Con su mirada alocada, ropa desgreñada y su descuidado cabello teñido de naranja, James Holmes se ve de pies a cabeza como el monstruo que fríamente ejecutó a 12 personas e hirió a decenas más, que veían una función de medianoche de la película Batman: El caballero de la noche asciende.

Holmes perpetró la masacre el 20 de julio de 2012 en el condado de Aurora, Colorado, con un arsenal de armas que había acumulado en las semanas anteriores. Vistió un chaleco antibalas y había planeado todo hasta el más ínfimo detalle.

Tras ver su interrogatorio en la estación de policía de ese estado, realizado unas horas después de cometer una de las peores matanzas en la historia de Estados Unidos, es difícil no sentir más que repugnancia por este joven estudiante de 24 años.

En la grabación del cuestionario, la única pista que da indicios de que está consciente de lo que acaba de hacer es cuando le pregunta a un detective: "¿No hubo niños entre los heridos?".

De hecho, Veronica Moser-Sullivan, de 6 años, fue la víctima más joven del ataque.

Tristemente, los estadounidenses se han acostumbrado a este tipo de balaceras y usualmente catalogan el hecho como "terrorismo", venganza o una predisposición a la violencia.

Holmes se convirtió en otra estadística de la mezcla del colapso mental de un individuo y las relajadas leyes sobre el porte de armas en el país.

¿De qué otra manera se puede explicar que un joven tímido pero inteligente, sin historial de violencia, procedente de un hogar cálido hubiese cometido semejante atrocidad? Holmes no tenía enemigos, ni una ideología extremista que lo motivara.

Sin embargo, sí estaba en consultas con una psiquiatra de su universidad, quien le había recetado un fármaco contra la depresión.

Antes de su juicio, Holmes fue evaluado por una serie de psiquiatras. Ninguno llegó exactamente a la misma conclusión. Hubo todo tipo de diagnósticos, desde que no pudo ser responsable de sus actos basados en su demencia hasta que sí podía diferenciar entre el bien y el mal cuando perpetró la matanza.

Cuando esas opiniones se presentaron ante un jurado, hace dos años, el veredicto fue unánime.

Fue encontrado culpable de todos los asesinatos y múltiples intentos de asesinato y recibió una sentencia de 12 cadenas perpetuas y otros 3.318 años de prisión que cumple en confinamiento solitario en una prisión de máxima seguridad, cuyo nombre y ubicación no han sido revelados.

¿Caso cerrado?

Al dictarse la sentencia, muchos pensaron que se había hecho justicia sobre el caso de Holmes. Pero hay una arista en la historia: la de los efectos secundarios potencialmente peligrosos producidos por los antidepresivos.

"Estas matanzas nunca hubieran sucedido si no fuese por el medicamento que le fue recetado a James Holmes", afirmó el psicofarmacólogo David Healy, entrevistado en el programa investigativo de la BBC, Panorama.

Healy aboga por una campaña que busca resaltar los efectos secundarios de estos fármacos.

El profesional fue contratado por la defensa de Holmes como un testigo experto y visitó al acusado en su celda antes del juicio.

Buscaba evaluar si el antidepresivo sertralina (conocido como Zoloft en EE.UU.), que fue recetado a Holmes, pudo haber jugado un papel en la masacre. El fármaco es uno de la nueva generación de inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS).

En algunos casos investigados por la BBC, estos fármacos han sido vinculados a personas que, sin ningún antecedente de violencia o tendencia suicida, han causado graves daños a otros o contra ellos mismos, tras quedar en un estado de agitación mental por haber tomado ISRS.

"Increíblemente inusuales"

Se cree que los ISRS funcionan al elevar los niveles de serotonina en el cerebro.

Stephen Buckley, de la organización de caridad británica Mind, dijo que millones de personas toman estos y otros antidepresivos y que los efectos secundarios de la medicación pueden ser serios.

"Pero es importante reconocer que los efectos secundarios severos son increíblemente inusuales", apuntó.

La profesora Wendy Burn, presidenta del británico Royal College of Psychiatrists (Colegio Real de Psiquiatras), añadió: "En todos los tratamientos, incluidos los psiquiátricos, las medicinas pueden hacer un bien pero también un daño. La evidencia reciente de estudios de largo alcance continúa mostrando que para los antidepresivos son más los beneficios que los riesgos".

David Healy insistió en que mientras que los antidepresivos pueden ser un salvavidas para algunos, para otros pueden ocasionar más daño que los problemas originales que tenía el paciente antes de ser tratado.

Pero, ¿qué hace que un joven planifique una masacre durante meses y la lleve a cabo con tal precisión? ¿Pudieron los antidepresivos llevarlo a eso?

