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La puerta del horno, por Aldo Schiappacasse

La puerta del horno, por Aldo Schiappacasse
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Anoche, habló Dilma para todo el país y lo suyo, por más que quisiera ser categórica en la defensa de lo realizado por Brasil para esta Copa del Mundo, pareció una súplica para que el comportamiento de los ciudadanos fuera acorde con el desafío. Tarea difícil, por no decir vana.

Cuiabá, la ciudad sede del partido entre Chile y Australia, es una obra en construcción. El aeropuerto y las principales vías están casi en obra gruesa, y esa es la tendencia en todas partes. Anoche, seguían las negociaciones en la gobernación para evitar un paro de la policía militar y los bomberos el día del encuentro. Y pese a que el Arena Pantanal está listo, la ciudad (puerta de entrada sur al Mato Grosso) hierve en descontento.

Ajenos a todo, los chilenos han comenzado a llegar, como siempre, y con eso lo digo todo. En cada esquina se escuchan los gritos que delatan la presencia nacional, en abrumadora mayoría por sobre los “aussies”, la quieta y sobria hinchada australiana.

Esto, en todo caso, no es el infierno prometido. El calor es soportable y la humedad leve, y parece que así se va a quedar hasta el viernes. El horno que esperábamos se aplacó y esa es una buena noticia, al menos en lo climático.

Igual, el Mundial deja algunas postales. Ver a los holandeses bañándose en Ipanema, a los italianos celebrando el noviazgo de Balotelli, a los ingleses practicando capoeira en la favela Rocinha o a los alemanes bailando con los indios potaxós son cuadros difíciles de ver en otras latitudes. Los mexicanos se fueron en taxi al entrenamiento porque se murió la batería del bus y los brasileños hacen esfuerzos denodados para acercarse a la gente, con entrenamientos liberados y transmitidos en directo por la televisión. Los de Felipao ayer firmaron autógrafos por una hora, lo que es otro “esfuerzo-país” por prender una Copa hasta ahora casi apagada.

Hace cuatro años atrás, cuando la selección llegó a Nelspruit, en Sudáfrica, los grupos de baile se marchitaron en las afueras del aeropuerto porque los de Bielsa se subieron a un bus en la loza y no pararon ni un segundo para ver su arte. Chile vive en el encierro y el ostracismo y es mejor –lo sabemos bien- que así sea, para beneficio de todos. Cuiabá tiene preparada una recepción musical, nos anticipan, para encender la fiesta. Esa que, a horas del inicio, todavía no aparece.

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