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Desesperada búsqueda de niños atrapados en una escuela derrumbada en México

Desesperada búsqueda de niños atrapados en una escuela derrumbada en México
T13
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Al menos 20 niños murieron y decenas quedaron atrapados bajo lo que quedó del centro educativo, derrumbado a causa del sismo de magnitud 7,1.

En medio del caos, los gritos desesperados, y los policías y militares que tratan de formar una valla humana, un hombre fornido con camiseta azul camina tambaleante hacia un puesto médico.

Le ayudan dos soldados que lo sostienen en pie. Muy pálido, balbucea su nombre, Leonardo, dice que quiere regresar, porque no puede alejarse del lugar donde está su hijo.

A 30 metros se encuentran los restos de la escuela Enrique Rebsamen, que se derrumbó casi por completo por el sismo de magnitud 7,1 en la escala de Richter que, a pesar de tener su epicentro en Axochiapan, estado de Morelos, a 120 kilómetros de Ciudad de México, se sintió con fuerza este martes en la capital mexicana.

El movimiento ocurrió a la hora de clases, pero mientras se evacuaban las aulas parte del edificio colapsó, justo en la ruta de salida en caso de una emergencia.

Hasta ese momento, cerca de las 20:00, se sabía de 26 niños y dos adultos, al parecer maestros, que habían fallecido. Se informó que 11 fueron rescatados.

Otras 30 personas se consideran desaparecidas, aunque no está claro si se encuentran bajo los escombros o no, ya que tras el movimiento telúrico muchos padres se llevaron a sus hijos a casa.

Socorrista observa el techo colapsado de la escuela Rebsamen
Socorrista observa el techo colapsado de la escuela Rebsamen

Uno de los fallecidos era el hijo de Leonardo. Quienes tratan de sacar a las personas bajo los escombros le dicen que está sin vida.

Los soldados se le acercan con dos médicos. Es difícil saber cómo se siente porque los gritos alrededor no cesan.

"¡Oxígeno!", piden los que se encuentran sobre los escombros de la escuela y el mensaje se repite desesperado por la cadena humana hasta el lugar donde termina un cerco militar y policíaco.

La ayuda se envía desde ese sitio, a dos calles del desastre. Pero mientras llega, los gritos desesperados no cesan, lo que aumenta la sensación de urgencia en el de por sí dramático escenario.

Leonardo intenta levantarse, pero uno de los médicos no lo deja. "Tienes la presión en 180. Te puedes infartar", le dice mientras aplica una inyección y luego le coloca una pastilla bajo la lengua.

"¿Cómo se llama su hijo?", le pregunto. El hombre sigue con la mirada fija en la escuela y me responde algo como "Alfredito".

No puede más. Una doctora le toma la barbilla y lo obliga a contar números, como forma de ayudarle a concentrarse y sacarle del shock en el que se encuentra.

"Escuché que cayeron piedras"

Para los habitantes de Ciudad de México el sismo de este martes no pudo ocurrir en peor momento.

Este 19 de septiembre se cumplieron 32 años del terremoto que en 1985 devastó extensas zonas de la capital del país.

De hecho, un par de horas antes del sismo se realizó un simulacro nacional de evacuación. En la capital del país muchos no lo atendieron.

Algunas de las zonas más afectadas entonces fueron las mismas que ahora sufrieron graves daños; es decir, colonias como Condesa, Roma, Centro o La Obrera.

Simulacro nacional de evacuación, 19 de septiembre de 2017
Simulacro nacional de evacuación, 19 de septiembre de 2017

Pero a diferencia de aquel terremoto que afectó sobre todo el área central de Ciudad de México, ahora el impacto afectó también a la región sur.

En ese área, el barrio de Coapa, se encuentra la escuela Enrique Rebsamen, al fondo de la Calzada de las Brujas, una estrecha calle de un barrio de clase media.

De entre las decenas de edificios derrumbados y personas atrapadas tras el sismo, el siniestro en el colegio es el caso más sensible.

Cientos de personas se acercaron para tratar de ayudar. Los familiares de los niños y maestros fueron virtualmente escoltados hasta los escombros del plantel.

La parte derrumbada es era un edificio de tres pisos en el que se encontraban las aulas de kínder y primaria.

Es un colegio particular, muy conocido en el barrio. Algunos vecinos dicen que asistían alumnos de otras colonias.