"Demasiado bueno"

Arlene y Bob Holmes estuvieron presentes durante cada día del juicio de su hijo pero rechazaron cualquier acercamiento público por respeto a las víctimas y sus familias.

Sin embargo, un libro que escribió Arlene, llamado When the Focus Shifts: The Prayer Book of Arlene Holmes 2013-2014 (Cuando el foco cambia: el libro de oraciones de Arlene Holmes entre 2013 y 2014), da una idea de sus pensamientos en el tiempo previo al juicio en abril de 2015.

En un fragmento del libro, describe los efectos al tomar la dosis más baja de un antidepresivo ISRS en marzo de 2014:

"Engordé, me volví más tonta, más entumecida. Sin tantas ganas de llorar, sí. Desafortunadamente, menos de todo. El atardecer y la playa ya no me suben el ánimo".

Holmes, quien es enfermera, escribió que había dejado de tomar las pastillas antes del juicio, al decirle a su médico que quería tener la capacidad de sentir cosas y de llorar si así lo deseara.

Si ella tuvo una mala experiencia con el antidepresivo ISRS, ¿cuál sería su opinión sobre la perspectiva de David Healy acerca del caso de su hijo?

El matrimonio accedió a hablar con la BBC. Durante la conversación telefónica, quedó claro que los Holmes nunca habían considerado seriamente el efecto que los antidepresivos pudieron haber tenido en el comportamiento de su hijo.

De hecho, ni siquiera sabían que Healy había estado involucrado como testigo experto antes del juicio.

La pareja ha luchado para entender cómo su hijo pudo causar tanto daño y dolor a otros. "Ni en tus sueños más locos te imaginas que tu hijo vaya a dispararle a extraño", le dijo Arlene Holmes a la BBC desde la casa de la familia en San Diego (California).

Holmes dice que nunca notó señales de violencia y que su hijo no había mostrado ningún interés en beber alcohol o consumir drogas. "En retrospectiva, creo que él era demasiado bueno. Quizá me debí preocupar del hecho de que fuese demasiado bueno, pero como madre te puedes preocupar de cualquier cosa".

Su padre, Bob, un estadístico retirado, es un hombre de pocas palabras: "A él nunca le interesaron las armas y ni siquiera era un niño violento, por eso es que fue sorpresivo. Salió de la nada. Parecía feliz, como cualquier niño cuando está creciendo".

La familia se mudó a su casa actual cuando Holmes tenía 13 años y tuvo dificultades para adaptarse a la transición. De todas maneras, hizo amigos y participó en varios deportes.

El primer obstáculo en el camino fue cuando Holmes se postuló a seis prestigiosas universidades para estudiar un doctorado en neurociencia. Brillante académicamente, su timidez en las entrevistas parecía jugarle en contra. Lo rechazaron en todas.

Su madre cuenta que el joven pasó un tiempo ocioso y que dormía mucho, hasta que encontró un trabajo en una fábrica de pastillas en turno nocturno y se presentó a otras universidades.

En 2011, comenzó a estudiar neurociencia en la Universidad de Colorado Denver y, según su madre, les habló de establecerse en la ciudad de Denver y pidió un préstamo para comprar un piso.

"Cuando escuchas algo así, lo último que piensas es que algo tan malo como un tiroteo podría ocurrir. Él estaba planeando un futuro allá", explicó.

La cita con la psiquiatra

Hillary Allen estudiaba neurociencia junto a Holmes y recuerda cuán inteligente era. "En clase no tomaba muchos apuntes (?). Parecía que trabajaba mucho en el laboratorio y era bastante exitoso. Recuerdo haber pensado que la suya era una inteligencia superior".

Aunque reconoce que la amistad, a veces, es complicada. "Éramos parte de un grupo de científicos, así que creo que todos éramos algo extraños. Quizá él era un poco más raro que el resto, quizá socialmente más torpe".

Socialmente torpe. Es una frase que surge en varias ocasiones para describir a Holmes. Fue lo que le llevó a establecer contacto con el departamento de asesoramiento universitario en la primavera de 2012, pocos meses antes del tiroteo.

Las fisuras comenzaron a notarse en el aparente éxito sin esfuerzo de Holmes. Durante las vacaciones de Navidad, le diagnosticaron fiebre glandular. Cansado y enfermo en los dos primeros meses de 2012, continuó asistiendo a las clases pero su rendimiento decayó.

El tímido y ansioso Holmes encontró particularmente difícil hacer presentaciones frente a sus compañeros.

