Raúl Andrés Condori Ypanki se sienta en el porche de una casa de madera y bebe café con el ruido de la televisión de fondo.

Es un campesino con una plantación de seis hectáreas de plátanos, que se mudó hace 22 años a la región amazónica de Madre de Dios. En los últimos años, el gobierno local construyó una carretera que conecta este asentamiento informal, Puerto Shipetiari, con el pueblo más cercano, Salvación.

"Gracias a la construcción de esta carretera, las vidas de la gente local han cambiado", afirma.

"Antes vivían en extrema pobreza. Ahora todos lo que viven a lo largo de este río pueden vender sus productos agrícolas. Los comerciantes han venido con sus carros y les compran sus productos. Los turistas vienen y compran fruta y otras cosas. Nosotros los campesinos vivimos de la agricultura y el comercio".

Consecuencias inesperadas

Al otro lado del lodoso río Madre de Dios se encuentra la comunidad indígena Shipetiari, donde 24 familias cosechan nueces del Brasil y cultivan plátano, yuca y maíz.

Romelia Rivera Italiano da clases en la pequeña escuela de la comunidad. Al principio, ella estaba de acuerdo con la idea de tener una carretera, pero dice que esto ha originado una afluencia de gente y que algunos han invadido sus terrenos comunitarios.

"Han estado talando árboles ilegalmente cuando deberían estar conservando la selva", se queja.

Rivera cree que el incremento poblacional también ha cambiado el modo de vida de esta comunidad indígena.

"Antes, lo compartíamos todo, nos ayudábamos el uno al otro, comíamos juntos. Ahora, cada uno trabaja en su propia plantación", asegura.

Mateo Augusto Mavite, el presidente de la comunidad Shipetiari, también comparte la opinión de que la carretera ha traído consecuencias inesperadas.

"Antes de que se construyera, pensábamos que era una buena idea", confiesa.

"Pensábamos que nos ayudaría a vender nuestros productos agrícolas, que sería útil en emergencias médicas y que mejoraría la educación de nuestros hijos, pero no nos dimos cuenta del impacto que tendría. Mucha gente ha venido a vivir aquí y algunos de nuestros pobladores han sido amenazados", afirma.

Lucha política

La construcción de carreteras en la selva amazónica es una batalla política en Perú.

Cuando el ministro encargado el área de medio ambiente se opuso a los planes del gobierno regional para hacer una en Madre de Dios, el congreso, controlado por la oposición, aprobó una ley que apoyaba su construcción. Se pedía que la carretera se adentrara aun más en la selva tropical, hasta Boca Manu y Boca Colorado.

El presidente de Perú en aquella época, Ollanta Humala, se opuso formalmente a esta ley en diciembre de 2015, así que fue guardada en un cajón. Aunque imágenes satelitales sugieren que pese a esto, su construcción continúa.

Desde entonces, el congreso ha aprobado una ley todavía más polémica para hacer una carretera en una de las áreas más remotas de la Amazonía en Ucayali, una región que limita con Brasil.

Según esta ley, es una "prioridad nacional"hacer carreteras en Ucayali.

El ejecutivo peruano la ratificó en 2018 pese a las preocupaciones expresadas por los ministerios encargados de las áreas de medio ambiente y cultura, que señalaban que podía tener repercusiones en parques nacionales y tribus indígenas que todavía no han tenido contacto con la civilización, ya que la zona alberga áreas de selva virgen.

Pero esto no quiere decir que la construcción de carreteras en Ucayali sea automáticamente legal. Todos los proyectos deben ajustarse a la normativa para proteger los derechos medioambientales y de las culturas indígenas.

Cuestión de vida o muerte

El congresista Carlos Tubino, que representa a la región de Ucayali, apoya esta ley.

"Necesitamos proteger la biodiversidad, pero también tenemos que ser conscientes de que en estas áreas de Perú hay mucha pobreza",

"Hay gente que muere por la falta de conectividad, gente que muere debido a problemas médicos simples".

"Debemos dar con un equilibrio y decir 'Ok. vamos a conservar esta selva lo mejor que podamos, pero no a costa de la pobreza extrema, la desnutrición crónica, la falta de educación y la desconexión del resto del mundo".

Pero Lizardo Cauper, presidente de la Asociación Interétnica para el Desarrollo de la Selva Peruana, dice que las carreteras no ayudan a la población local.

Su entidad representa a todos los grupos indígenas de la Amazonía peruana.

"Las carreteras son sinónimo de todo tipo de impactos en derechos humanos y colectivos", asegura.

"Desde nuestra experiencia en Madre de Dios y en otras partes de la región amazónica, no han significado desarrollo, solo destrucción de la selva", advierte.

"En algunas áreas, hemos visto minería ilegal. Las carreteras también han generado una afluencia de personajes como narcotraficantes y traficantes de personas".

Quien quiera construir una nueva carretera en la Amazonía necesitará conseguir la aprobación del ministerio responsable de medio ambiente. Pero los políticos locales que empiezan las obras de manera ilegal suelen recibir el apoyo de los campesinos locales como Condori, que insiste en que las nuevas carreteras han transformado sus vidas.

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