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Historiador español: “La crítica a la transición siempre es en relación con un beneficio político”

Historiador español: “La crítica a la transición siempre es en relación con un beneficio político”
T13
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Santos Juliá, que acaba de publicar su libro Transición, afirma que en el período en que España pasó de dictadura a democracia la “toma de decisiones políticas que en unos casos son resultado más bien de la audacia que del miedo”.

Por Pedro Schwarze

Hace cuatro décadas España llevó a cabo una transición política que condujo al país desde la dictadura a la democracia. Un proceso elogiado y destacado como ejemplo en buena parte del mundo. Sin embargo, en los últimos años sectores políticos han puesto en tela de juicio esa transición, que desmontó la estructura y el modelo franquista, y que construyó el actual sistema político español. Eso es lo que aborda el prestigioso historiador Santos Juliá (Ferrol, España, 1940) en su libro Transición. Historia de una política española (1937-2017), y que salió a la venta en octubre.

Cuando Chile realizó su propia transición a la democracia, algunos la compararon con la española, en la búsqueda de consensos y en la necesidad de dejar atrás la dictadura. Fue así que la experiencia chilena fue destacada como una iniciativa política de éxito. Pero menos de tres décadas después –al igual como ocurre en España- han surgido voces que cuestionan cómo se llevó adelante ese período político, ya sea por los temores que primaron entonces, por la mantención de la Constitución y por las herencias de la dictadura.

Santos Juliá, en diálogo con T13 Semanal, sostiene que son demasiadas las diferencias entre las transiciones de España y de Chile, porque la de su país no explica sin la Guerra Civil (1936-1939) y sus efectos. El historiador, autor también de Manuel Azaña. Una biografía política y de Historias de las dos Españas, destaca que la transición española en términos formales concluyó en 1978, tres años después de la muerte de Francisco Franco, y que el hito de la llegada del socialista Felipe González al poder, en 1982, podría considerarse como la validación de esa fase histórica.

-¿Se pueden comparar las transiciones de España y de Chile?

-Hay muchas diferencias. Son transiciones a la democracia, pero no tienen nada que ver. Creo yo. La transición española no se explica si no es porque es el punto final de los resultados de una guerra civil. Y eso le da un carácter diferente a otras transiciones en las que no hubo guerras civiles ni el resultado de una guerra civil tan prolongado como fue la transición española. Todo lo que constituye la transición se fue madurando, pensando y debatiendo precisamente como proceso que debía clausurar una guerra civil. Y eso no ocurre en otras.

El proceso de transición es relativamente largo. No se resume en un momento. No es la caída de un régimen y sustitución por otro, sino que es un proceso
Santos Juliá

-¿Qué fue lo que marcó el proceso de la transición española? ¿Hubo elementos, como el miedo, la prudencia, el temor a volver al pasado, que influyeron las decisiones de esos años?

-Mi libro le dedica mucho espacio a todo lo que se habló sobre la necesidad de un proceso de transición antes de que la transición tuviera lugar. De transición se está hablando en España desde la misma Guerra Civil: que era necesario clausurar la guerra, entrar en relación las dos partes en guerra, nombrar un gobierno independiente que preparara la paz a través de una amnistía y que sometiera a la voluntad de los españoles el régimen que querían darse. También se habló de esto durante todo el tiempo del exilio. Y dentro de España, en 1956, por ejemplo, el Partido Comunista propuso un plan que se llama de transición pacífica de la dictadura a la democracia. Y yo vuelvo a todo eso para decir que cuando se inicia el proceso de transición, sus principales puntos a realizar durante ese proceso estaban muy hablados en España desde los años 50. Se siguió hablando en los años 60 con todo lo del “después de Franco” y se intentó realizar en los años 70. Es decir, que no es algo que se le ocurriera a tres o cuatro mentes privilegiadas a la muerte de Franco, sino algo de lo que se venía hablando muy, muy elaboradamente desde muchos años antes.

-¿Pero el temor o la prudencia no juegan un rol en el momento mismo de la transición?

