Tras la llamada "Operación Huracán" de Carabineros en la Araucanía, ocho comuneros mapuche quedaron en control preventivo a la espera de su formalización. Entre los imputados, se encuentra el conocido líder de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), Héctor Llaitul, junto a su hijo.

El Juzgado de Garantía ordenó cuatro meses de investigación para el caso por la presunta responsabilidad de los dirigentes en los ataques incendiarios de agosto en la Araucanía y Los Ríos, donde habrían sido quemados casi 50 camiones.

Hasta la detención del 23 de septiembre, Llaitul se encontraba en libertad por la rebaja en cinco años de su condena frente al caso Cañete. Durante su prisión, el ex candidato presidencial Jorge Arrate lo entrevistó en varias ocasiones, y elaboró el libro de ensayos "Weichan, conversaciones con un weychafe en la prisión política". Aquí desciframos a Llaitul a través de algunos extractos del texto.

Cuadro de izquierda y antipinochetista

“Vivimos la tercera invasión del territorio mapuche. Los españoles emprendieron la primera –y la concretaron parcialmente-, estableciendo la frontera que constituía el Bío Bío. La segunda fue la ocupación de nuestros territorios del Bío Bío al sur por el ejército chileno, en la segunda mitad del siglo XIX (…). Hoy tiene lugar la tercera invasión. Los mapuche que aún sobreviven en sus tierras son diariamente invadidos por las forestales, las empresas hidroeléctricas, las exploraciones y explotaciones mineras. Es el sistema capitalista, son las transnacionales”.

“Soy el producto de un encuentro de influencias. Por una parte, tengo experiencia como militante revolucionario, soy lo que la izquierda acostumbra llamar un cuadro. Fui formado en la preeminencia de las miradas y propósitos colectivos, en la utopía del hombre nuevo. Por otra, soy parte del proceso que he señalado: el regreso del weychafe. Cumplo un rol político e histórico- cultural en el contexto de la lucha de mi pueblo, de la nación mapuche”.

Heredé de mi familia un sentimiento de izquierda. En 1973, cuando se supo que Allende había muerto, recuerdo a mis padres llorando
Héctor Llaitul

“Mis padres pagaron el costo de la usurpación territorial y la paulatina, pero efectiva, desestructuración del mundo mapuche: el desarraigo. Ellos se establecieron en Osorno. (…) Es una ciudad racista, donde la elite son colonos alemanes que tienen su propio ‘barrio alto’. Sentí el racismo en la escuela y en el liceo, también en la población donde me crié”.

“Heredé de mi familia un sentimiento de izquierda. En 1973, cuando se supo que Allende había muerto, recuerdo a mis padres llorando. Podría decir que ellos tenían cierta ‘conciencia de clase’, que se sentían parte del pueblo. Rememoro escuchar a mi madre referirse a Pinochet como ‘perro’ y ‘asesino’”.

“Un vecino tenía una vulcanización y nosotros le dábamos una mano en su negocio para que nos pasara neumáticos que pudiéramos utilizar en las barricadas. Uno avanzaba, lanzaba piedras y escapaba para esperar una nueva ocasión, volver a avanzar y arrojar el peñascazo. Yo tenía 12 o 13 años…”.

“Pero debemos dejarlo claro, hubo mapuche que se han formado en Cuba y no sienten el llamado de la madre tierra, por tanto no están cumpliendo con este rol, porque se requiere más que formación, se necesita convicción, esperanza y una unión con lo antiguo, con lo bueno y justo de antaño”.

Un vecino tenía una vulcanización y nosotros le dábamos una mano en su negocio para que nos pasara neumáticos que pudiéramos utilizar en las barricadas. Uno avanzaba, lanzaba piedras y escapaba
Héctor Llaitul

“Se me ha procesado seis veces desde fines de los noventa. En algunos casos he debido cumplir con largos períodos de cárcel, como ocurre actualmente. En otros procesos, los montajes de los fiscales no pudieron demostrar los cargos y ni siquiera lograron convencer al tribunal”.

“En el juicio de Cañete fui condenado sin pruebas, solo con la declaración de un testigo protegido, de dudosa reputación y otra declaración obtenida bajo tortura de la que el testigo, una vez sin apremios, se retractó”.

“Hacer una huelga de hambre prolongada es muy duro, requiere una predisposición, una cierta condición física. Para lograrla se requiere mucha autodisciplina. Hay que sacudirse de cualquier vicio, fumar, por ejemplo, o ingerir alcohol. Se requiere una alimentación sana. Hay que acumular algo de grasa, fortalecer la fibra, ingerir previamente mucha proteína y vitaminas. Además, para nosotros, la medicina de la machi ha sido importantísima. Se pierden veinte kilos o más en una huelga de hambre de la extensión de aquellas en que me ha tocado participar. Son entre dos y tres meses y cuesta mantenerse”.