El presidente de México, Enrique Peña Nieto (izq.), visitó el lugar de la tragedia
El presidente de México, Enrique Peña Nieto (izq.), visitó el lugar de la tragedia

María Gómez vive a tres calles de la escuela. "Nunca había vivido un temblor como éste. Por aquí los sismos casi no se sienten", le cuenta a BBC Mundo.

"Cuando salía de la casa escuché como que se caían muchas piedras y ladrillos. Luego supe que era la primaria Rebsamen".

Las piedras que escuchó María fueron, en realidad, las estructuras de concreto y los muros del plantel. Decenas de toneladas cayeron sobre las víctimas.

De los tres pisos del edificio quedó una montaña de escombros pero que, milagrosamente, dejaron huecos donde según los rescatistas se encuentran algunos niños.

Cadena de nombres

Uno tras otro llegan a la zona del derrumbe decenas de carritos de supermercado con agua, medicinas, palas, picos, medicamentes, botes con gasolina.

Quienes los empujan quieren llegar hasta la escuela pero no es posible. Ya hay demasiada gente en el sitio.

Socorristas sacan los escombros de una escuela destrozada por el sismo en México
Socorristas sacan los escombros de una escuela destrozada por el sismo en México

Los padres de los niños están frente al edificio. Hablar con ellos es difícil, no sólo por el momento que se vive ahora sino porque elementos de la Marina les protegen.

A unos metros de la escuela levantaron una carpa blanca, donde se colocan los cuerpos de los niños fallecidos. Los padres de algunos les identificaron en ese sitio.

Los escombros se retiran a mano, se introducen en cubetas y éstas pasan de mano en mano hasta una calle más adelante, donde se depositan.

A unos metros un joven delgado y pelirrojo lucha por hacerse oír en el caos. "¡Traigo una grúa industrial, una grúa grande!", grita hasta que un oficial de la Policía Federal le escucha. "Tráela, de volada (rápido)".

De pronto suena un silbato y los rescatistas levantan los brazos con las manos empuñadas. Es la señal para pedir silencio pues se escucharon ruidos y una voz bajo los escombros.

Así ha ocurrido durante toda la tarde y ahora que llegó la noche. Algunos niños lograron comunicarse con sus teléfonos aunque desde que ocurrió el movimiento, al mediodía del martes, la señal de los móviles fue casi inexistente.

Los voluntarios gritan el nombre de algunos niños y a veces hay respuesta. Entonces regresa la cadena de gritos.

"¡Familiares de Diego Sánchez Rivera, tercero B!" y el mensaje corre por la cadena humana hasta que una mujer de pelo castaño con ropa deportiva oscura y un hombre maduro llegan con prisa.

"¿Su hijo?", le pregunto al paso. "No, sobrino. No sé cómo está" y se agacha para cruzar bajo la cuerda con que policías federales pretenden aislar la zona del desastre.

Y minutos después otro nombre. "¡Papás de Santiago Diego!", es el coro. Otro: "¡Diego Hernández. Familiares de Diego Hernández!".

¿Fueron rescatados con vida? No está claro en esos momentos. Lo único que se conoce son los nombres.

Una ambulancia abandona el lugar. Se alcanza a ver a los paramédicos que atienden a alguien.

Cinco minutos después una buena noticia. "¡Mónica Soriano, la llevaron al Hospital Naval!", gritan los soldados, policías y voluntarios.

Piedra por piedra

La tarea de sacar a los niños y maestros atrapados es para toda la noche pero no importa, dicen los voluntarios que, a unos 300 metros de la escuela colapsada, organizan y separan las provisiones que llevaron cientos de personas.

Por momentos es demasiado. "Ya no necesitamos agua. Se está derramando", dice Sofía, una de las voluntarias en el rescate.

Socorristas en la escuela Rebsamen, destrozada por el terremoto en México
Socorristas en la escuela Rebsamen, destrozada por el terremoto en México

Lo que sí es urgente, insiste, son los tanques de oxígeno, porque con ellos se ayuda a respirar a quienes están bajo los escombros.

Empieza el relevo de los voluntarios que llegaron en los primeros momentos. Salen cansados, la ropa cubierta de tierra.

Atrás de un primer grupo una veintena de soldados, policías y bomberos cargan una pesada viga de concreto. La sacaron a rastras desde el colegio Enrique Rebsamen.

Así son las maniobra: mover piedra a piedra mientras se sostienen con madera, losas, vigas, el techo de la escuela. Un descuido y puede venirse abajo.

Y entonces, el rescate, la reacción y apoyo de cientos de personas, sería inútil.

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