaciones. Hay un grupo de cerdos quietos, como asustados, entre unas maderas y cercas que flotan. Una vaca está acostada sobre un túmulo de tierra que sobresale, las gallinas se posaron sobre las cercas y algunas iguanas se subieron a partes altas de los troncos de unas palmas.

Hay también perros en la parte alta de algunas casas. Sus habitantes se marcharon y ellos fueron dejados allí, a merced de la suerte y de las aguas.

Unas mujeres y unos niños que inicialmente habían decidido quedarse piden ayuda al paso de la caravana militar.

Los rescatistas se bajan y los ayudan a salir de allí. Son evacuados de última hora.

Ellos son, al final de cuenta, afortunados. De buena parte de los municipios de Puerto Rico todavía nada se sabe.

Oscuridad

Tras el paso del huracán María, la isla se ha vuelto una zona de penumbras y de silencio.

La red energética se cayó en su totalidad y la telefónica, en gran parte.

Incluso las señales de las pocas compañías de teléfonos que todavía operan son débiles y no llegan a muchas zonas, incluso en la misma capital.

Cargar un celular o enviar un mensaje de texto son ahora inauditos privilegios.

De alguna forma, la isla ha regresado a un pasado que muchos no recuerdan o nunca vivieron: el de la desconexión y la larga ausencia de luz.

Ese ha sido tal vez el impacto más masivo del huracán: logró incluso romper la red familiar y de comunicación de la sociedad entera.

Por estos días es común que la mayoría de los puertorriqueños repitan una y otra vez que no saben nada de su familia.

No saben cómo pasaron el huracán. No saben si están bien. No saben si están vivos.

Una radio local, Wapa, se ha convertido en una inusual alternativa para que muchos hagan saber que están vivos.

A los que aún les funciona el teléfono pueden llamar allí, decir su nombre y enviar un mensaje a sus seres queridos, con la esperanza de ser escuchados en alguna parte.

Víctimas fatales

Se habla de seis muertos, pero la mayoría sabe que la cifra puede ser ilusoria.

En realidad, no se tiene idea de qué pasó en las comunidades más remotas de Puerto Rico, las más pobres, por donde se coló el ojo del ciclón y a donde todavía no se ha podido llegar.

"Obviamente la devastación ha sido amplia, en lo que hemos podido ver. Pero todavía no tenemos comunicación con algunas áreas de Puerto Rico, así que no sabemos la extensión del daño", explicó a BBC Mundo el gobernador de la isla, Ricardo Roselló.

Destrozos de María
Destrozos de María

Equipos especializados de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias de Estados Unidos (FEMA) fueron este miércoles a intentar establecer comunicación con tres de los municipios más afectados, aunque aún no se tiene noticia de ellos.

Glenn Smith, que trabaja como contratista para la FEMA y que antes estuvo distribuyendo combustible en zonas afectadas por los huracanes Harvey e Irma, asegura a BBC Mundo que, de lo que había visto hasta, la isla caribeña se llevaba la peor parte de los destrozos.

"En Texas tuvimos unas inundaciones peores que aquí. Es algo que no podré olvidar, pero en Puerto Rico creo que el nivel de destrucción es mucho mayor. También aquí el nivel de pobreza es también mayor", opina.

El gobernador de Puerto Rico asegura que está preocupado, porque aún se esperan hasta 25 pulgadas de lluvias (unos 0,63 centímetros).

Si las aguas siguen creciendo en zonas de suelos saturados, como en Medianía Alta, Toa Baja y otras tantas comunidades que han quedado sumidas bajo las aguas, nadie sabe qué podría ocurrir.

Desconcierto

Un vecino navega por las calles inundadas con su tabla en Puerto Rico.
Un vecino navega por las calles inundadas con su tabla en Puerto Rico.

El convoy militar en el que viajamos no puede seguir su ruta por Medianía Alta, porque hay un poste de luz derribado que el camión no puede atravesar.

No podemos continuar para saber qué pasó en otra comunidad cercana que también está entre las más afectadas.

Al regreso, en la esquina donde comienza la inundación y donde un grupo de personas mira, desde la "orilla" a la caravana y sus casas que han quedado atrás, le preguntó a un grupo de mujeres por Jessica.

Una me responde que lograron traer finalmente a la madre y que ahora todos están en un refugio, para esperar que bajen las aguas.

Le pregunto cuándo creen que bajarán.

Mueve la cabeza con desconcierto y responde; "Eso no lo sabe ni Dios".

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