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5 momentos para comprender porque la guerra en siria tiene 7 años y aún no hay signos de paz

5 momentos para comprender porque la guerra en siria tiene 7 años y aún no hay signos de paz
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Todo empezó con una manifestación contra el gobierno de Bashar al Asad en el contexto de la esperanza que desató en Medio Oriente la Primavera Árabe. Pero Siria se ha convertido en un campo de batalla que ha dejado más de 300.000 muertos. Un experto analiza por qué aún no se vislumbra una solución.

La guerra en Siria está entrando a su séptimo año y no se avista un final cercano.

Lo que empezó como protestas populares por un cambio de gobierno se transformó en un campo de batalla en el que han intervenido fuerzas de diferentes países.

Se estima que más de 300.000 personas han muerto y que hay millones de desplazados.

La evolución del conflicto se puede dividir en cinco fases.

1- De las protestas a la guerra

Trascurrieron casi 18 meses entre el inicio de las protestas pacíficas en febrero de 2011 y el momento, en julio de 2012, en que la situación en Siria fue declarada por la Cruz Roja como una guerra civil.

La ciudad de Deraa, en el sur de Siria, fue uno de los primeros lugares en los que se vieron manifestaciones populares contra el gobierno. Eran los inicios de 2011.

En ese periodo, la narrativa de la comunidad internacional cambió: pasó de ser una en la que los acontecimientos se enmarcaban en el contexto de la Primavera Árabe y la búsqueda por una reforma en el sistema de gobierno a una en la que se referían a un conflicto militar prolongado.

La oposición siria que emergió en este periodo reflejó y continúa reflejando un movimiento amplio y no una fuerza cohesionada.

El gobierno recurrió a medidas represivas cada vez más fuertes, lo cual provocó la proliferación de un creciente número de grupos de oposición armada.

Esta semana la imagen de Mohammad Mohiedine Anis en su casa destruida en Alepo dio la vuelta al mundo.

El Ejército Libre Sirio se empezó a formar en el verano de 2011, mientras que los grupos islamistas y yihadistas como Ahrar al Sham y el Frente al-Nusra se formaron a finales de 2011 y principios de 2012, respectivamente.

Mientras que Occidente dudó sobre qué organizaciones apoyar, se produjo un flujo caótico de fondos provenientes de las potencias regionales y de donantes individuales en el Golfo Pérsico y en la diáspora siria.

2- La línea roja de Obama

El entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, había declarado en 2012 que Estados Unidos castigaría cualquier uso de armas químicas por parte del gobierno sirio.

La oposición siria expresó su decepción ante la actitud mostrada por el gobierno de Obama cuando hubo reportes sobre el uso de armas químicas por parte del gobierno.

Pero cuando se reportó que el gobierno de Bashar al Asad había lanzado un ataque químico a las afueras de Damasco en agosto de 2013, Estados Unidos no intervino y en cambio aceptó una oferta de Rusia para conseguir que Siria dispusiera de sus armas químicas.

El gobierno de Obama continuó insistiendo que el acuerdo con Moscú fue bueno.

Pero en el terreno ayudó más bien a envalentonar al presidente Al Asad y a sus aliados rusos e iraníes, pues parecía una forma de legitimar el uso de armas que no fuesen químicas.

Esos acontecimientos destruyeron cualquier esperanza que la oposición y sus partidarios regionales pudieran tener sobre una intervención militar directa de Estados Unidos.

Además de socavar la potencial influencia estadounidense en las negociaciones de paz, pues tanto el gobierno sirio como sus partidarios internacionales operarían con muy poco temor por las posibles sanciones de Estados Unidos.

Tras la decisión del presidente Obama de no implementar su línea roja en lo que a armas químicas se refiere, el apoyo de Occidente a los grupos armados "moderados" fue eclipsado por el apoyo de potencias regionales como Qatar, Arabia Saudita y Turquía a grupos islamistas.

En 2015 la ONU responsabilizó al gobierno sirio de otros dos ataques con armas químicas.

Incluso antes de eso, algunos grupos del Ejército Libre Sirio habían empezado a adoptar una imagen más religiosa para atraer la financiación de donantes del Golfo Pérsico, mientras que algunos combatientes decidieron desertar hacia las filas de rivales islamistas mejor equipados.

