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Puigdemont: el catalán que pone en jaque a España

Puigdemont: el catalán que pone en jaque a España
Paola Wächter
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El destituido presidente de Cataluña llegó a la política después de dedicarse al periodismo desde los 16 años. Un tío monje fue quien lo introdujo en el nacionalismo catalán. Aquí la historia del rostro de la mayor crisis que España ha vivido desde su retorno a la democracia.

Eran las cinco de la tarde del jueves 26 de octubre y España y los catalanes contenían el aliento ante la comparecencia del hombre fuerte de Cataluña. La última oportunidad para desactivar la peor crisis política desde el retorno a la democracia estaba en sus manos.

Solo tenía que decir que llamaría a comicios adelantados. Pero no lo hizo. El gobierno español se reuniría al día siguiente para dar curso definitivo al artículo 155 de la Constitución española de 1978, con consecuencias aún insospechadas.

“He estado dispuesto a convocar elecciones si hubiera garantías, pero no hay ninguna garantía que justifique hoy la convocatoria de estas elecciones", anunció Carles Puigdemont, firme y confiado, en un  discurso breve, de no más de cinco minutos.

La crisis no se detuvo y su suerte estaba echada. El dirigente se convirtió en el primer líder político catalán destituido por la autoridad central y que deberá enfrentar a la justicia española por delitos de rebelión y sedición. Desde el lunes 30 de octubre se encuentra en Bruselas y pesa sobre él una orden de detención europea.

Puigdemont (1962) es un independentista extravertido y desenfrenado, según quienes lo conocen de cerca. Ante ello, su biógrafo Jordi Grau relata a T13 Semanal que “llevaba el independentismo en la raíz”.

Y con su decisión de ir hasta el final, 'Puigdi', como le llaman sus amigos y cercanos, cruzó la temida línea roja, entre voces que se preguntaban si su decisión respondía a unos principios llevados a ultranza, a un mal cálculo político o a un fanatismo extremo. Pero Grau prefiere hablar de “un personaje de grandes convicciones".

"Dijo que si no existían las condiciones llegaría hasta el final y cumplió su palabra, porque se proclamó la independencia en el Parlamento", sostiene el biógrafo. Otros en el círculo de Puigdemont aseguran que el líder catalán nunca ha dejado de soñar con un país llamado Cataluña. Ni siquiera ante la posibilidad de terminar en la cárcel.

“Ya se declaraba independentista, cuando la independencia era un sueño. Era una cosa que estaba fuera de la realidad. Veníamos de una dictadura profunda, de 40 años”, relata Grau. En él “hay un tema identitario, en el sentido que se siente diferente (…) Simplemente se siente catalán, no español”, añade su biógrafo, quien, además, trabajó con Puigdemont en la redacción de El Punt. 

Dijo que si no existían las condiciones llegaría hasta el final y cumplió su palabra, porque se proclamó la independencia en el Parlamento
Jordi Grau, biógrafo

Católico y criado en una familia numerosa –es el segundo de ocho hermanos–, el fervor secesionista de Puigdemont no proviene de la política partidista. Un tío monje, hermano de su padre, muy catalanista, fue el primero que lo llevó por esa senda.

A sus 16 años, empezó a manifestar, en el día a día, está marcada personalidad independentista. Cuando viajaba al extranjero mostraba un DNI catalán falso que estaba de moda por entonces, solo para decir que venía de Cataluña.

“Otra de las cuestiones que hacía, es que en Cataluña hay muchos peajes y existían cabinas de cobro, una en castellano y otra en catalán. Él, por militancia, pasaba por las que estaban en catalán”; es decir, por aquella que indicaba “peatge”, cuenta Grau, quien en su libro “Puigdemont, el presidente @Krls”, retrata otra de sus prácticas.

Como cuando el destituido líder catalán viajaba a Madrid, la capital de España, y rechazaba tomar vuelos directos, de media hora, y se daba la vuelta larga tan solo para tener el derecho a pasar por puertas internacionales. Llegaba, así, a un supuesto otro país.

