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Mujeres Bacanas: Eloísa Díaz, la primera doctora de Chile

Mujeres Bacanas: Eloísa Díaz, la primera doctora de Chile
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Entró a estudiar a la Universidad de Chile en 1881, después que una ley por fin permitiera a las mujeres cursar estudios universitarios. "La instrucción, como muchos pretenden, no es la perdición de la mujer: es su salvación", diría más tarde.

Esta chilena fue una de las precursoras de la medicina no sólo en Chile, sino que se convirtió en doctora cuando sólo había mujeres en la profesión en Estados Unidos y algunas partes de Europa. Con la higiene femenina y la preocupación por los niños como norte, tuvo una larga y destacada carrera, que incluyó crear el primer servicio médico escolar de Chile.

Recién en 1877 que se pasó una Ley en Chile que permitía a las mujeres tener estudios universitarios; en 1881, Eloísa Díaz, de sólo quince años, daba su examen de Bachillerato, una de las primeras de su género en hacerlo. Aprobó y se convirtió en la primera mujer en ser alumna de la Universidad de Chile, desde donde egresaría convertida en la primera doctora también.

Eloisa Díaz
Eloisa Díaz

Fue abriendo camino, la primera mujer en congresos médicos, la primera de tantas cosas. Además, sabía de su lugar en la historia y lo usó para preocuparse por las demás mujeres. Su tesis Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y las predisposiciones patológicas del sexo fue publicada, y el mismo presidente Balmaceda le entregó su título. Se convirtió en profesora de Ginecología y tomó parte en variadas organizaciones, desde la Cruz Roja en adelante.

En 1911 se convirtió en la primera directora del recién creado Servicio Médico Escolar de Chile, donde estaría varias décadas preocupándose por la nutrición y salud de los niños; por un tiempo, entregó de su propio bolsillo para pagar los desayunos infantiles. En el Congreso Científico de Buenos Aires en 2010, fue nombrada Mujer Ilustre de América.

Algunas de sus palabras cuando defendía su opción de licenciarse en la U. De Chile: “Siento al reconcentrarme íntimamente que no he perdido instruyéndome y que no he rebajado mi dignidad de mujer, ni torcido el carácter de mi sexo! No! La instrucción, como muchos pretenden, no es la perdición de la mujer: es su salvación”.

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