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Bélgica y los yihadistas

Bélgica y los yihadistas
T13
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No es la primera vez que la huella del terrorismo lleva a Bélgica. ¿Por qué?

Los ojos del mundo están puestos en Bélgica después de los atentados de París. En los últimos años, este país ha sido una fuente de yihadistas de Europa. Muchos de ellos vienen de poblaciones económicamente débiles.

Para el el politólogo Asiem El Difraou los problemas son consecuencia de la política nacional. “Los belgas no han tomado medidas preventivas, se han descuidado en general”, dice el especialista en Cercano Oriente en conversación con DW.

En su opinión, estas falencias en el combate al terrorismo islamista se originan en la tensión interna del país, pues “los belgas están demasiado concentrados en ellos mismos”. Desde hace años valones y flamencos se bloquean mutuamente, mermando capacidad y energía para preocuparse de los problemas de política interna del país.

Cifras elocuentes

Las estadísticas hablan por sí solas. Según el International Centre for the Study of Radicalisation and Political Violence (ICSR), con sede en Londres, entre 2011 y 2013, unos 11.000 voluntarios islamistas partieron hacia Siria e Iraq. Uno de cada cinco de ellos venía de Europa Occidental. De Bélgica salieron 296.

En comparación, de Alemania –que es ocho veces más grande- “sólo” 240 voluntarios se unieron a la llamada “guerra santa”. Es decir, con 27 yihadistas por un millón de habitantes, Bélgica ha sido la mayor fuente europea de yihadistas.

De la pequeña ciudad a la yihad

Un estudio de la Universidad de Lieja ha detectado en la pequeña ciudad de Verviers, en el este del país, las razones que llevan a algunos a encontrar atractiva esta forma de militancia extrema. De los 53.000 habitantes de esta ciudad, una de las más pobres de Bélgica, el 15% son inmigrantes.

Entre las 117 nacionalidades que se registran en la ciudad, se encuentra la comunidad chechena más grande del país. Ésta cuenta como una especie de célula germinal de combatientes islamistas. Su disposición a la violencia quedó demostrada a comienzos de 2015: en una razzia de la policía belga con el objetivo de desarticular un atentado, murieron dos islamistas. Con armas automáticas habían abierto el fuego contra los agentes de seguridad.

Sin perspectiva económica

En general, los musulmanes –radicales o no- en Bélgica tienen un problema muy grande: la discriminación a la hora de encontrar una plaza de trabajo. Alrededor del 6% de los belgas es musulmán; y los musulmanes son tratados como extranjeros, aunque tengan el francés o el nerlandés como lengua materna.

Por otro lado, un estudio de la Red Europea contra el Racismo detecta un desempleo tres veces mayor en los inmigrantes que en el resto de la población belga. Amnesty International también ha criticado al Estado belga por su falta de esfuerzos en la integración: a las empresas se les facilita negar una plaza de trabajo por motivos religiosos. En un estudio de 2012, la organización afirma que las mujeres que llevan pañuelo son especialmente discriminadas. El sentimiento de frustración abona el terreno sobre el que trabajan los fundamentalistas en su búsqueda y radicalización de nuevos miembros.

Atentados, ¿punto de inflexión?

Aunque hace mucho tiempo que esta problemática es conocida, el Estado belga ha reaccionado con políticas simbólicas y mayor seguridad, más que con medidas para una integración efectiva.

La ciudad de Amberes, por ejemplo, en 2009 prohibió llevar el pañuelo islámico en público; dos años después se prohibió en todo el país la burka, el velo islámico. La multa por incumplimiento asciende a 137,50€.

Por otro lado, en un proceso que llamó mucho la atención, la organización Sharia4Belgium fue prohibida oficialmente, aduciendo que se dedicaba a captar públicamente nuevos cuadros para la yihad. El líder de la organización fue condenado en 2014 a 12 años de prisión. Después de los atentados de comienzos de 2015, el gobierno elevó el grado de alerta general y redobló las escuchas telefónicas.

Según el politólogo Asiem El Difraoui, los atentados de París podrían servir de punto de inflexión, para comenzar a tomar medidas reales en contra de la radicalización islamista; éstas, en su opinión, pasan por hacer mayores esfuerzos en integrar a los ciudadanos musulmanes. En caso de ser necesario, la presión externa no debe faltar: “no creo que los franceses vuelvan a permitir la pasividad de Bélgica”.

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