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Guerra de Afganistán: las concesiones que se tienen que hacer para alcanzar la paz con el Talibán

Guerra de Afganistán: las concesiones que se tienen que hacer para alcanzar la paz con el Talibán
BBC News Mundo
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Estados Unidos y el Talibán están en plenas conversaciones de paz, pero es solo el comienzo de un proceso largo e incierto. ¿Cuáles son los principales obstáculos?

Por primera ve en 18 años, el gobierno de Estados Unidos parece decidido a retirar sus tropas de Afganistán y dar por terminada la guerra más larga de su historia.

Desde octubre de 2018, autoridades estadounidenses y representantes del Talibán han mantenido siete rondas de conversaciones con el objetivo de asegurar una salida segura para Estados Unidos a cambio de que los insurgentes garanticen que el territorio afgano no será utilizado por militantes extranjeros y no se convertirá en una amenaza de seguridad para el resto del mundo.

Una coalición militar liderada por Estados Unidos expulsó al Talibán del poder en Afganistán en 2001 por darle refugio a al Qaeda, el grupo acusado de organizar los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y el Pentágono.

El actual y poco común consenso en torno a la resolución pacífica del conflicto, tanto dentro como fuera de Afganistán, hace que la paz esté más cerca que nunca.

Durante una visita a Afganistán a finales de junio, el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, dijo que el gobierno de Trump aspira a tener un "acuerdo de paz antes del 1 de septiembre".

Pero las conversaciones entre EE.UU. y el Talibán en Doha (capital de Qatar), así como el diálogo interno afgano entre los insurgentes y algunos funcionarios del gobierno, son solo la primera fase de un complicado proceso de resultado incierto.

Quedan muchos obstáculos que superar.

¿Tiene que haber un alto el fuego?

Al tiempo que EE.UU. cambió su postura de rechazo a hablar directamente con el Talibán, los combates y ataques aéreos de los ejércitos estadounidense y afgano persisten en todo el país. Y mientras se sienta a negociar, el Talibán controla y tiene influencia en una mayor parte del territorio que en cualquier otro momento desde 2001.

La guerra en Afganistán es actualmente el conflicto más mortal en el mundo, causando más víctimas que los combates en Siria, Libia o Yemen.

Los patrones de violencia han cambiado considerablemente en los últimos años. La amplia mayoría de muertos y heridos son ahora afganos -civiles, agentes de policía y soldados- y combatientes del Talibán.

En enero, el presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, dijo que más de 45.000 miembros de las fuerzas de seguridad del país murieron desde que se convirtió en líder a finales de 2014.

Durante el mismo período, "el número de víctimas internacionales fue inferior a 72", dijo.

En febrero, Naciones Unidas dijo que las muertes de civiles alcanzaron un número récord en 2018,. La organización señaló que en la última década murieron violentamente más de 32.000 civiles.

Los combatientes del Talibán también mueren en grandes cantidades por los ataques aéreos, redadas nocturnas y combates terrestres.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quiere terminar la guerra que, según funcionarios estadounidenses, cuesta unos US$45.000 millones al año. Su propuesta de retirar próximamente a la mayoría de los 14.000 soldados allí destinados tomó a todos por sorpresa, incluido el Talibán.

Hay también cerca de 1.000 soldados británicos en Afganistán como parte de la misión de la OTAN para formar y apoyar a las fuerzas de seguridad afganas.

Pero incluso si el Talibán y Estados Unidos resuelven sus principales asuntos, los propios afganos tendrán que solucionar una serie de temas internos fundamentales, como un alto el fuego, el diálogo entre el Talibán y el gobierno y, sobre todo, la formación de un nuevo gobierno y sistema político.

Idealmente, un alto el fuego precedería a unas elecciones presidenciales a finales de este año en las que podría participar el Talibán, pero esto parece improbable.

Sin un alto el fuego, completo o parcial, hay temores de que se cometan irregularidades en los comicios y la potencial agitación derivada de esto podría socavar cualquier proceso de paz e incrementar la inestabilidad política.

¿Se puede compartir el poder? ¿Cómo?

Hay una serie de opciones y escenarios.

En primer lugar, todos los actores implicados deben tomar una decisión sobre si las elecciones presidenciales, ya pospuestas a finales de septiembre, se pueden celebrar como está previsto.

Si se celebran, un nuevo gobierno en Kabul podría negociar condiciones con el Talibán, salvo que se hubiera alcanzado un acuerdo de paz antes de la votación.

No está claro si ese gobierno cumplirá un mandato completo o si funcionará como gobierno interino mientras se discuten las opciones de reparto del poder interno.

Pero las elecciones también pueden ser retrasadas una vez más o suspendidas, con lo que se extendería el mandato del gobierno actual mientras se busca un mecanismo de consenso para establecer un nuevo gobierno que sea aceptable para todos los bandos, incluido el Talibán.

¿Terminará el Talibán de vuelta en el poder?

La creación de un gobierno temporal neutral o una coalición de gobierno que pudiera incluir al Talibán es otra opción que se está evaluando.

Una loya jirga -o gran asamblea- de afganos podría ser llamada a elegir un gobierno interino que convocaría elecciones una vez que las tropas de EE.UU. se hubieran ido y que el Talibán hubiera sido reintegrado.

Una conferencia internacional similar a la celebrada en Bonn, Alemania, en 2001 es otra sugerencia para ayudar a dibujar la ruta de futuro para el país.