Militancia en el MIR y el ‘Frente’ autónomo

“Soy el tercero de seis hermanos. Dos pudimos acceder a la universidad. En el contexto de entonces, solo se vislumbraba para nosotros una vida no-mapuche, de desarraigo y transculturización. Debo reconocer que este hecho afectó en demasía mi reincorporación al mundo mapuche, pero no la limitó”.

“Entré a la Universidad (Católica de Valparaíso) a estudiar Servicio Social y decidí ingresar a la Juventud Rebelde Miguel Enríquez, la organización juvenil que se identificaba con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)”.

“Participé en la Juventud Rebelde, tanto en las actividades estudiantiles como poblacionales, hasta el Cuarto Congreso del MIR en 1988. Entonces, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez se fraccionó y yo ingresé al sector que se autonomizó del Partido Comunista”.

Llevaba una vida conspirativa y clandestina y logré evadir muchos golpes que impactaron cerca de mí
Héctor Llaitul

“Como muchos del Frente de ese tiempo, nunca fui un militante de izquierda conocido, a pesar de mi detención en 1988 por Ley de Control de Armas. Llevaba una vida conspirativa y clandestina y logré evadir muchos golpes que impactaron cerca de mí (...). La mayoría de los cuadros político-militares tenían contacto o vínculos o relaciones con la izquierda en general, en cambio yo no las tenía. Simplemente era un mapuche pobre, que venía no se sabía de dónde y sin la más mínima jerarquía”.

“En el ‘Frente’ nunca pasé por las milicias rodriguistas, fui directamente asignado a los grupos operativos territoriales; luego pertenecí a los grupos operativos especiales urbanos y, finalmente, me mandaron al trabajo estratégico, a las fuerzas estratégicas de las FAR (Fuerzas Armadas Rodriguistas), un grupo de elite que debía pasar, se suponía, a conformar la guerrilla en el sur”.

“Retomé mis estudios en la Universidad de Concepción, para terminar mi carrera. Fue una temporada intensa. La vida se volvió más exigente. En aquel tiempo comenzó mi distanciamiento del ‘Frente’ y lo que yo llamaría mi militancia primaria en la causa mapuche. Cuando nació Lautaro, mi primer hijo, había decidido dejar el ‘Frente’ y me volqué a desarrollarme como militante mapuche y a continuar con mi actividad académica”.

“Así fue como me ‘desfrenté’ –como digo yo-, y me ‘mapuchicé’. Algunos han cuestionado mi proceso. Efectivamente, no vengo de una comunidad, pero soy mapuche. ¿Me desafora el no pertenecer a una comunidad? No. Tengo tuwun (territorio, lugar de origen) y tengo kupalme (linaje). Los estoy reconstruyendo y, de algún modo, con mi propia realidad estoy interpretando a muchos de mis hermanos que sufren el desarraigo y se autoafirman”.

La irrupción de la Coordinadora Arauco Malleco

"Fui a Temuco para recoger antecedentes para mi tesis; luego hice mi práctica en comunidades del sector de Purén y Lumaco y terminé ejerciendo mi profesión en el programa de la Iglesia Metodista en esas ciudades y en Los Sauces".

Los mapuche que poblaban cerca de 10.000.000 de hectáreas quedaron reducidos a poco más de 500.000 hectáreas. O sea, 6,1 hectáreas por cada mapuche, en promedio. En el mismo período, 9 millones de hectáreas fueron asignadas a los colonos con un promedio de 500 hectáreas por cada nuevo propietario. A cada uno. ¡Solamente mil nuevos colonos obtuvieron prácticamente la mitad de tierras que los 83.000 mapuche que accedieron a territorios de las reducciones!".

“La dictadura de Pinochet había recobrado para los viejos latifundistas las tierras recuperadas en los procesos de la Reforma Agraria de Frei y de Allende. La ira quedó allí, sembrada, brotando poco a poco. En 1997, hicimos reventar el conflicto, con base en estos antecedentes”.

En 1995 y 1996 conformamos un embrión orgánico, una estructura llamada Identidad Territorial de Arauco, en la que participaban dirigentes que no voy a nombrar porque la mayoría es objeto de persecución o condena y otros adoptaron líneas diversas a la nuestra. Cuando el conflicto comenzó a expandirse, se inició la historia de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM)".