“El hacía estas cosas como un juego”, dice su biógrafo. Sin embargo, lo que parece indudable es que estas prácticas demuestran qué tan potente ha sido su identidad catalana y su ánimo de defenderla.

Catalanista por convicción; músico por pasión

Además, Puigdemont creía en su poder de convencimiento y transformador. Cuando le preguntaban qué hacía en el partido como Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), contestaba: “Ya lo cambiaré. Desde dentro yo lo cambiaré”, cuenta Grau. "Y es lo que pasó. Ese partido se volvió independentista a partir del 2012 y, sobre todo, desde el 2015", aunque más bien como respuesta a la actitud del Estado, explica el biógrafo. 

De discurso ágil, su vocación es el periodismo. Es amante de la historia y de las comunicaciones digitales, así como de un vestir holgado.

Lleva el pelo así porque es la forma más rápida de no secárselo y no peinarse
Carles Porta en ABC de España

Su chasquilla larga y abundante tapa la marca de un ojo izquierdo que le dejó un accidente en automóvil en la madrugada de 1983, cuando viajaba a Girona. Pero “lleva el pelo así porque es la forma más rápida de no secárselo y no peinarse”, dice un amigo suyo, Carles Porta, en una entrevista al diario ABC de España.

Porta incluso cree que Puigdemont, más que ocultar las secuelas que le dejó aquel choque automovilístico que casi le costó la vida cuando tenía 20 años, su look desaliñado proviene de su pasado como bajista de su grupo Zenit o por influencia de Pink Floyd, del que guarda todos sus discos, expresó a este diario.

En la biografía de Porta, además, lo describió como un hombre "honesto y resiliente", con el carácter de “un corredor de fondo”. Tiene “esta virtud (o defecto, ves a saber): es tozudo”, recoge la AFP.

“Carrera meteórica”

Su entrada a la política fue tardía, pero ha tenido una "carrera meteórica". Tenía 44 años cuando fue diputado a las elecciones del Parlamento catalán por la coalición Convergencia y Unión (CiU). Cinco años después, en 2011, ocupó la alcaldía de Girona, marcando un hito: fue el primer alcalde de allí sin una afiliación socialista desde 1979.

Llegó a ser el “President de la Generalitat” sorpresivamente. Fueron 11 horas de tensas negociaciones entre los partidos independentistas CUP y la Junts Pel Sí, hasta que su nombre relevó el del cuestionado Artur Mas al frente del gobierno regional.

No se lo esperaba. “Hace algunas horas era el alcalde de Girona y no pensé que estaría aquí en la situación en la que me encuentro”, se sinceró. Pero, en un margen de media hora terminó aceptando la propuesta, porque estaba en “circunstancias excepcionales y porque me siento leal al presidente Mas y al proyecto de país”, añadióPuigdemont.

Heredero de un proceso que debía llevar a Cataluña a la independencia en los siguientes 18 meses, Puigdemont tenía la oportunidad para plasmar el sueño soberanista catalán. "No es momento para cobardes, ni para temerosos flojos de piernas”, argumentó en el Palau de Cataluña. 

Venían tiempos difíciles para Puigdemont, porque como alcalde, se le reconoce su empuje en el turismo y la cultura. “Consiguió poner a Girona de moda”, agrega Grau y fue el “gran defensor de la lengua y la cultura catalana”.

Mérito suyo fue que el festival internacional Temp de Flors se llenara de gente por una semana y que parte de la sexta temporada de los Juegos de Tronos se filmara en el casco antiguo de esa ciudad.

Por eso, su llegada a la presidencia de Cataluña lo encontró en un alto momento político. “El estaba en un momento dulce. Era alcalde de Girona, una ciudad que funcionaba muy bien, y le hicieron una oferta un sábado 9 de enero por la mañana y tenía solo media hora para decir que sí o que no”, explica su biógrafo a T13 Semanal.

-¿Está arrepentido?

-“No. Él no. Porque desde joven se ofreció para luchar por la independencia de Cataluña. Por lo tanto, arrepentido no puede estar. Quizá lo que no está es excesivamente contento de cómo en el tramo final ha sido acompañado por sus socios de gobierno. Creo que en algún momento se ha sentido muy solo llevando el peso encima, en unas instancias muy complicadas y de un gobierno español absolutamente a la contra (...) Sabía que podía tener demanda de prisión por parte del Estado español. Él lo tenía claro”.