Esta reunión incluiría a los bandos afganos, más las grandes potencias y los países vecinos, pero esta vez también con la participación del Talibán.

Varios líderes talibanes me dijeron que necesitan tiempo para introducirse en la sociedad afgana y prepararse para las elecciones.

¿Podrán trabajar juntos antiguos enemigos?

Habrá asuntos muy difíciles de superar después de un conflicto que ha dejado cientos de miles de víctimas en todos los bandos: fuerzas gubernamentales, grupos insurgentes y civiles.

Por ejemplo, el Talibán no acepta la Constitución actual y percibe al gobierno afgano como un "régimen marioneta impuesto por EE.UU.".

Hasta ahora, el gobierno del presidente Ghani no se ha implicado en conversaciones directas con los insurgentes, que rechazan hablar con un gabinete al que no reconocen.

Por tanto, dadas las rivalidades internas y los intereses diversos de los distintos actores locales, la fase doméstica del proceso de paz puede resultar incluso más difícil que las conversaciones entre EE.UU. y el Talibán.

Sin embargo, hay señales positivas.

Este año se celebraron en Moscú, Rusia, dos rondas de negociaciones internas en las que políticos afganos como el expresidente Hamid Karzai, antiguos comandantes y miembros de la sociedad civil incluidas mujeres se encontraron con representantes talibanes para hablar sobre el final de la guerra.

En julio se celebró en Doha una tercera de estas reuniones en la que varios funcionarios en activo del gobierno afgano también participaron, si bien a título personal.

Se espera que estas reuniones vayan trazando el camino para unas conversaciones de paz formales entre el Talibán y otros sectores afganos, entre ellos el gobierno.

Un número de afganos teme que compartir el poder con el Talibán suponga el retorno de la interpretación extremista del grupo sobre la justicia islámica. Les preocupa que se pierdan varias libertades, en especial ciertos derechos de las mujeres.

El Talibán vetó a las mujeres de la vida pública cuando gobernó en los años 90 y sus castigos incluyeron lapidaciones públicas y amputaciones.

¿Qué pasa si las conversaciones no conducen a la paz?

Desde la invasión soviética de Afganistán en 1979, ha habido una larga lista de acuerdos sin satisfacer y fallidos intentos de poner fin a la guerra en el país.

Esta vez se pueden repetir varios escenarios del pasado.

Una retirada de EE.UU., con o sin acuerdo de paz, quizá no signifique automáticamente el colapso repentino del gobierno en Kabul.

La guerra puede continuar y la supervivencia del gobierno puede depender grandemente de la asistencia financiera y militar de aliados extranjeros -especialmente Estados Unidos- y de la unidad y compromiso de la élite política del país.

Cuando las fuerzas soviéticas se retiraron en 1989, el gobierno respaldado por Moscú en Kabul duró tres años.

Pero su colapso en 1992 derivó en una sangrienta guerra civil en la que se implicaron varias facciones afganas apoyadas por distintos poderes regionales.

Si los temas no se manejan ahora con cuidado, existe el riesgo de que se repitan estos dos escenarios,

El Talibán, que emergió del caos de la guerra civil, capturó Kabul en 1996 y gobernó en la mayor parte de Afganistán hasta que la invasión liderada por EE.UU, lo sacó del poder en 2001.

Podría intentar tomar el poder otra vez si no se alcanza un acuerdo o si el acuerdo fracasa.

¿Cómo sería el caos?

Los actuales esfuerzos por la paz pueden conducir a un nuevo escenario en Afganistán que incluya al Talibán.

Esto significaría el final de los combates y la formación de un gobierno afgano inclusivo: una victoria total para los afganos, EE.UU. y los actores regionales.

Pero la alternativa es funesta: una probable intensificación del conflicto y la inestabilidad en un país situado estratégicamente en una región con un conjunto de grandes potencias como China, Rusia, India, Irán y Pakistán.

Otra ronda de caos puede resultar en la emergencia de nuevos grupos extremistas violentos.

Los afganos y el resto del mundo tendrían que lidiar con un posible vacío de seguridad en el que grupos militantes como al Qaeda y el autodenominado Estado Islámico pueden encontrar tierra fértil.

Una mayor producción de drogas y la avalancha de refugiados pueden suponer serios desafíos no solo para Afganistán sino también para toda la región y el resto del mundo.

¿Cómo se puede evitar?

La historia demuestra que empezar negociaciones y firmar acuerdos no garantiza que los conflictos se vayan a resolver pacíficamente.

Estos pasos son solo el comienzo de un proceso complicado y desafiante: la implementación de lo que está en el papel es todavía más importante.

El reto más grande para Afganistán sería la creación de mecanismos de aplicación verificables en cualquier escenario posterior al acuerdo.

Dada la historia de conflicto en el país, la oportunidad actual puede ser fácilmente malgastada si el proceso se dirige en la dirección equivocada por uno o más de los implicados locales o extranjeros.

Por tanto, se necesitan garantes internacionales y un marco que involucre a la región y a los actores internacionales clave para coordinar los esfuerzos para la paz e impedir que se sabotee el proceso.

Hay una oportunidad poco común de resolver una guerra de cuatro décadas: manéjenla con cuidado o arriésguense a enfrentar las consecuencias.


¿Quién representa al Talibán?

El equipo de negociación del Talibán formado por 14 miembros incluye a los llamados "Cinco de Guantánamo", antiguos militantes de alto rango capturados después de la caída del régimen y retenidos durante casi 13 años en el controvertido campo de detención estadounidense.

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