Gabo y el viaducto, por Aldo Schiappacasse

Gabo y el viaducto, por Aldo Schiappacasse
T13
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Belo Horizonte no es una ciudad bonita.

Tiene un centro depreciado, muchas carreteras LA cruzan , no abundan los prados, la construcción es chata y fome. El sector más atractivo es el de la laguna Pampulha, cercana al Estadio Mineirao y me dicen que el mercado es lindo, pero no pude –todavía- conocerlo. Por esas cosas del destino, estábamos acá cuando la tragedia inesperada azotó a sus habitantes, la convirtió en el centro noticioso en un día de receso mundialista y entregó una de las imágenes más impactantes, dolorosas y terribles de esta Copa del Mundo.

Que un viaducto caiga sobre una carretera de alto tránsito es no sólo insólito, sino inexplicable. Lo que pasó en Santiago luego del terremoto del 2010 fue un bochorno, pero al menos se explicaba en una fuerte e imprevisible manifestación de la naturaleza. Acá, la tragedia que enluta al país y a la ciudad tiene explicaciones más humanas y miserables: la corrupción, la indolencia, la falta de cálculo y previsión. Estoy en el aeropuerto Tancredo Neves, después de un taco fenomenal debido a los inconvenientes viales que causó el derrumbe, y la gente no puede creerlo y sigue las emisiones televisivas con la certeza de que una cosa así pudo pasarle a cualquiera de los que aquí estamos.

Dilma Russeff ya habló diciendo lo de siempre: apoyo a las víctimas, investigación profunda, compromiso del Gobierno. La mandataria ya subió a 28 por ciento de apoyo en las encuestas con un Mundial que funciona, pese a los temores y a pequeñas protestas. Encarará las elecciones con el peso de la corrupción y la inoperancia, pero no parece –como es habitual- haber soluciones que conformen al electorado. Tres días de luto nos acompañarán en cuartos de final.

Vamos a Fortaleza, donde se enfrentarán Brasil y Colombia , con un clima de temor y desconfianza generalizado en la hinchada local. Colombia ha sido una sorpresa grata, pese a que perdió al mejor de sus hombres –Radamel Falcao García- en la previa por lesión. En su reemplazo emergió James Rodríguez, un chico tímido y tartamudo que es comparado con Neymar y que también sufrió la violencia del país. Un hermano de su padre fue asesinado por las Farc en un día como hoy, en 1995.

James (se pronuncia tal cual, no en inglés) es hijo de futbolista, pero fue criado por un padrastro que lo empujó a seguir su vocación. Su madre quiere venir a celebrarle el cumpleaños si es que pasan a semifinales y hay una canción en su honor: “James pensé que este día llegaría, James pensé que en un partido tanto gritaría”, dice.

Si Gabriel García Márquez –un hincha tardío y fervoroso del fútbol- estuviera vivo, sería un fanático de este equipo. Y hoy hincharía por James, cuyo abuelo se llamaba Aureliano, como los de la casta maldita.

PD: Por razones de conexión, esta columna será despachada desde Fortaleza, varias horas después de haner sido escrita. Fortaleza es hermosa, tradicional, playera, relajada. Casi Caribe, como corresponde a este partido. Pero el luto se siente igual.

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