Por Camilo Feres, analista político

El debate presidencial televisado de esta noche contará con la totalidad de los candidatos reales presentes. Digo reales por cuanto a estas alturas ya está claro que el candidato virtual Franco Parisi no invertirá un solo minuto (ni un solo peso) en su apuesta por hacerse una “pasada” vía ley de financiamiento electoral.  El lance televisivo llega en un momento convulso, en un mes cargado por el aniversario del estallido; el inicio del debate de contenidos en la convención constituyente y las esquirlas políticas de los Pandora Papers que, entre otros, reinstalaron la apuesta por destituir al Presidente vía acusación constitucional.

La mayoría de los comandos tienen altas expectativas de incidir en la carrera presidencial a través del debate y éstas se ven ratificadas por estudios que muestran a estos espacios como los preferidos por la ciudadanía para formarse una opinión sobre a quién apoyar. El protagonista indiscutido de esta edición, aunque no esa no necesariamente sea una buena noticia, será el candidato del oficialismo Sebastián Sichel.

El candidato de la derecha viene de varias semanas para el olvido. Tras imponerse en la primaria de su sector bajo el rendidor pero peligroso discurso antipartido, Sichel no ha dejado de mostrar más que dudas e incomodidades al convertirse en el abanderado de todos los partidos de su sector. Estas dudas comenzaron a quedar en evidencia en el pasado debate televisado y desde entonces se han traspasado desde su persona, a sus parlamentarios y a una parte de su electorado potencial (la encuesta CAdem del domingo lo muestra en cuarto lugar).

Sichel llega al debate con la misión de contener la disolución de su condición de mejor alternativa para frenar a la izquierda que es, a estas alturas, su único atractivo electoral. Pero su centralidad no radica sólo en el morbo de su condición de amenazado, siendo su electorado el único bolsón de votos disponible para el crecimiento de los otros aspirantes a pasar a una segunda vuelta, su desempeño, así como las formas que los demás encuentren para intentar crecer a costa suya, van a marcar una parte importante del evento.

Por el otro lado, Gabriel Boric llega al encuentro revestido del teflón que recubre a los candidatos más fuertes. Así como sucediera a Bachelet en su minuto, el principal desafío de Boric es no arrinconarse en ninguna confrontación que lo aleje de la condición de receptor de una diversidad expectativas dispersas -y muchas veces discordantes entre sí-, que pululan en la mente del electorado. Con todo, la misión del candidato de la izquierda sigue siendo no irse muy a su izquierda ya que ésta no cuenta con muchas alternativas en la papeleta, pero sí las tienen sus electores más moderados.

La candidata de Nuevo Pacto Social, Yasna Provoste, en tanto, llega a este debate en mejores condiciones que en la anterior edición. Sus números en encuestas han repuntado y aunque en el período ha sufrido descuelgues -como el que protagonizó la Diputada Socialista Maya Fernández- éstos han sido contenidos, en parte, por el despliegue de su comando y algunas figuras de su coalición. Provoste, sin embargo, deberá tomar una decisión compleja, como es la de definir si apuesta a crecer como opción para eventuales huérfanos de Sichel o si opta por disputar el espacio de centroizquierda que podría emigrar definitivamente hacia Boric.

En la foto macro, que el de hoy sea un debate que se juega a 4 bandas está fuertemente influido por la existencia del ballotage y una regla electoral mayoritaria. Aunque resulta hoy un lugar común referirse a la izquierda y derecha como categorías en extinción, la verdad es que la necesidad de contar con una mayoría de 50 más 1 para llegar a la presidencia necesariamente revitaliza ese clivaje. Con esto, la verdadera disputa de la primera vuelta se traslada a la pregunta sobre qué derecha y qué izquierda quieren los ciudadanos.

La creciente debilidad de Sichel y la aparente inevitabilidad de Boric ha agudizado esa pregunta en la cabeza de los electores de derecha, quiénes comienzan a abandonar progresivamente la idea de elegir a un candidato propio capaz de frenar a la izquierda (argumento del que se nutrió Piñera en su minuto) y comienzan a pensar sólo en uno que sea genuinamente “propio”.

En el plano de los apoyos políticos, en tanto, la proporcionalidad de la regla electoral parlamentaria opera de manera inversa -pero sinérgica al escenario principal en este caso-. Despojados de la necesidad de ir en una coalición mayoritaria bajo una figura principal fuerte, para los candidatos al Congreso resulta cada vez más importante vincularse a nichos electorales seguros. Esto claramente no lo tuvo en mente Sichel cuando decidió hacer un Ricardo Lagos amenazando con sacar de la foto a los díscolos que votaran por los retiros de los ahorros previsionales.

Paradojalmente entonces, aunque sus posiciones son hoy minoritarias en el escenario político-electoral, los votos de derecha se están convirtiendo en los grandes electores de este proceso. A diferencia de lo que ocurre en el resto de las actividades políticas, en el debate de este 11 de octubre la derecha sí será protagonista.

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