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¿Habrá libre comercio entre la UE y EE.UU.?

¿Habrá libre comercio entre la UE y EE.UU.?
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En Bruselas se celebra otra ronda de negociaciones sobre un tratado de libre comercio entre la UE y EE. UU. Tras el referendo sobre el brexit, las perspectivas de éxito continúan disminuyendo.

La Unión Europea (UE) y Estados Unidos negocian, desde hace ya tres años, una Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés). En Bruselas, se celebra la 14a. ronda de negociaciones, con importantes desacuerdos por resolver.

Entre los temas de discordia se cuentan los en Europa (y especialmente en Alemania) polémicos tribunales de arbitraje, ante los cuales los inversores pueden demandar a los Estados cuyas leyes afecten sus “legítimas expectativas”.

Está por ver si las partes pueden llegar aquí a un arreglo como el conseguido para el Acuerdo Económico y Comercial Global (CETA, por sus siglas en inglés) entre la UE y Canadá, en el que ambas partes convinieron en sustituir los inicialmente previstos tribunales privados de arbitraje por un tribunal permanente.

Por decidir están también las normas para licitaciones públicas, o sea, para contratos adjudicados por los gobiernos y comunas. Se trata de mucho dinero, dice Laura von Daniels, de la Fundación Ciencia y Política (SWP), en Berlín: “Dentro de la Unión Europea, los contratos públicos representan el 16 por ciento del producto interno bruto; en Estados Unidos, hasta el 12 por ciento.”

“Buy American”

Los europeos se sienten injustamente tratados: “Los EE. UU. incorporaron una cláusula ‘buy American' en sus programas económicos,” dice von Daniels y explica: “Si no hay una razón de peso que lo contradiga, los contratos deben adjudicarse principalmente a proveedores estadounidenses.”

De ahí que la UE inste a la mayor apertura posible. Pero no está claro si los negociadores estadounidenses pueden hacer concesiones a los europeos en este punto. "En EE. UU., se discute sobre si el gobierno de Washington tiene competencias para definir, en un acuerdo internacional vinculante, cómo los gobiernos estatales y locales adjudican sus contratos públicos", abunda la investigadora de la SWP.

Y tampoco hay acuerdo en otro punto que caldea los ánimos, sobre todo en Europa: ¿Tendrán que estar especialmente etiquetados aquellos alimentos que contienen organismos genéticamente modificados? En materia de protección al consumidor, los europeos siguen el llamado principio de precaución. En pocas palabras: si se sospecha que algo puede ser perjudicial, debe estar –en el mejor de los casos− prohibido o al menos identificado. En Estados Unidos, se sigue el principio de cientificidad: si no hay evidencia científica de daño, se permite.

¿Malos tiempos para el libre comercio?

No obstante, el Senado estadounidense aprobó el pasado jueves (07.07.2016) una ley que prescribe, por primera vez, el etiquetado de alimentos con organismos genéticamente modificados. Y se estima que la Cámara de Representantes podría darle su visto bueno. Aún así, “existe en EE. UU. un debate sobre si basta con el etiquetado”, dice von Daniels, pues ya hay Estados como Vermont con legislaciones más restrictivas.

Nadie sabe si las negociaciones entre la UE y EE. UU. llegarán a tener un final feliz, aunque el presidente Barack Obama haya afirmado en abril, en la Feria de Hannover, que contaba con un acuerdo firmado ante de finalizar este año. Desde entonces, las posibilidades de éxito se han reducido.

En Europa, el voto británico en favor del brexit ha creado incertidumbre. La política ha cambiado de tono. Y está por ver si el ya firmado CETA entre la UE y Canadá llegará alguna vez a entrar en vigor, dado que los parlamentos nacionales del bloque europeo deben confirmarlo.

"El CETA es un mal acuerdo", ha afirmado Jürgen Trittin, antiguo ministro alemán de Medio Ambiente y actual parlamentario de la oposición ecologista: “Un acuerdo así no debería usarse ni temporal ni definitivamente.” Los Verdes integran coaliciones de Gobierno en diez Estados federados alemanes, así que no está nada claro que el Bundesrat (órgano de representación de los dieciséis Estados federados, que funciona como Cámara Alta del Parlamento alemán) lo apruebe.

“Nadie se preocuparía por el CETA si no existiera el TTIP”, asegura sin embargo Peter Ramsauer, diputado cristianodemócrata y jefe de la Comisión de Economía del Bundestag (Cámara Baja del Parlamento alemán). Pero la crítica contra el TTIP no solo se apoya en argumentos económicos: “Todas las encuentas muestran que a los alemanes les preocupa que se relajen los altos estándares de nuestros país y la UE”, acota Laura von Daniels, de SWP. “Eso abarca desde estándares laborales y ambientales hasta alimenticios, de protección al consumidor y de protección de datos y esfera privada”, ilustra.

En EE. UU., sin embargo, apenas se habla del TTIP, y si se habla es positivamente, explica von Daniels, “incluso los sindicatos, generalmente críticos con el libre comercio, esperan que el TTIP traiga mejoras en la protección al trabajador y al medio ambiente”. No obstante, se da al TTIP menos prioridad que al Acuerdo Transpacífico (TPP) con once países del pacífico, entre ellos México, Japón, Vietnam y Malaysia. El TPP, ya suscrito y en espera de la ratificación del congreso, ha sido tema en la campaña electoral: criticado por el candidato republicano Donald Trump, tratado con cautela por la demócrata Hillary Clinton, despierta temores por los puestos de trabajo, más que por estándares laborales o ambientales.

En tal contexto, según von Daniels. “sería especialmente desfavorable para Comisión Europea que las negociaciones fracasaran sin tener antes un plan para después de las elecciones de noviembre en EE. UU.".

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