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Opinión: ¿El efecto Trump o el Día de Acción de Gracias?

Opinión: ¿El efecto Trump o el Día de Acción de Gracias?
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Desde la victoria electoral de Donald Trump, las acciones en EE. UU. han aumentado entre un tres y cuatro por ciento, lo que no sucedía desde Richard Nixon.

Rolf Wenkel

El 24 de noviembre, los estadounidenses celebraron el Día de Acción de Gracias, el festivo más importante para las familias en Estados Unidos, casi comparable a la Navidad en Alemania. Durante este día en que pavos horneados engalanan la mesas de los hogares estadounidenses, Wall Street permanece cerrado. Y el día siguiente, que es una jornada intermedia antes del fin de semana, pocos son los negocios que abren sus puertas.

Esta reducida semana de negocios generalmente tiene mucho que ofrecer. A los expertos les gusta hacer referencia al efecto del Día de Acción de Gracias: un alza en los precios en los días previos a las fiestas. El fenómeno ha sido estudiado desde los años sesenta, y generalmente incluye el periodo hasta el próximo lunes. Los inversores llegan contentos y animados de las cortas vacaciones. Y los estadounidenses, justo alrededor del Día de Acción de Gracias, están en tal estado de ánimo que no permiten que nada les eche a perder la fiesta.

Los mercados financieros detestan las sorpresas

¿Estamos acaso presenciando el efecto de Acción de Gracias antes de que la vida cotidiana vuelva a su curso? ¿O, después de todo, un efecto Trump, que otros expertos creen detectar? Lo que es inusual es que Wall Street, que había preferido ver a Hillary Clinton como presidente, y que también esperaba que fuera a ganar, tomara un cambio de rumbo en las semanas posteriores a las elecciones. En lugar de la venta de acciones, los distribuidores presenciaron exactamente lo contrario: de repente, las acciones eran más codiciadas que nunca.

Los mercados financieros odian las sorpresas; lo que les gusta es la continuidad. Lo de Trump fue sorpresa, y ahora los operadores del mercado deben echar un vistazo más de cerca a lo que el futuro presidente tiene preparado en campo de la política económica. Primera revelación: después de la elección, Trump ha sido mucho más conciliador que en la campaña electoral, ya se ha alejado de muchas promesas o amenazas radicales. Parece haber aprendido a morderse la lengua.

Segunda revelación: Trump es un empresario, y no descuidará a su propia casta. Por ejemplo, quiere reducir masivamente la carga tributaria y establecer un gran programa de infraestructura, lo que agrada a los empresarios. Además, ha anunciado menos intervención gubernamental, por lo que inversores esperan que se alivien las regulaciones medioambientales. Esto hace subir las acciones de las empresas estadounidenses.

Programas de estímulo financiados mediante deudas

Reducir impuestos y gastar dinero en infraestructura significa una cosa: crear aún más deuda. Los programas de estímulo económico financiados por deuda rara vez son sostenibles; más bien las medidas son comparables con paja que arde, la cual rápidamente se consume. No obstante, en los próximos días y semanas, en los mercados de valores estadounidenses, lo que prevalecerá será el "Estados Unidos primero”.

"Estados Unidos primero” significa que Donald Trump quiere utilizar todas las posibilidades para favorecer a la industria nacional. Quiere lograr esto haciendo más difícil el libre comercio, lo que le ha valido muchos aplausos de la industria local y de inversionistas que probablemente se darán cuenta muy tarde de que las barreras comerciales también perjudicarán su propio negocio.

El proteccionismo también afecta a empresas estadounidenses

Los aranceles y otras barreras comerciales no solo afectarán a las naciones orientadas a la exportación, como Alemania o China. Muchas industrias investigan y desarrollan en sus países, pero producen en el extranjero. El proteccionismo à la Trump perturbaría gravemente esta compleja red global de suministro y producción. Esto no solo sería perjudicial para Alemania o China, sino también para la industria estadounidense, que produce igualmente en el extranjero, como, por ejemplo, en China o en México.

Tanto el efecto del Día de Acción de Gracias como el efecto Trump ser algo pasajero. Según el diario Süddeutsche Zeitung, solo una vez hubo un alza en los precios después de unas elecciones presidenciales: en noviembre de 1968, cuando el republicano Richard Nixon salió elegido. Pero tal alza no se mantuvo por mucho, y ya antes de esa Navidad, todo lo ganado se había perdido de nuevo.  

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