Di Stéfano, el galán (Al otro no lo conocí), por Aldo Schiappacasse

Di Stéfano, el galán (Al otro no lo conocí), por Aldo Schiappacasse
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¡Qué mala idea la de Di Stéfano de morirse en medio de un Mundial! A los 88 años, la Saeta Rubia, el ídolo de River Plate, Millonarios y Real Madrid, decidió marcharse como sólo él podía hacerlo: en medio de la fiesta.

¿Heriré los sentimientos de alguien si, por el hecho de no haberlo visto jugar, le hago un recuerdo como actor, advirtiendo previamente que vi todas sus películas? Tengo con él, por ende, la sensación de haberlo conocido, seguido, visto envejecer con una pasión tan noble como la del fútbol. Y no diré la pantalla grande, porque a ser honestos todo lo vi en video.

Cuando los futbolistas argentinos se fueron a la huelga en 1948 –lo que lo haría emigrar a Colombia primero y España después- un director argentino tuvo la genial idea de juntar a tres grandes ídolos para hacer una película que se llamó “Con los mismos colores”. Di Stéfano, junto a Tucho Méndez y Mario Boyé interpretaban a un trío muchachos que surgían del mismo barrio hasta hacerse profesionales. Ya en la época la diferencia entre ser un gran futbolista y venir del barrio era impresionante, y la elegancia de los “actores” marcaba la cinta. Estaban en huelga, pero parecían galanes.

Ya en España, y aprovechando el gancho que tenía entre las mujeres, lo convocaron para hacer “Once pares de botas”, donde a ser honesto, era apenas un personaje secundario, un acompañante que, junto a varios de sus colegas, jugaban para el lucimiento de José Suárez, el actor que interpretaba a un futbolista.

Es en 1956 cuando estrena “La Saeta Rubia”, que es la mejor manera de entenderlo. La trama es simple: un grupo de muchachos lo tima y, cuando comprende que son chicos descarriados sin horizonte, los apoya para que formen un club de fútbol que les dará un nuevo destino a sus vidas. Se interpreta a sí mismo y, por ende, tiene una mirada casi cómica de su propia fama.

Finalmente, en 1961, hizo “La batalla del domingo”, una suerte de comedia mal lograda que pasó a la historia por una anécdota: en la trama un grupo de bufones sin más pretensión que hacer una broma lo secuestra, para finalmente terminar todos amigos. Unos meses después, en Caracas, Alfredo Di Stéfano fue secuestrado por un sujeto que decía ser su admirador, pero que pretendía que no jugara un partido amistoso. Lo soltó al poco rato, con un apretón de manos.

Don Alfredo fue de amores y fama, acostumbraba decirle “vieja” a la pelota y porque somos muy quemados no lo vimos jugar para España en el Mundial del 62, donde llegó lesionado. Para los más antiguos, está entre los cinco mejores jugadores de la historia y no soy quién para discutirlo. Gran actor no era, pero puedo decirles que lo conocí.

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