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Richard Rogers: "Estoy convencido de ello, la arquitectura puede hacer feliz a la gente"

Richard Rogers: "Estoy convencido de ello, la arquitectura puede hacer feliz a la gente"
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El revolucionario arquitecto británico, quien junto al italiano Renzo Piano construyó el centro de arte Georges Pompidou en París y ganó el prestigioso premio Pritzker en 2007, dice que hacer arquitectura es hacer política y que cada persona debería tener derecho a ver un árbol desde su casa. BBC Mundo lo entrevistó en el Hay Festival Segovia.

Richard Rogers es un mito, una vaca sagrada de la arquitectura. Pero sobre todo, y a pesar de sus 84 espléndidos años, este británico nacido en Florencia es un revolucionario.

Ya puso patas arriba al mundo de la arquitectura cuando hace 40 años, siendo unos perfectos desconocidos, él y Renzo Piano ganaron el concurso internacional para construir en el corazón de París el centro de arte Georges Pompidou con un proyecto absolutamente radical y novedoso, que acabó imponiéndose a los otros 700 que se presentaron.

"Un lugar para la gente, de todas las edades, todos los credos, ricos y pobres", subrayaba en su primerísimo párrafo la propuesta que presentaron Piano y Rogers.

Rogers, quien en 2007 ganó el prestigioso premio Pritzker (una suerte de Nobel de la arquitectura), sigue manteniendo vivos esos mismos principios, sólo que ahora además es más sabio, más versado.

En esta conversación en el Hay Festival Segovia, reflexiona sobre lo que para él es la arquitectura.


En 2050 se estima que el 70% de la población vivirá en ciudades. ¿Qué se puede hacer para de los centros urbanos sean lugares "vivibles"?

La gente va a las ciudades para trabajar y para encontrar a otras personas, por el placer de estar con otra gente. Y cada vez van a ser más poderosas, porque cada vez más personas se trasladan a las ciudades, así que éstas cada vez se harán más grandes.

¿Y cómo se puede dar una dimensión humana a esas megaciudades?

No se trata tanto de dejar de construir rascacielos, de edificar hacia arriba, sino que la clave está en los espacios públicos. Y, por supuesto, en la relación entre los edificios y los espacios públicos.

A mí me encantan ciudades como Nueva York, plagada de rascacielos. Las ciudades no pueden renunciar a expandirse hacia arriba, sobre todo.

Lo importante es que eso vaya unido a la creación de espacios públicos que permitan el encuentro sosegado entre las personas, que la gente no se tenga que sentar a hablar en los escalones de su casa porque no dispone otro lugar para hacerlo, que creen plazas, que se hagan parques, que se planten árboles.

Yo creo, por ejemplo, que cada persona debería tener derecho a ver un árbol desde su casa.

Nueva York.
Nueva York.

¿Pero por qué las ciudades atraen cada vez más a la gente? Hoy, con internet, se puede vivir en un lugar aislado y estar sin embargo en contacto con el mundo entero a través de la web?.

Eso es lo que todos pensábamos cuando entramos en la era digital: que, gracias a que internet nos permite una conexión global, podríamos prescindir del contacto cara a cara, que desde lo alto de una montaña una persona se conectaría con otra que vive en otra montaña y ese contacto digital sería suficiente.

Pero no, nos equivocamos: las personas quieren estar en contacto físico con otras personas, poder hablarlas mirándolas a los ojos. Y es por eso que las ciudades van a crecer cada vez más.

¿Y cuáles son los principales desafíos que las ciudades tendrán que afrontar?

Hay varios problemas. El primero es el de la desigualdad: el 10% de la población tiene tanta riqueza como el 90% restante. Eso en las ciudades se manifiesta en un puñado de personas que vive en barrios elegantes, en condiciones de lujo absoluto, mientras crecen las barriadas pobres. Eso es algo inadmisible con lo que tenemos que acabar, debemos conseguir más igualdad.

El segundo gran problema de las ciudades es el cambio climático. Las ciudades, al ser cada vez más grandes, van a necesitar cada vez más energía, y debemos encontrar un modo de producirla que sea lo más respetuoso posible con el medio ambiente, porque el cambio climático es una amenaza muy grave.

En ese sentido, yo apuesto por la energía solar, que creo que en los próximos años tendrá un gran desarrollo. Es una energía limpia, es la respuesta.

Y, hablando de energía, también aquí hay otro argumento para defender a los rascacielos: consumen menos energía que las construcciones en horizontal. Los rascacielos de oficinas son más eficientes en términos energéticos, así que no veo nada malo en que se sigan levantando, siempre y cuando, como le decía antes, se tengan en cuenta los espacios públicos.

