Por Juan Manuel Vial
Probablemente a nadie la muerte de Nicanor Parra le ha significado tanto trabajo como a Matías Rivas. Las radios, los canales de televisión, los diarios de aquí y de allá, incluido el New York Times, lo han requerido incesantemente para que se explaye sobre el antipoeta. Todos quieren un pedazo de él, para ponerlo en términos un poco dramáticos, pero Rivas no se inmuta, actúa con generosidad y dele que dele, a cada cual lo suyo. ¿La razón? En calidad de director de Ediciones UDP, Rivas fue el último editor de Parra en Chile, desafío que, además de forjar una amistad, terminó siendo para él una larga e insospechada aventura que se inició el año 2000. Lidiar con Parra en calidad de admirador o amigo era una cosa, pero hacerlo como editor era otra completamente distinta. Parra se distinguía por ser una persona sumamente desconfiada, que se solazaba poniendo a prueba a sus interlocutores, y que conocía perfectamente bien el valor monetario de su obra. Ediciones UDP publicó tres inéditos del autor: Lear rey & mendigo, Discursos de sobremesa y Temporal, además de sus libros anteriores, es decir, toda su obra escrita. Gracias a ello, nuevos lectores accedieron a la propuesta parriana, sus libros volvieron a circular, el corpus total se consolidó a nivel mundial, y Parra, que para muchos extranjeros era el secreto mejor guardado de Chile, pasó a convertirse en un rockstar con visos punk a sus noventaitantos años.
– Alguna vez conversamos acerca de que Parra era bastante ladino, en el sentido campechano del término. ¿Lo fue realmente, o era más bien otra cosa?
– Era muy desconfiado. Había que ganarse su aprecio. Investigaba mucho a una persona, le preguntaba cuestiones, antes de considerarla interlocutor válido.
– ¿Cuáles fueron las pruebas que tuviste que sortear para ganarte su confianza?
– Me tocaron toda clase de pruebas de tipo literario. Recitaba versos y esperaba que uno supiera quién los había escrito. También hacía preguntas complejas y esperaba la respuesta de uno con cara de interrogación. La mayor prueba, eso sí, fue siempre estar al día en lo concerniente a sus derechos de autor.
– ¿Por qué crees tú que se optó por despedir a Parra bajo el rito católico, siendo que él era un ateo confeso?
– Supongo que la familia decidió el tipo de rito funerario que se llevó a cabo. Desconozco los pormenores del protocolo que se siguió. Me limité a asistir.
– ¿Qué fue lo que más te llamó la atención en la ceremonia en Las Cruces?
– Que no se dijera nada. El silencio y la tensión.
– ¿De qué clase de tensión hablas?
– Miradas y palabras rabiosas. Ningún discurso. Sólo música esporádica. Eso genera un ambiente extraño. No todos podían entrar, algunos fueron vetados.
– Además de admiración, el antipoeta provocaba un curioso sentido de propiedad entre algunos de sus conocidos, incluso celos a veces. Me consta que tú pudiste observar eso muchas veces. Otra cosa era el esnobismo en torno a su figura, esnobismo que más temprano que tarde siempre llegaba a oídos de uno, eso de “estuve con Nicanor el fin de semana”, o ese “fuimos a ver a Nicanor” cantado a los cuatro vientos. ¿Qué opinas de esto?
– Algunas personas cercanas a Nicanor fueron importantes para la publicación de sus obras completas y de los libros y poemas que sacó después del año 2000. Muchos fueron sus amigos, y de otros se fue alejando. Pero por supuesto que estaba lleno de sujetos que concurrieron una vez a Las Cruces, acompañando a alguien, y se dicen amigos de Parra. Él a veces recibía a personas por tincada y a otras jamás las dejó entrar. Tenía una serie de seguidores, algunos dan vergüenza. Parra les temía por lateros, porque consumían sus horas sin aportar ni una palabra. Le gustaba conversar, no sólo que lo escucharan. Por eso hay que subrayar la importancia de los amigos para Parra, de los verdaderos, aquellos a los que les entregó confianza y les pidió ayuda en momentos complejos.
– Entre los de verdad se contaba el poeta Adán Méndez, a quien alguna vez Parra acusó de haberle robado la corbata que había intercambiado con Borges. ¿Cómo era la relación entre ambos?
– Adán fue muy cercano a Parra. Conoce su obra de memoria. Sin su ayuda no se habrían podido publicar sus obras completas, los Discursos de sobremesa y una serie de libros que se preocupó de editar junto al mismo poeta. Recuerdo muchas reuniones con Adán y Parra. Tenían un nivel de diálogo privilegiado a nivel personal.
