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Mujeres Bacanas: Anna Coleman Ladd, la escultora de los heridos

Mujeres Bacanas: Anna Coleman Ladd, la escultora de los heridos
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Cuando la Primera Guerra Mundial dejó a miles de hombres desfigurados, esta escultora creó prótesis y máscaras personalizadas para quienes llamaba “los valientes sin rostro”, que eran considerados repulsivos por la sociedad.

Anna Coleman nació en Filadelfia y obtuvo su educación artística en Europa, aprendiendo escultura en París y Roma. Se casó en Boston con el doctor Maynard Ladd, a quién asignaron como director de la Oficina del Niño en Toul, lo que le dio la oportunidad de irse a Paris y fundar en 1917 el Estudio de Máscaras-Retrato de Cruz Roja Americana en París, junto a 4 asistentes.

Durante la Primera Guerra Mundial, más de 20.000 hombres fueron desfigurados. Una época en que la cirugía estética apenas había avanzado a corregir un labio leporino, las heridas de guerra suponían un gran desafío para la comunidad médica de proveer a los veteranos cirugías que fueran suficientes para recuperar su cara.

Ante esto y gracias a sus dotes de artista que ya habían ganado reputación en Estados Unidos, Anna se decide por darle una solución a los soldados franceses, quienes acudieron a su estudio (donde estaban prohibidos los espejos) buscando ayuda en un proceso que no sólo era físico sino que sicológico también. La sociedad europea toleraba a los mutilados, siempre y cuando fueran extremidades. Nadie soportaba ver a alguien sin nariz o con la cara desfiguraba, aquellos estaban condenados a la aislación social. Pero en el estudio de Anna aquellos veteranos podían distenderse sin el temor de ser discriminados por su aspecto, mientras esperaban que la artista los atendiera.

Anna Coleman Ladd
Anna Coleman Ladd

Para realizar las máscaras y/o prótesis Anna se basaba en fotos antiguas para ver los hábitos y expresiones faciales. El resultado era una máscara (de un molde de yeso) de cobre galvanizado, que era finalizado con la soldadura hecha por Anna. La terminación constaba de una prótesis que se pintaba de acuerdo al tono de piel del paciente, agregándole cejas, labios e incluso gafas con el fin de elaborar las prótesis más realistas posibles.

Anna alcanzó a crear 200 máscaras, pues cada una requería varias semanas de elaboración y porque la Cruz Roja Americana no pudo seguir costeando el estudio.

Por su ayuda en la postguerra se le concedió la Medalla de la Legión de Honor en Francia y fue nombrada Caballero de Crois de la Orden de San Sava de Serbia.

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