-Yo creo que el proceso de transición es relativamente largo. No se resume en un momento. No es la caída de un régimen y sustitución por otro, sino que es un proceso. A mí me importan menos los sentimientos que las prácticas políticas que se desarrollan. Entonces hay unas prácticas políticas, hay una toma de decisiones políticas que en unos casos son resultado más bien –si queremos hablar de actitudes o sentimientos- de la audacia que del miedo, y en otros casos son resultado de una prudencia o cautela para que aquello no se rompa. Por ejemplo, la legalización del Partido Comunista (en 1977) fue una decisión audaz que no se puede explicar por el miedo a los militares. Porque los militares se habían manifestado repetidamente contra la legalización (del PC). Si usted dice que fue una transición bajo el miedo, yo pregunto ¿cómo se explica esto? O si usted dice que fue una transición bajo el sable militar, yo digo que contra el sable militar se legalizó el Partido Comunista y contra el sable militar se introdujo en la Constitución el término nacionalidades y autonomía de las nacionalidades y regiones. Es decir, que no se deja reducir el proceso a un sentimiento, a una actitud, sino que cada una de las decisiones políticas con resultados decisivos que se van tomando es fruto de una serie de factores que es preciso analizar.

Podemos al momento de salir a la luz, en público, en 2013, pretendía recusar el régimen de 1978, es decir, todos los déficit o las corrupciones
Santos Juliá

-¿Por qué cree que, 40 años después de ese período, surgen sectores políticos en España que cuestionan y critican la transición española, pese a que fue muy elogiada en el pasado? Algo similar ocurre en Chile. ¿Es un problema generacional?

-Creo que es porque se produce con la aparición de una nueva generación. Realmente depende de quién es el que está criticando.

-Está el caso de Podemos, el partido de izquierda, de Pablo Iglesias.

-Bueno, Podemos al momento de salir a la luz, en público, en 2013, pretendía recusar el régimen de 1978, es decir, todos los déficit o las corrupciones, en fin, el sistema político tal como funcionaba en 2013, se lo atribuía a la transición. Por eso que llamaron la cadena equivalencial que es algo que tomaron de Ernesto Laclau y de La razón populista. Cuando se dieron cuenta de que eso no funcionaba políticamente dijeron, y está escrito, que atacar a la transición era políticamente no productivo, y cambiaron el discurso. Entonces dijeron que la transición había tenido muchas cosas buenas, etc. Es decir, que la recusación de la transición por Podemos es agua pasada. La que ahora está funcionando más es la que tiene que ver con el hecho de no haber reconocido el derecho de autodeterminación a las nacionalidades que componen el Estado.

-Ahora son los nacionalistas catalanes los que cuestionan la transición.

-Si ahora usted lee a un nacionalista catalán le dirá que la transición fue como una traición al pueblo catalán en la medida en que no reconoció por miedo, se dice, el derecho de autodeterminación. Pero si usted toma el debate constituyente y ve lo que están ahí defendiendo los diputados catalanes, pues todos son unánimes en que la futura organización del Estado español tiene que incluir el reconocimiento de la autonomía y la solidaridad entre las regiones y las nacionalidades. El hecho de reclamar ahora, por ejemplo, un derecho de autodeterminación o la independencia es nuevo. Eso no ocurría entonces. Eso ocurre ahora. Y una manera de legitimarlo es decir que en el régimen del 78 no se reconoció por miedo. Este es el mecanismo de la crítica política a la transición, que está siempre en relación con un beneficio político que se piensa derivar de esa negación de legitimidad. Los partidos nacionalistas, de nacionalidades como del País Vasco, de Cataluña, que han ido al Parlamento español, hablan de que la Constitución es un candado que les impide entrar en las instituciones. Bueno, han entrado en las instituciones. No solo han entrado, sino que las han gobernado. Entonces es una manera de deslegitimar lo que se realizó entonces con el efecto de sacar provecho político ahora.

La transición en el sentido que se le dio entonces era amnistía, recuperación de libertades personales y colectivas, apertura de un proceso constituyente y Constitución
Santos Juliá

-Con los años que nos distancian de la transición y con la perspectiva que tenemos hoy ¿qué críticas efectivas se le pueden hacer a la transición?

-Creo que la crítica que se puede hacer a un tiempo pasado siempre se hace en función de lo conseguido en el tiempo presente. La crítica más generalizada ahora, en este momento por el que estamos pasando, es que no definió claramente qué tipo de Estado era el que se pretendía construir, que no reconoció la plurinacionalidad del Estado español. Eso es lo que ahora está más presente en el debate público.

