A juzgar por el récord de reproducciones en los servicios de streaming y por el reconocimiento a la mejor Grabación del Año en los premios Grammy Latino 2017, "Despacito" le gusta a una gran mayoría del público

Pero si eres una de esas personas que se tapa los oídos cada vez que la canción de Luis Fonsi aparece en la radio, quizá te sorprenda saber que un experimento científico puede hacerte cambiar de idea.

Según comprobó un equipo de investigadores del Instituto Neurológico de Montreal y el Hospital de la Universidad McGill, en Canadá, unos pocos minutos de estimulación magnética en la región frontal del cerebro son suficientes para aumentar o disminuir el gusto que una persona siente por una pieza musical.

Junto a sus colegas, el investigador Robert Zatorre, autor principal del estudio, aplicó a un grupo de personas una técnica no invasiva conocida como estimulación magnética transcraneana (EMT) para detectar y medir cuánto placer les proporcionaba una música en particular.

Monitorearon también cuánto dinero estaban dispuestos a gastar para comprar las canciones que les hacían escuchar.

Aplicando distintas formas de estimulación en la corteza dorsolateral prefrontal, los científicos observaron que cuando excitaban esta zona, los sujetos apreciaban más la música que escuchaban e invertían más dinero en comprarla.

Cuando, por el contrario, inhibían la respuesta en esta región del cerebro, la canción les provocaba menos placer, y estaban dispuestos a gastar un 15% menos de dinero para adquirirla.

Aplicaciones clínicas

Con anterioridad se había demostrado que la estimulación de esta zona del cerebro conduce a la liberación de dopamina, la sustancia que actúa a modo de recompensa química.

Otros estudio mostraron también que la música que nos gusta involucra a estos sistemas de recompensa en el cerebro.

Pero esta investigación, publicada recientemente en la revista Nature Communications, muestra cómo podemos mediante este mecanismo manipular el hecho de que una canción nos guste o nos deje de gustar.

"Mostrar que el placer y el valor que le damos a la música puede cambiar por la aplicación de EMT no es solo una demostración importante -y notable- de que podemos entender mejor los circuitos detrás de estas respuestas complejas, sino que también tienen una posible aplicación clínica", señaló Zatorre.

Aunque la técnica no se ha puesto a prueba aún con otra clase de estímulos, los investigadores creen que no hay razón para pensar que sólo funciona con la música.

"Muchos desórdenes psicológicos como la adicción, la obesidad y la depresión están vinculados a la regulación pobre del circuito de recompensa", asegura Zatorre.

"Mostrar que este circuito puede ser manipulado de forma tan específica en relación a la música abre la puerta a muchas otras aplicaciones en las que se requiere regular hacia arriba o hacia abajo el sistema de recompensas".

Cabe aclarar que una vez finalizado el experimento, los participantes recuperaron su gusto habitual.

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