Los grupos yihadistas trataron hábilmente de aprovechar la debilidad de otros grupos para aumentar su poderío e influencia dentro del movimiento rebelde y, de hecho, algunas veces apuntaron hacia las unidades del Ejército Libre Sirio.

Paradójicamente, esto hizo que, para 2015, los grupos moderados dependieran cada vez más de los yihadistas en el campo de batalla.

Las alianzas militares del gobierno sirio con Hezbolá y milicias chiitas, no sólo reforzó la narrativa sectaria yihadista sunita, sino que también facilitó el aumento de grupos radicales.

3- El surgimiento del autodenominado Estado Islámico

El grupo radical autodenominado Estado Islámico (EI) entró en el conflicto sirio al establecer el Frente al Nusra, antes de anunciar una fusión con el grupo en 2013 que fue rechazada por al Qaeda.

El surgimiento del autodenominado Estado Islámico cambió la dinámica de la guerra en Siria.

En septiembre de 2014, el inicio de los ataques aéreos contra posiciones de EI en Siria demostró que Occidente estaba dispuesto a intervenir directamente para contrarrestar a la organización radical, pero no para proteger a los civiles en áreas controladas por la oposición y que eran atacadas con bombas de barril del gobierno.

Eso alimentó un profundo sentimiento de traición dentro de la oposición siria y transmitió que la prioridad era conseguir una solución militar a uno de los productos del conflicto por encima de la búsqueda de un acuerdo de paz que frenara la guerra.

4- La intervención rusa

Después de una serie de victorias rebeldes a inicios de 2015, el presidente Al Asad se vio obligado a admitir que la escasez de personal había hecho necesario ceder territorio.

La intervención de Rusia en el conflicto sirio ha movido la balanza militar a favor de Bashar al Asad.

Rusia calculó que el gobierno sirio necesitaba apoyo para garantizar su supervivencia.

En septiembre de 2015, el presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó el despliegue de las fuerzas rusas en Siria.

La intervención sorprendió a la comunidad internacional e inmediatamente inclinó la balanza militar a favor del gobierno.

Moscú declaró que su intervención tenía como objetivo a grupos terroristas como EI y el Frente al Nusra, pero abarcó grupos más moderados, incluyendo a algunos apoyados por Estados Unidos.

Rusia se ha convertido en el principal árbitro en las conversaciones internacionales de paz, dejando a un lado a las Naciones Unidas y haciendo de Estados Unidos un actor menor en el proceso.

La intervención rusa también ha subido la apuesta por cualquier forma de intervención occidental en el futuro, pues esto provocaría una amenaza real de combate directo con las fuerzas rusas.

La recaptura de Alepo, un estado ubicado en el este de Siria que había estado bajo el control rebelde, por parte del gobierno y las fuerzas alineadas en diciembre de 2016 ha sido, hasta la fecha, una de las victorias más significativas del presidente Asad.

El este de Alepo era una de las fortalezas de la oposición siria, pero fue retomado por el gobierno.

La pérdida de Alepo parece ilustrar que las esperanzas rebeldes de derrocar al régimen de Assad por la vía militar terminaron.

Sin embargo, el gobierno también carece de capacidad para controlar todo el país, lo que significa que esa victoria debe verse en términos relativos.

Internacionalmente, los acontecimientos en Alepo cementaron el papel de Rusia como uno de los principales actores en el conflicto sirio.

Lo ocurrido también resultó en que Turquía reemplazó a Estados Unidos como el interlocutor clave con Rusia en los últimos días del gobierno de Obama.

Después de que Estados Unidos y sus aliados occidentales cedieron a la iniciativa, ahora parece que la marginalización de Occidente en Siria podría dejar a Rusia e Irán con la posición para negociar con Turquía un eventual acuerdo para poner fin a la guerra.

*Tim Eaton es un investigador del programa sobre Medio Oriente y el norte de África del centro de estudios Chatham House, ubicado en Inglaterra y es coautor del informe de esa organización titulado: "La política occidental hacia Siria: Aplicando las lecciones aprendidas".

 

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