Guatemala es un país con un sesenta por ciento de población indígena, pero son justamente los pueblos originarios los que son marginados, los más pobres e iletrados. Thelma Cabrera, quien aunque no logró pasar a segunda vuelta en las elecciones de junio de 2019, se convirtió en un fenómeno político con una candidatura considerada histórica.
Nació en la costa oeste de Guatemala, en El Asintal, como parte de la etnia Maya Mam. El español es sólo su segundo idioma y creció trabajando en la cosecha de café con su familia; se casó con sólo 15 años. Su historia podría ser una más de las miles de indígenas que crecen en la pobreza, pero Thelma comenzó a participar políticamente como parte del Comité de Desarrollo Campesino, el que actualmente tiene el partido político Movimiento para la liberación de los pueblos.
Creció en un país complejo: tras más de tres décadas de guerra civil, desde el fin del conflicto en 1996 que Guatemala ha estado sufriendo por el crimen organizado y la violencia. Thelma se transformó en la líder de su movimiento político, y su candidatura tomó fuerza cuando se creó la campaña “Yo elijo dignidad”; de entre casi veinte candidatos, estaba cuarta en intención de voto.
Dentro de sus objetivos estaba el generar más igualdad en su país, terminar con inmunidad para políticos y nacionalizar la electricidad, además de empezar a regular la explotación agrícola y minera. Por supuesto que tienen detractores, y sus contrincantes políticos la acusan de ser ignorante y de querer llevar a Guatemala a una situación como la venezolana.
Cabrera no ganó –de hecho, acusa que la elección no es válida porque no se cumplió con la promoción legal de su campaña-, pero su candidatura y presencia ya han sido tildadas de históricas por parte de analistas políticos. En un país donde los indígenas son ignorados, fue esta mujer la que tras décadas alza la voz.