“Los mapuche querían a toda costa recuperar sus tierras. Entonces, a nadie debe extrañar que, comunidades con poco desarrollo político, fueran los detonantes de la nueva fase que estaba por iniciarse. Así ocurrió con el acontecimiento que pudiera considerarse como decisivo para la irrupción de la CAM: la quema de camiones en Lumaco”.

“Se trataba de una recuperación de tierras del fundo Pidenco, por parte de dos comunidades y fuimos a solidarizar, a apoyar (…). En el fondo, se trató de un acto muy rústico, que ejecutaron unos treinta hombres unidos por una sensación insuperable de rabia surgida del desprecio, del hambre, de la miseria de sus familias”.

"En un momento, luego de una refriega con operarios de la forestal Bosques Arauco, nos retiramos al predio de una machi que nos respaldaba, para refrescarnos unos momentos. Les habíamos arrebatado unas radios de comunicación a los forestales (...). Uno de nosotros, ex trabajador forestal, puso en funcionamiento una radio y sintonizó una cierta frecuencia. Nos quedamos escuchando (...). Los que estábamos despiertos nos acercamos más a la radio y oímos una comunicación entre Carabineros y operarios de la forestal.

-Oiga, mi cabo, ¿se han visto más indios de mierda por ahí?

-Negativo, no se encuentran los indios de mierda.

-Mi cabo, si vemos a un indio lo vamos a atropellar, le vamos a pasar por encima del camión. 

-Positivo, háganlos mierda.

"Ese diálogo nos enervó a todos. Escurrió una rabia a flor de piel. Entonces, se levantó un peñi, que parecía estar dormitando y dijo con voz fuerte: 'el que tenga pantalones y se sienta mapuche, que me siga'. Los mapuches partieron y en el camino decidieron que si encontraban un camión, lo quemarían".

"Este hecho, detonado por el diálogo radial entre Carabineros y operarios forestales, ritualizó la lucha mapuche".

“La prensa registró este hecho como una acción terrorista, aunque en realidad era sólo una manifestación de la rebeldía de comunidades, que se había gestado durante mucho tiempo. Era una corriente de protesta que nosotros veníamos apoyando en dos zonas, Arauco y Malleco. La quema de vehículos en Lumaco convulsionó a la opinión pública y a las autoridades chilenas y generó un cuadro completamente nuevo. A partir de entonces, se difundió la idea de ‘conflicto’, la gente de las comunidades pasó de ser considerada pueblo ignorante y atrasado a ser un factor activo”.

“La acción de Lumaco marcó un antes y un después en el ciclo actual de lucha. Así ha sido y así debe ser el bregar de los mapuche, marcado por puntos de quiebre. De ahí en adelante, la CAM se comprometería con todas las acciones nacidas desde las propias comunidades, no desde eventuales agentes externos”.

“Es nuestra lucha territorial la que más duele a los ricos, a los poderosos. Por eso nos criminalizan y nos aplican la Ley Antiterrorista, primero en 2001, luego en 2003, en 2004, en una infinidad de juicios iniciados contra hermanos mapuche. Hay decenas de mapuche presos, condenados por la Ley Antiterrorista. Antes, usaron la ley de Seguridad Interior del Estado; ahora es un instrumento más filudo, más cauterizador”.

“Muchos militantes clave de la lucha mapuche, han sido detenidos y sistemáticamente perseguidos; muchos debimos pasar a la clandestinidad. Hasta hoy, nos hemos sostenido con muchas dificultades”.

“Estuvimos en Ralco y en el Valle del Queuco. Actuamos en Ercilla, Vilcun, Chol Chol, Collipulli, Tirua. Hemos hecho recuperaciones y contribuido a reconstruir comunidades (…). Estuvimos y estamos en Lleu Lleu. En Arauco, donde la confrontación tiene un significado estratégico”.

“En catorce o quince años de existencia de la CAM, hemos contribuido decisivamente a la recuperación de entre 17 y 20 mil hectáreas, luego de conflictos en los que estuvo presente la Conadi o donde hubo un interventor, o simplemente donde el control mapuche se impuso”.

"No podemos descartar las formas violentas cuando se nos aplica violencia a diario. A nuestro pueblo se le ha violentado permanentemente".

“Si hubiera que comparar, diría que hace quince años estábamos cien veces más solos. Entonces, el mal llamado ‘problema mapuche’, no existía. Hoy, los grandes empresarios chilenos y extranjeros consideran, aunque muchos lo callan, que éste es tal vez el problema principal en Chile”.

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