De acuerdo al profesional, el sacerdote posee un exagerado sentido "de su propia importancia", es poco empático, inseguro, tiene autoestima frágil y escasa aceptación a las críticas.
A esto se suma que posee una gran valoración de la juventud, lo cual explicaría el por qué le gusta trabajar con jóvenes. No obstante, según el informe, el religioso no debería seguir trabajando con ellos porque tiene un déficit en su adaptación social.
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