El presidente de Argentina, Mauricio Macri, no va a celebrar su primer año en el poder: no habrá mítines ni discursos ni brindis. Habrá compostura.

"Cuando bajen la inflación y la pobreza celebramos en serio", le dijo una fuente anónima de presidencia al diario La Nación, en referencia a una situación económica –por ejemplo, la recesión– que no levantó cabeza en los últimos 12 meses.

El gobierno de Macri, que además busca diferenciarse de los usuales festejos de su antecesora, Cristina Fernández de Kirchner, no ha podido cumplir con sus promesas de campaña: no cayó la pobreza ni bajó la inflación ni se logró "la unión de los argentinos", como expresaba el eslogan electoral.

Sin embargo, el gobierno hace un balance positivo: "Evitamos una gran crisis", le dijo Marcos Peña, jefe de Gabinete de Ministros, a BBC Mundo.

"Un ocho"

Macri, de hecho, se dio un 8 sobre 10 cuando le pidieron una autoevaluación del año.

El exempresario y exalcalde de Buenos Aires aún mantiene niveles de popularidad de entre 40% y 50%, una cifra alta teniendo en cuenta la situación y si se comprara con sus homólogos latinoamericanos.

La mayoría de los argentinos, coinciden analistas, guardan la esperanza de que la economía mejore y por eso apoyan a un presidente que pregonó cambio pero insiste constantemente en la lentitud de éste.

Un año, muchos reconocen, es poco para diagnosticar una presidencia.

Dos cosas, además, juegan a favor de Macri: la oposición está dividida y el kirchnerismo, que mantiene una popularidad de entre 20% a 30%, está ocupado respondiendo a la justicia por diferentes cargos de corrupción, que incluyen acusaciones a la expresidenta misma.

"Si en algo nos equivocamos fue en no tomar inmediata dimensión del desastre que dejaron", dijo Macri en estos días a medios de comunicación del interior del país.

Pero entonces: ¿qué mejoró, qué empeoró y qué sigue igual?

MEJOR

Para el gobierno,"mejoró la esperanza", según le dijo Peña a BBC Mundo.

"(Mejoró) la sensación de tener un gobierno que dice la verdad, que trabaja buscando el diálogo y la unión y no la pelea y la prepotencia, que no roba, que puede decir que las licitaciones son 30% o 40% más baratas que el año pasado".

Las políticas de Macri –que incluyen alianzas con ciertos países clave de Occidente, acercamiento a organizaciones financieras internacionales y la resolución de un conflicto con los "fondos buitre" que devolvió la posibilidad de adquirir deuda– han cambiado la opinión sobre Argentina en el exterior.

Después de décadas de relaciones antagónicas, los presidentes de Estados Unidos, Canadá, Brasil, Japón, Francia e Italia, entre otros, visitaron el país en un gesto de confianza hacia Macri.

Y gracias a eso se esperan inversiones extranjeras en el país por al menos US$50.000 millones.

Porque otra cosa que cambió en estos 12 meses fue la calidad y la cantidad de la información que provee el gobierno argentino sobre la economía, la sociedad y la seguridad.

Un ejemplo revelador: esta semana, el gobierno le echó la culpa al kirchnerismo de que Argentina fuera el único país de América Latina en no figurar en las pruebas de educación PISA, al parecer porque la información divulgada era inconsistente.

"Es culpa de la herencia", justificó el macrismo. Algo que referentes del anterior gobierno rechazan.

Y como parte de esa política amistosa hacia Occidente, Argentina ahora está más involucrada en la lucha internacional contra el narcotráfico y el terrorismo.

Acabar con el tráfico de drogas fue uno de los ejes de la campaña electoral de Macri.

PEOR

Pero el cambio positivo que muchos celebran en la forma y el tono no se nota–"aún", diría el oficialismo– en el día a día de la gente.

Cuando BBC Mundo le preguntó qué empeoró, Peña no mencionó ninguno de los índices económicos que se han deteriorado.

El gobierno reconoce que la economía nada que se anima, pero lo considera normal teniendo en cuenta "la herencia".

"Hay una minoría que cree que estábamos bien con el kirchnerismo y cree que está mal lo que hemos hecho (…) Ellos se sentían mejor con Cristina [Fernández] y hoy se sienten peor", aseguró el jefe de Gabinete.

Y ese sector sí que se ha hecho escuchar cada vez que sale un número negativo.

El consumo, de acuerdo con varias consultoras, cayó entre 8% y 15% en 2016.

Las polémicas medidas de ajuste que promovió Macri –levantar el control de cambio, aumentar tarifas de servicios y despedir casi 100.000 empleados públicos– aumentaron la inflación del 26% al 42% y el desempleo del 7% al 9%, según cifras oficiales.

El oficialismo, que acusa al gobierno anterior de esconder o maquillar estos índices en el pasado, dice que estas medidas eran necesarias para equilibrar su cuenta corriente.

Pero el déficit fiscal, considerado el origen de muchos males económicos, también aumentó este año de 4,1% a 4,7% del PIB, según el mismo Instituto Nacional de Estadística y Censos.

Y el crecimiento –que según el anterior INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos), fue de 2,1% del PIB en 2015– este año ha caído 3,7%.

Todo lo anterior redujo la capacidad adquisitiva de los argentinos, que pasarán un verano austero.

Tan austero como la celebración del año en el poder de Macri.

IGUAL

Sea para bien o para mal, en las conversaciones en bares, cafés y restaurantes se oye que en Argentina se está produciendo un cambio, una transición.

Pero también hay una cantidad de cosas que no han cambiado, porque en un año es difícil que suceda –como es el caso de la pobreza, que según el INDEC sigue en un 32%– o porque el gobierno ha sentido que aún no es el momento.

"Todavía hay muchas reformas que hay que hacer (…) Como en el poder judicial, la situación de cárceles, la política, hay muchos temas que tienen que ver con la calidad institucional que deben resolverse", dijo Peña a BBC Mundo.

También es el caso del gasto público, que históricamente ha sido alto, un 40% del PIB, y es considerado una piedra en el zapato de todo inquilino de la Casa Rosada: si no gasta, se cree, lo tumban.

En términos generales, Macri ha mantenido los índices de gasto del gobierno anterior, aunque ha apuntado a reducirlo el próximo año (probablemente luego de las elecciones legislativas de octubre, aseguran observadores) y ha criticado la "cultura de paternalista" del Estado.

El mandatario va a lograr ser el primer presidente no peronista en la historia democrática de Argentina en terminar su primer año sin que los sindicatos y gremios le hayan hecho un paro nacional.

Y eso, que para muchos es una proeza, marca una continuidad con el gobierno anterior, que al ser peronista partía de un lugar de ventaja en su relación con los poderosos sindicatos.

Otra cosa que el gobierno no ha podido cambiar es la inseguridad y los ataques de género: en esto, los números son los mismos de años anteriores, pero ha habido un aumento de sensibilidad, denuncia e indignación que generaron decenas de marchas este año.

"Ya pasaron las elecciones", dijo Macri en su discurso de posesión el 10 de diciembre de 2015. "Llegó el momento en el que todos debemos unirnos para crecer y mejorar, para que nuestro país avance".

Pero la polarización política –evidente en la calle, en los medios, en el Congreso– sigue igual en Argentina.

Solo un 30% de las leyes que propuso Macri han sido aprobadas y las más relevantes –impuesto a las ganancias, reforma electoral, presupuesto, aumento del gas– fueron rechazadas o dilatadas, una marca de que la polarización que él prometió erradicar está vivita y coleando.

Una razón más para mantener la compostura este 10 de diciembre.

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