El periodismo, su vocación

Nacido en Amer (1962), un pueblo ubicado a 100 kilómetros de Barcelona, padre de dos hijas y casado con la rumana Marcela Topor, Puigdemont se inició en el periodismo a los 16 años. Entró a la universidad a estudiar Filología catalana, pero no terminó. 

Xevi Xirgo, el director de El Punt-Avui, quien trabajó con él en los 80, recuerda que Puigdemont ya entonces le pedía más espacio para publicar noticias sobre la causa independentista de Cataluña.

Entre 1982 y 1994, fue primero corrector lingüístico del periódico y luego redactor jefe del diario catalán El Punt –hoy Punt-Avui–, donde entabló amistad con Jordi Grau. “Él ha llevado siempre la idea de trabajar por su ‘país’. Lo que pasa es que lo hizo siempre como periodista, en un diario en línea catalanista”, como este, explica.

También fue uno de los fundadores y director (1999 y 2002) de la Agència Catalana de Notícies (ACN), que pasó a manos del gobierno local, en 2007. Y fue director de Catalonia Today, un periódico catalán escrito en inglés, donde puso en práctica todas sus habilidades. Además de catalán y castellano, habla  inglés, francés y rumano.

En su juventud se tomó un año sabático y como periodista escribió un libro sobre las nuevas realidades europeas. Por tanto, “se siente traicionado por la UE, porque él es un profundo europeísta”. El bloque europeo no reconoce a Cataluña como Estado independiente y ha criticado con dureza a Puigdemont. 

Puigdemont es hombre de pocos amigos. Cuenta con unos seis o siete, pero muy leales. Sin embargo, en estos últimos meses el que hasta ahora era el hombre fuerte de Cataluña ha cosechado grandes enemigos. 

“Cataluña no será independiente, señor Puigdemont, pero será menos rica, gracias a ustedes. Cataluña no será inedependiente, pero será menos abierta gracias a sus políticas. Cataluña no será independiente, pero será menos segura gracias a sus locuras. Y Cataluña no será independiente, pero será menos cohesionada, gracias a la fractura social que ustedes han generado”, indicó Inés Arrimadas, diputada catalana del partido Ciudadanos.

Su relación con la monarquía

Criado en el seno de una familia de pasteleros de Girona, Puigdemont no rechaza de lleno a la corona española. 

“No es antimonárquico, pero cuando ha visto que el Rey en su discurso excepcional se ha puesto de parte del gobierno, se han deteriorado las relaciones. No es monárquico, pero no es anti monarquía”, cuenta Grau. 

Sin embargo, ha existido una vinculación tensionada desde que estaba en la alcaldía de Girona. Dos hechos lo testifican. Cuando el Príncipe asumió la corona española en 2013 y tuvo que dejar su investidura de príncipe de Girona para cedérsela a su hija.

Puigdemont le recordó que en el municipio "no hay una voluntad mayoritaria" de ratificar la moción de 1981, que convirtió a Felipe de Borbón en Príncipe de Girona. De esta manera, le indicó que "si la Casa Real pidiera que la Infanta Leonor ostentara el título de Princesa de Girona, el municipio de la ciudad no daría el visto bueno", señala El Mundo de España.

El otro episodio fue en el I Congreso Bienal Sobre Seguridad Jurídica y Democrática en Iberoamérica, en que Puigdemont, compartiendo mesa con el entonces Príncipe Felipe VI, reivindicó públicamente el derecho del pueblo catalán a decidir su futuro.

El mismo 12 de enero de 2016, cuando asumió la presidencia catalana en un abarrotado salón de Sant Jordi de la Generalitat, optó por quebrar la tradición. Fue el primer presidente de Cataluña que en la toma de posesión formal no juró fidelidad a la Constitución ni al Rey. Sí dijo: "estamos ahogados y humillados financieramente, y menospreciados en la identidad y la lengua”.

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