-¿Pero eso es porque la Constitución estableció más bien un régimen de transición en esa materia?

-No. Lo que establece la Constitución es el procedimiento para llegar a la autonomía. Pero entonces no había regiones como unidades políticas ni administrativas. No había naciones como estados o como parte del Estado. Lo que había eran provincias y la Constitución lo que hace es cómo se convierten las provincias en regiones o en nacionalidades, y establece el procedimiento. Y ese procedimiento se lleva a cabo. Imputar a la transición que no se hubiera hecho entonces el reconocimiento de todas las nacionalidades y regiones es absurdo. No existían. La transición establece el procedimiento para llegar a ellas en un término, en un plazo que dependía un poco de la iniciativa de las mismas provincias para iniciar el procedimiento de convertirse en regiones autónomas. Eso es lo que hizo la república y es lo único que se puede hacer cuando se pretende reconocer –partiendo de un Estado unitario y centralista- la autonomía de diversas entidades que van a formar ese Estado. A mí me parece que esto forma parte del debate político, pero que no conduce realmente ni a un mejor conocimiento de lo que entonces pasó ni a una crítica histórica. Una crítica histórica que tendría que ser en relación con ¿las posibilidades abiertas? En relación con los puntos de partida, lo que se estaba demandando por la oposición era la apertura de un proceso constituyente, y el proceso constituyente se abrió, y el proceso constituyente dio lugar a una constitución, una constitución democrática, sobre la que se construyó este estado de las autonomías.

-¿Cómo se soluciona el actual problema? ¿Con una nueva Constitución? ¿Con reformas a la Constitución?

-Hace años, en 2004, el gobierno socialista (de José Luis Rodríguez Zapatero) presentó un proyecto de reforma constitucional. Yo creo que la reforma es necesaria. La reforma del Título VIII (de la organización territorial del Estado español), que era un título procedimental. Ya ahora están constituidas las regiones, ya ahora están constituidas las nacionalidades y ya sí se puede reconocer constitucionalmente esa nueva realidad del Estado español. Esa reforma debería llevar implicada una mejor distribución de las competencias y una reforma profunda del Senado, de manera que el Estado español –que es un Estado que podríamos llamar tendencialmente federal- fuera en efecto un Estado federal. Es decir, con instituciones que garantizaran la lealtad entre sus diversas partes y sus diversos poderes.

-¿Políticamente, más que formalmente, cuándo termina el período de la transición? ¿Se puede decir que se completa la transición cuando la derecha, encarnada en el Partido Popular (PP), vuelve al poder, en 1996?

-No. Para nada. Yo creo que la transición termina, si acaso, con la llegada de los socialistas al poder (1982). Yo cuando hablo de la transición política hablo de la transición que termina con la promulgación de la Constitución (1978). Es verdad que a partir de la promulgación de la Constitución todavía hay desarrollos que se pueden llamar constitucionales -como la aprobación de los estatutos, la aprobación del Tribunal Constitucional-, pero yo entiendo que ese proceso estaba mejor visto por los analistas de Estados Unidos y algunos británicos que hablaron de período de consolidación de la democracia, no exactamente de transición. La transición en el sentido que se le dio entonces era amnistía, recuperación de libertades personales y colectivas, apertura de un proceso constituyente y Constitución. Y eso termina a finales de 1978, principios de 1979. Hay unas elecciones inmediatamente que gana el partido que estaba en el poder UCD (Unión de Centro Democrático, de Adolfo Suárez), pero con minoría. Y luego en 1982 sí se puede decir que por la primera alternancia, la transición queda validada, porque es el primer gobierno de la oposición. Pero más allá de 1982 ya no hay transición. Hay el ejercicio del poder sobre las nuevas instituciones aprobadas y consolidadas. Si usted quiere hablar de una transición cultural, social, económica, pues ya las fechas cambian. Pero la transición política-institucional es desde que Adolfo Suárez anuncia que se van a celebrar elecciones generales, en julio de 1976, hasta que se aprueba la Constitución, en diciembre de 1978. A eso es lo que yo llamo, y muchos otros, transición política.

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