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Los peatones que hacían extraordinarias hazañas deportivas y ganaban fortunas

Los peatones que hacían extraordinarias hazañas deportivas y ganaban fortunas
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Los peatones no siempre fueron lo que ahora son. En el siglo XIX eran unos deportistas tremendamente populares que desafiaban los límites del cuerpo y se convertían en leyendas.

En julio de 1809, mientras las tropas británicas se alistaba en la costa sur de Inglaterra para zarpar con destino a Walcheren a enfrentar a las tropas de Napoleón, en el bosque de la ciudad de Newmarket, a 105 kilómetros norte de Londres, una vibrante multitud se congregaba para ver a un hombre caminar 2 millas.

Desde hacía tres días había empezado a llegar tanta gente que las autoridades habían sido notificadas. No que lo necesitaran: pocos eran ajenos al evento.

Los diarios habían estado informando sobre todos los pormenores por semanas y, aunque ese miércoles 12 había mucha más gente que de costumbre, miles habían ya acudido al lugar durante los pasados 41 días.

El hombre era el capitán Robert Barclay, un caballero por cuyas venas fluía la sangre de antiguos reyes de Escocia.

Las 2 millas que iba a caminar eran las últimas de las 1.000 que había apostado 1.000 guineas que caminaría en 1.000 horas consecutivas.

Y es que Barclay era un atleta, más exactamente, un peatón.

Hoy en día, un peatón es una persona que no se desplaza en un vehículo. Pero antes de la invención de la bicicleta y el motor de vapor, los peatones eran otra cosa: eran deportistas y el "pedestrianism" era uno de los deportes más populares de la época.

Sus estrellas eran celebridades y sus hazañas se tornaban en leyendas.

Caminaban de una ciudad a otra o en pistas y, efectivamente, la gente iba a verlos caminar, ya sea por los senderos o dando vueltas sin cesar en una pista.

En la edad de oro de los juegos de azar, apostaban. Se proponía el reto y los tahúres calculaban si las probabilidades a favor y en contra.

Y, en el caso del capitán Barclay, el pronostico iba firmemente en su contra.

20 años de salario por caminar 1.609 kilómetros

No todos los desafíos eran tan ambiciosos como el que el capitán Barclay se planteó.

La apuesta original era entre él y su rival James Wedderburn-Webster.

Para tener una idea de lo que 1.000 guineas significaban, Peter Radford -autor de "El celebrado capitán Barclay"- señala que el público presente ese miércoles tendría como referencia 50 guineas como el sueldo de un año de trabajo.

Eso quería decir que, si lograba caminar esas dos millas que le faltaban, ganaría al menos el equivalente al salario de 20 años de quienes lo estaban aplaudiendo.

Al menos eso, porque otros más apostaron en su contra, de manera que se rumoraba que el botín había alcanzado las 16.000 guineas, equivalentes a 320 años de salario.

Encima, el diario The Times había dicho que entre los caballeros -el príncipe de Gales incluido-, la cantidad en juego eran 100.000 libras (US$50 millones de hoy), un monto incomprensible.

Una milla cada hora de cada día y cada noche

Sin embargo, sería una equivocación pensar que lo que atraía a la gente era el dinero.

Ese público sabía muy bien cuán arduo sería lograr lo que el atleta se propuso.

Antes de que hubiera autos, la forma de transporte en muchos casos y para mucha gente eran sus piernas, así que la mayoría conocía los límites del cuerpo, y la opinión dominante se resumía en una palabra: imposible.

De hecho, las consecuencias podían ser fatales, particularmente por la falta de sueño pues la idea era caminar una milla cada hora de cada día y cada noche.

El capitán Barclay, consciente de la dificultad, trazó un plan: si caminaba las millas de dos en dos -una al final de cada hora y otra al principio de la siguiente hora- y repetía esa estrategia durante toda la carrera, podía descansar en intervalos de aproximadamente 90 minutos durante los casi 42 días que le tomaría terminar.

Una más

Ese miércoles a las 3:15 p.m., vestido como un caballero, con su abrigo de lana pesada, pantalones de franela, medias de lana de cordero y zapatos de tacón de cuero, Barclay empezó a caminar su última milla.

Debía completar las 1.000 antes de las 4 p.m. de ese 12 de julio, y se le veía relajado y animado.

Sólo dos días antes había estado "muy enfermo". Y durante las seis semanas había sufrido, por ejemplo, de "un poco de dolor en las piernas" en el doceavo día; dolores en su cuello y hombros y nausea en la segunda semana y dolor de muela en la cuarta

Quizás el momento más difícil había sido el inicio de la milla 607. Se había quedado dormido y no lograban despertarlo, así que su hermano y un amigo lo arrastraron a la línea de inicio.

A pesar de que estaba de pie, seguía dormido. Cuando apenas faltaban 20 minutos para completar la milla o perder todo el esfuerzo, recurrieron a golpearlo violentamente con una vara en los hombros hasta que se despabiló, los insultó y empezó a caminar.

Ahora, sólo le faltaban unos pasos.

Los dio, escuchó los vítores cuando a las 3:26 p.m. logró lo considerado imposible, y se fue caminando a su casa. Tomó un baño y durmió, por primera vez en más de 40 días, una noche entera sin interrupciones.

Había perdido 32 libras de peso y ganado fama y una fortuna.

Cinco días más tarde partió hacia la costa sureña de Inglaterra para unirse a la fuerza militar más grande que Reino Unido había reunido jamás para luchar en el extranjero y zarpó con ella, el 20 de julio, sólo una semana después de su triunfo en Newmarket.

El capitán Robert Barclay es considerado el padre del deporte de pedestrianismo o peatonismo, precursor de la marcha atlética.

El fin

En 1885, un inglés llamado John Starley inventó la "bicicleta segura".

"Era más atractivo ver una carrera de bicicletas dando vueltas durante seis días que a unos peatones caminando", le dijo Matthew Algeo, autor del libro "Pedestrianism" a la cadena de radio estadounidense NPR.

"Otra ventaja era el final de las carreras pues los competidores estaban tan privados de sueño que había unos choques espectaculares, algo que los espectadores disfrutaban mucho", añadió.

Pero el desaparecido deporte dejó su legado.

En Estados Unidos, "los peatones tenían acuerdos de patrocinio muy lucrativos". ç

"Eso tan prevalente en el deporte moderno empezó con el pedestrianismo", señaló el escritor.

"Dan O'Leary (una de las estrellas estadounidenses) era el vocero de una marca de sal. John Hughes, otro peatón, era patrocinado por la 'National Police Gazette', un diario popular, incluso usaba una camiseta con el logo del diario cuando caminaba".

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