Y otro reto es el del transporte. En ciudades como Copenhague o Ámsterdam, el 50% de la gente ya va a trabajar en bicicleta o caminando. Eso es fantástico, pero también tenemos que dotar a las ciudades de una buena red de metro y de tranvías.

Usted sostiene que uno de los principales objetivos de las ciudades debe ser reducir la desigualdad social, una afirmación con una fuerte carga política. ¿La arquitectura tiene una dimensión política?

La arquitectura es política, hacer arquitectura es hacer política. Muchos de los encargos que recibimos los arquitectos proceden de los gobiernos y son obras públicas, y eso es política.

Pero, lo que aún es mucho más importante, es que el trabajo de los arquitectos tiene efectos en la sociedad, y eso le da a nuestro trabajo una importantísima dimensión social y por lo tanto política.

No creo que a estas alturas nadie sea capaz de poner en duda que vivir en una barriada de favelas, en una zona de alta densidad de población con infraestructuras pobres y casuchas de pésima calidad, embrutece, mientras que vivir en un barrio desarrollado, que se puede construir a bajo coste, es algo que humaniza.

Así que, efectivamente, la arquitectura es muy política, tiene un componente profundamente social. En ese sentido, me parece muy importante que los arquitectos no trabajemos solos sino en grupo, en equipos en los que también haya ingenieros, sociólogos, políticos?

Y, por otra parte, me parece que todos nosotros como ciudadanos tenemos una dimensión política, no sólo los arquitectos, también los panaderos, los fruteros, los que reparan automóviles? Todos.

Ámsterdam
Ámsterdam

En la exposición que le dedicó la Royal Academy of Artsde Londres se podía leer en una pared un juramento que los antiguos griegos que vivían en Atenas tenían que pronunciar: "Debes dejar esta ciudad más bonita de cómo la encuentras". ¿A eso se refiere?

Sí. Ese juramento es algo maravilloso. Y es un compromiso que todos deberíamos de tener como ciudadanos.

¿Cuidar de la ciudad es responsabilidad de todos los ciudadanos?

Absolutamente. Y da igual a lo que te dediques. Todos, desde el panadero al alcalde, somos responsables de nuestra ciudad.

Los arquitectos se han convertido en los últimos años en superestrellas? ¿Se siente cómodo con ese estatus?

Odio la palabra estrella, tanto como odio la palabra high-tech. A lo largo de la historia lo que ha habido es grandes arquitectos cuyo trabajo ha sido objeto de reconocimiento.

Yo nací en Florencia, una ciudad en la que trabajaron grandes arquitectos. Hay y ha habido buenos y malos arquitectos, como ocurre en cualquier profesión. Y no me parece mal que se reconozca a los buenos profesionales.

Otro de los motivos por los que es importante que los arquitectos trabajen en equipo es eso: permite reducir los daños.

Estamos en la ciudad española de Segovia, rodeados de iglesias que tienen siglos de antigüedad. Sin embargo, varios edificios levantados recientemente por reputados arquitectos ya presentan problemas de conservación?

Eso es mala arquitectura, mala construcción. Pero tampoco tenemos que obsesionarnos con que los edificios duren para siempre. Hay diferentes programas, diferentes líneas que se pueden seguir.

Si, por ejemplo, de lo que se trata es de dar un hogar al 25% de la población mundial que no tiene casa, creo que el construir viviendas provisionales está plenamente justificado, creo que es más importante darle un techo ya mismo a esa gente que el que lo que construyas vaya a quedar para la historia y la posteridad.

Lo que creo es que los edificios se deben de construir bien, sean lo que sean independientemente de si se levantan pensando en durar en el tiempo o si son temporales, incluso si se trata de una tienda de campaña tiene que estar bien hecha, como lo tiene que estar el edificio de un ayuntamiento.

Centro de arte Georges Pompidou, en París.
Centro de arte Georges Pompidou, en París.

Usted es un arquitecto, pero ¿se considera también un urbanista? ¿Cree que los arquitectos deben tener también visión de urbanistas?

Sí. Los arquitectos tenemos una responsabilidad tanto con quien nos encarga la construcción de un edificio como con quien va a vivir o trabajar en ese edificio.

Por supuesto, uno se tiene que responsabilizar con el cliente, porque de otra manera no trabajaría. Pero, desde luego, también con quien va a utilizar ese edificio, con quien simplemente pasa por delante de él y lo ve y con la ciudad en sí misma.

¿La arquitectura puede hacer feliz a la gente?

Estoy convencido de ello, la arquitectura puede hacer feliz a la gente. Yo ahora mismo me siento muy feliz hablando aquí con usted en esta bonita esquina, junto a un árbol, sentados en este agradable banco, en esta magnífica ciudad. Eso es algo que me hace feliz.


 

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