– ¿Qué opinas de lo que dijo el filólogo mexicano Ilan Stavans en La Segunda acerca de que las Ediciones UDP habían sido “muy recatadas” en la difusión de la obra parriana?
– Creo que el señor Stavans no sabe lo que era tratar con Parra. Habría que recordar que Parra no sólo está publicado por Ediciones UDP. También tienen sus derechos editoriales trasnacionales como Random House Mondadori. La difusión de Parra no depende de un gesto editorial. Las traducciones influyen mucho y sobre todo lo que puede hacer su agente literario. En su caso la difusión era aún más compleja, pues no le gustaban las entrevistas y había temas que no deseaba tocar. Tampoco permitía fotos ni entregaba poemas inéditos. Parra no era un autor convencional, por suerte.
– ¿Qué hay de verdad y qué hay de mito en que a Parra no le dieron el Nobel porque maltrató a su amante sueca?
– El premio Nobel se da en virtud de una serie de consideraciones extra literarias, como la geopolítica. Es un premio que se reparte. Los méritos y las campañas valen poco, así como los descréditos. Pienso que era difícil que le dieran el premio a Parra por la simple razón de que dos poetas chilenos ya lo habían obtenido. Eso le jugaba muy en contra. Lo del Nobel terminó siendo una broma. Él, riéndose, decía que prefería ganarse el Kino o la Lotería.
– Al parecer todos quieren a Parra, ¿pero a quiénes no quería él?
– A los dueños de la verdad, a los que no eran tolerantes con las diferencias. Los prepotentes le cargaban, así como los que ostentaban. Las personas sin conversación, que sólo iban a contemplarlo en calidad de colados, le producían fobia y se encerraba en su pieza. También guardaba distancia de ciertos escritores por razones diversas. Pero no era un tipo que odiara. Prefería pasar, no gastarse en eso. Una vez me lo dijo en calidad de consejo: que el odio consumía y esterilizaba.
– En cierta ocasión, Parra se emocionó cuando le mencioné a Enrique Lihn. “El flaco”, dijo, y luego guardó un largo silencio y se le aguaron los ojos. La inesperada muerte del flaco caló hondo en él. ¿Cómo era la relación de Lihn con Parra? Y de esa generación, ¿cuál fue el poeta que mejor provecho obtuvo de la antipoesía?
– Lihn fue uno de sus mejores amigos y un lector privilegiado de la obra de Parra. Supo asimilar la antipoesía y diferenciarse de ella. Lo mismo hizo Juan Luis Martínez, otro poeta que fue capaz de hacer una obra original sin dejar de estar influido por la tradición que abrió Parra.
– ¿Qué libro de Parra no ha sido bien leído o bien entendido?
– Creo que Discursos de sobremesa no ha sido aquilatado. Es una obra mayor donde Parra fusiona el ensayo con la poesía. En ese libro habla de literatura y comenta a otros poetas como Huidobro. Los lectores de la academia creen que Parra llegó hasta El Cristo de Elqui. Se equivocan. La ignorancia y mezquindad los ciega ante sus obras más vanguardistas y sofisticadas, donde corroe la seriedad con su inmortal acidez. Son los mismos que no entienden el poema que le dedicó al Papa o el “Rap de la Sagrada Familia”.
Rap de la Sagrada Familia
(De Obras completas)
En una aldea maldita
Con ínfulas de ciudat
Un viejo se enamoró
De una menor de edat
La va a esperar al liceo
Con gran regularidat
La mira por el espejo
Le ofrece una cantidat
La toma de la cintura
Con mucha perversidat
Le dice mijita linda
Hágalo por caridat
Hasta que la colegiala
Perdió su vir-gi-ni-dat
Algunos dicen Horror!
Otros qué barbaridat!
Ahora está por oírse
La voz de la autoridat
5 años por parte baja!
Aúlla la Cristiandat
El viejo macuco jura
Que es falso Que no es verdat
Fue solo un amor platónico
Exento de necedat
Espero que la justicia
Respete mi libertat
Y como el viejo era rico
Triunfó la vul-ga-ri-dat
A todo esto la virgen
Sale con su novedat
Un ángel Un querubín
Exento de mezquindat
El arcoiris que anuncia
El fin de la tempestat
Igual a Papá José
Murmura la Cristiandat
El viejo rejuvenece
De pura felicidat
Y para alargar el cuento
Se casa con la beldat
Jesús de los afligidos
Hágase tu voluntat.