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“¿Ganar o Servir?”: Mira el tercer capítulo del nuevo reality de Canal 13

El tuto y La Moneda, por Aldo Schiappacasse

El tuto y La Moneda, por Aldo Schiappacasse
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Me sirve de consuelo. Veo el drama repetido en cada cancha y comprendo que el fútbol es así, que se llora, se reza, se festeja destempladamente y ese drama colectivo me sirve para aceitar las cicatrices.

Costa Rica, por ejemplo, vive un sueño dorado. Justo antes del mundial estrenaron una película - "Italia 90" se llama - que busca recrear la épica más grande de su historia: la clasificación a octavos de final del equipo de Bora Milutinovic. Ha sido un suceso en la cartelera tica por tres semanas, pero la realidad superó con creces a la ficción.

Todo el país está en las calles para festejar la hazaña de esta Copa del Mundo, que debería quedar en cinta apenas se pueda. Le ganaron a Uruguay, a Italia, empataron con los ingleses y ayer (domingo), con un hombre menos durante 55 minutos y con un gol de Bryan Ruiz y un penal atajado por Keylor Navas(sus máximos ídolos) dejaron en el camino a los griegos, que renunciaron a su premio mundialista en apoyo a la crisis que agobia al pueblo.

La historia que más me gusta de ese equipo es la de su delantero, Joel Campbell, que firmó por el Arsenal el 2011 de milagro, porque no llegó a la cita con los dirigentes donde se iba a firmar el contrato. Porque no quiso nomás. Los gunners se fueron indignados de San José, para volver dos semanas después para abrochar el contrato. Campbell es hijo de dos futbolistas aficionados. Su papá era arquero y a la mamá le decían la "Pelela". Por lo buena, no por lo abollada.

A su hermano lo mató un taxista que se dio a la fuga cuando tenía apenas 11 años, y tras eliminar a los griegos, se arrodilló en la cancha y le dedicó, como siempre, su victoria. Joel, un gigante imparable y malas pulgas, duerme cada noche con una pequeña almohada que usaba su madre para apoyarse mientras lo amamantaba. Y sus compañeros ni se burlan ni la esconden, porque entienden la importancia del talismán.

Costa Rica, la cenicienta de la Copa el Mundo, deberá medirse ahora con la imperturbable frialdad de los holandeses, que recibieron una manito del árbitro para dejar afuera a los mexicanos y nos privaron de un cuarto de final donde se iba a hablar solamente español.

Todo esto pasaba mientras los jugadores de la Roja visitaban La Moneda para asomarse al balcón, sacarse selfies, escuchar a la Presidenta. Un clima bastante más relajado que el que se vivió hace cuatro años cuando inexplicablemente el equipo tuvo que hacer la misma ceremonia, aunque a Marcelo Bielsa no le cuadraba tanto homenaje para un tránsito tan pequeño (dos victorias, dos derrotas, la última inapelable). Llegó de mal genio, recordó viejas convicciones y dejó con la mano estirada a Sebastián Piñera en un gesto que despertó tantos comentarios como la actuación en Sudáfrica.

Al día siguiente pidió disculpas en una carta, pero ya era tarde. Ahora la visita parecía lógica y más distendida. En Costa Rica quieren nacionalizar al colombiano Pinto, el entrenador de su selección. Pasa siempre. Las pasiones no se miden, las hazañas se agigantan. Anoche todo un pueblo durmió feliz. Joel Campbell también, aferrado a su tuto.

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