Hace pocos días el vocero de la Conferencia Episcopal de Argentina, Jorge Oesterheld, reconocía que para los trasandinos es "doloroso" que el avión que traslada al Papa Francisco en sus viajes pase por encima de suelo argentino y aterrice al otro lado de la cordillera.

"Nos cuesta digerirlo", dijo Oesterheld. Sus palabras evidenciaban una situación que es tema de profundo debate en la Argentina política y la Argentina católica.

En una columna publicada este martes por el diario Clarín, de Buenos Aires, titulada "¿Quién tiene la culpa de que el Papa no venga", el analista Ricardoa Roa resume algunas de las razones a las que se adjudica la ausencia del Sumo Pontífice de su tierra natal.

"Culpable de que el Papa no visite la Argentina: Macri. Culpable de que el Papa reciba a notorios kirchneristas: el obispo Sánchez Sorondo. Culpable de que se diga que el Papa vive pendiente de las minucias de nuestra política interna: el mal periodismo", ironiza la columna.

Pero más allá de especulaciones, Roa sostiene que "lo real: no viene, que es un mensaje. Lo también real, que varias veces vino muy cerca. Es la sexta vez que está en Latinoamérica. Visitó 26 países. Grandes, medianos y chicos. Para todos los gustos. De centro, de derecha y de izquierda. Democracias y dictadura, como la de Cuba. Le falta nada menos que su país".

El argumento central de la columna de Clarín apunta a una suerte de grieta que experimenta Argentina y que sería la gran causante de la ausencia de Francisco en suelo trasandino. "Todo es porque el Papa se niega a quedar encerrado en la grieta. Lo de la grieta es lo más extraño: se entiende o se entendía que un Papa es de lo mejor que tiene el mundo para cerrar o al menos intentar cerrar grietas. Es lo que Francisco mismo hace en países que no son el suyo".

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