129 víctimas fatales, más de 300 heridos y conmoción mundial generaron los ataques terroristas del pasado viernes 13 de noviembre en París, Francia.
Los atentados, reivindicados por el Estado Islámico, tuvieron en común que los terroristas actuaron con calma y sangre fría, sin mostrar resentimiento o empatía alguna, casi “deshumanizados”, según relataron los testigos de los atentados.
Detrás de su actuar, habría existido consumo de Captagon, una potente droga que reprime el miedo, el dolor, el apetito, el sueño e induce a un estado de euforia.
Esta mezcla de anfetaminas con cafeína es tan popular entre los militantes del Estado Islámico y otras organizaciones terroristas, que puede costar entre 3.500 y 15 mil pesos chilenos.
Pese a haber sido prohibida en la década de los ’80, su uso se popularizó en Siria, principal país fabricante y consumidor de Captagon.
La policía francesa encontró un gran número de jeringas en el hotel donde se alojaron los terroristas antes de cometer los ataques, por lo que investigan si fueron usadas para inyectarse Captagon.
