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Por qué ocurre lo impensable: los brasileños se han vuelto pesimistas

Por qué ocurre lo impensable: los brasileños se han vuelto pesimistas
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Las encuestas lo confirman: una suerte de desánimo o angustia ha cundido en la sociedad brasileña, mejor conocida por la alegría que refleja en su carnaval, su samba y su fútbol.

Si en estos días preguntas por las calles de Río de Janeiro sobre el futuro, es probable que te respondan con el clásico gesto de la mano cerrada y el pulgar extendido… Pero apuntando hacia abajo.

"Casi todos los clientes dicen que sus cosas tienden a empeorar", me contó el otro día Fernando José, un florista del barrio —y que no vende arreglos para velorios; tiene un puesto callejero de ramos y plantas.

Quienes atienden los bares cariocas suelen hablarme de lo sombrío que se ha vuelto el panorama para sus negocios, tras una caída de ventas que en varios casos supera el 30%.

"No converso mucho con los pasajeros", me dijo Adir Pereira dos Santos, un taxista de 47 años. "Pero cuando lo hago, sólo veo pesimismo".

La semana pasada encontré en el diario O Globo una llamativa publicidad de un instituto de enseñanza, con la foto de un pie encadenado a una bola de acero y una leyenda: "El país del futuro mal consigue hacer andar el presente".

Las encuestas lo confirman: una suerte de desánimo o angustia ha cundido en la sociedad brasileña, mejor conocida por la alegría que refleja en su carnaval, su samba y su fútbol.

Entonces, ¿a qué se debe este fenómeno, impensable poco tiempo atrás?

Un tango brasileño

Parte de la explicación del actual estado de ánimo de los brasileños responde sin dudas a la crisis económica.

Con una recesión que se agrava, una tasa oficial de desempleo en alza por siete meses consecutivos a 7,5% en julio y una inflación a punto de llegar a los dos dígitos, pocos parecen reconfortados.

La economía, causa de malestar para buena parte de los brasileños.
La economía, causa de malestar para buena parte de los brasileños.

Una encuesta del Centro de Investigación Pew, en 40 naciones ubicó en julio a los brasileños entre los más negativos al opinar sobre la economía de su país: 87% dijo que va mal, un porcentaje sólo superado en Ucrania, Líbano e Italia.

Esto contrasta con el boom que Brasil vivía pocos años atrás, con una fuerte expansión económica y una clase media que crecía por millones, disparando el consumo y sorprendiendo al mundo.

Otra parte de la desilusión brasileña está asociada a la crisis política del país, con escándalos de corrupción que podrían entrar en el libro Guinness y han destruido la popularidad de la presidenta Dilma Rousseff, reelecta hace un año.

Casi dos de cada tres brasileños (63%) creen que lo que resta del gobierno de Rousseff será malo o pésimo, según un sondeo del instituto Ibope divulgado en septiembre por la Confederación Nacional de Industria.

Dilma Rousseff: la presidenta brasileña pide no hacerle caso a los "pesimistas". Pero, ¿quién le hace caso a ella?
Dilma Rousseff: la presidenta brasileña pide no hacerle caso a los "pesimistas". Pero, ¿quién le hace caso a ella?

Hace unos días la presidenta dijo estar "segura de que este país es mucho más grande de lo que los pesimistas quieren hacer creer".

Pero muy pocos parecen seguir su consejo.

Crecí en una sociedad tanguera y nostálgica como la uruguaya y viví cinco años en Francia, donde el malestar y la queja son constantes, pero no dejo de asombrarme por la desazón actual de Brasil.

Y cuando le pregunto a los expertos qué está pasando aquí, me dicen que hay razones todavía más profundas para la pesadumbre.

Tristeza não tem fim

"Siempre sospeché de esa alegría del brasileño", comenta Aldo Fornazieri, director académico de la Escuela de Sociología y Política de São Paulo.

A su juicio, detrás de la emotividad y sociabilidad que caracteriza a este pueblo siempre hubo un alto grado de tristeza y escepticismo, sobre todo en relación al propio Brasil.

"Eso había cambiado porque de hecho hubo una mejora de condiciones económicas y sociales, una mejora de consumo", señala. "Pero Brasil nunca lidió con la idea de grandeza, de conquista de la gloria ni nada".

Tal vez sí lo hizo en el fútbol, ¿pero qué queda de ese orgullo deportivo después de la vergonzosa goleada 7 a 1 que Alemania le propinó a Brasil en el Mundial del año pasado, a domicilio?

Las lágrimas de David Luiz: el fútbol brasileño aún no se recupera de la traumática derrota 7 a 1 contra Alemania en el Mundial 2014.
Las lágrimas de David Luiz: el fútbol brasileño aún no se recupera de la traumática derrota 7 a 1 contra Alemania en el Mundial 2014.

Paulo Henrique Martins, profesor de sociología en la Universidad Federal de Pernambuco, cree que la clásica alegría brasileña tiene relación con la "cultura sincrética" de un país que mezcló razas europeas, africanas e indígenas.

"Esa alegría tradicional, que no dejaba de ser un símbolo de solidaridad —a pesar de ser diferentes, somos iguales en la celebración—, se está perdiendo por un exceso de individualismo de la sociedad contemporánea", afirma.

Es cierto que desde hace un tiempo me cuesta ver a los brasileños unidos por algo, más allá de clases sociales y razas.

Solía verlos en las playas de Río, pero éstas se han vuelto también un lugar de tensión tras una serie reciente de robos, violencia y asaltos en masa conocidos comoarrastões.

Los habitantes de los barrios más acomodados de Ipanema y Copacabana culparon por esa inseguridad a adolescentes que bajan a las playas desde las favelas, y hasta hubo intentos de justicia por mano propia.

Una encuesta sobre cómo Río es percibido por su gente reveló hace unos días que 71% de los cariocas cree que la violencia aumentó y sólo 43% dice sentir orgullo de vivir en la ciudad (20 puntos menos que hace dos años).

La violencia, al igual que la economía, es una fuente de angustias cotidianas para los brasileños.
La violencia, al igual que la economía, es una fuente de angustias cotidianas para los brasileños.

Tal vez ocurra algo similar en otras partes de este gigantesco país.

Las muertes violentas crecieron el año pasado en varias ciudades brasileñas, aunque se reducían en Río y São Paulo, y alcanzaron un promedio de casi dos personas por hora, indicó un estudio del Foro Brasileño de Seguridad Pública hace unos días.

Y en los últimos días hubo dos episodios que hundieron aún más la esperanza reciente de una "pacificación" en Río.

Uno fue un video grabado por vecinos de una favela céntrica que muestra a efectivos de la Unidad de Policía Pacificadora (UPP) modificando la escena de un crimen, presuntamente para encubrir el asesinato de un adolescente cometido por ellos mismos.

El otro caso fue la muerte de un policía de otra UPP, baleado mientras realizaba un patrullaje de rutina. Llamó la atención porque la víctima, Caio Ignacio Cardoso de Melo, había hecho el doblaje al portugués del protagonista de las películas de Harry Potter.

También le había dado voz al niño del laureado filme italiano "La vida es bella".

No, para los brasileños la vida no es tan bella últimamente.

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