Su primera relación amorosa con la estudiante Gargi Datta también había terminado. Datta no habló con la BBC, pero según la madre de Holmes, la ruptura le afectó mucho a su hijo.

Fue Datta quien le sugirió a Holmes que buscara ayuda en el centro de bienestar del campus. El 21 de marzo de 2012, James Holmes tuvo su primera cita con la psiquiatra Lynne Fenton.

Al examinar la montaña de testimonios y pruebas de la corte, esta fecha sobresale.

¿Es este el momento ?como argumentaría la fiscalía? que marca el punto en el que Holmes reconoce por primera vez que está teniendo dificultades mentales en la tormenta perfecta del fin de su relación amorosa, de sus problemas académicos y de una ansiedad social de larga data?

¿O esta fecha es significativa ?como diría Healy? porque fue el día en que Fenton le recetó a Holmes el antidepresivo sertralina?

Manía

En su primera reunión con Fenton, Holmes no se abrió demasiado pero describió su ansiedad social. Y durante la sesión emergieron detalles que nunca había abordado con su familia. Holmes dijo que tres o cuatro veces al día pensaba en matar a gente.

Aunque suene alarmante, Fenton no lo consideró peligroso en ese punto. Sus pensamientos eran abstractos, no había un plan, o, al parecer, ninguna intención real. La psiquiatra le ordenó tomar sertralina para aliviar su ansiedad y pensamientos obsesivos.

En las entrevistas que dio desde la prisión, Holmes dijo que había tenido pensamientos intrusivos desde su adolescencia. No sobre matar exactamente, sino que deseaba que las personas estuviesen muertas para escapar de situaciones sociales incómodas.

El psiquiatra designado por la corte que lo atendió en prisión, William Reid, dijo que este tipo de pensamientos no son poco comunes.

"Él no hablaba de un odio vengativo. Hablaba de una aversión a la humanidad", apuntó.

Ese odio de larga data hacia la humanidad, opina el abogado del distrito de Colorado George Brauchler, lo impulsó a matar a tanta gente. Según él, Holmes era "malvado".

Es un argumento persuasivo, y algunos expertos, y en última instancia el jurado, no tuvieron problema en aceptarlo. Pero la cronología de lo que pasó entre la primera prescripción de sertralina a Holmes y el tiroteo no se exploró en el juicio.

Al analizar esa línea de tiempo con detalle, surgen serias preguntas sobre el papel del antidepresivo ampliamente prescrito.

Justo antes de cometer el ataque, Holmes le envió a Fenton un cuaderno con sus escritos. En ellos divaga por momentos, pero dan una idea de lo que pensaba su mente problemática. Tanto Reid como Healy concuerdan en que el cuaderno es una evidencia valiosa.

Allí Holmes escribió sobre los efectos iniciales de tomar sertralina. "No hace el efecto cuando se necesita. Aparecen los primeros episodios maníacos, que no son buenos. La ansiedad y el miedo desaparece. Ya no se siente miedo al fracaso. Y es el miedo al fracaso lo que te determina a ser mejor y a tener éxito en la vida. Ya no hay miedo a las consecuencias".

La primera evidencia de que sus pensamientos homicidas se volvían reales llegó con una conversación en línea con Datta el 25 de marzo, cuatro días después de empezar a tomar sertralina.

?Siento que quiero hacer el mal, algo que no puedo hacer.

?¿Qué es eso tan malo que quieres hacer?

?Matar a gente, por supuesto.

En el juicio, Datta testificó que al principio pensó que estaba bromeando.

Pero cuando lo desafió, los detalles de su teoría delirante saltaron a la vista. Así prosiguió la conversación:

?Matar a alguien evitaría que esa persona viviera cualquiera de esas experiencias.

?¿Cómo te ayudaría eso? ¿Qué te daría acabar con una vida?

?Capital humano. Algunas personas podrán ganar un millón de dólares, otros 100.000. Pero la vida no tiene precio. Acabas con la vida y tu capital humano no tiene limitaciones.

?¿Y qué harías con ese capital humano?

?Tener una vida con más significado.

Esta teoría de incrementar su llamado "capital humano" al asesinar a seres humanos fue bastante diferente de los pensamientos abstractos que había tenido antes. Psiquiatras con los que habló la BBC coincidieron en que se trataba de una señal de psicosis.

Holmes volvió a reunirse con la psiquiatra Fenton dos días después de la conversación sobre capital humano con Datta, pero no le mencionó nada de aquello. Solo le dijo que la medicación no había ayudado a reducir sus pensamientos obsesivos. Esta le dobló la dosis de sertralina, de 50 a 100 miligramos.

Healy cree que esto hizo que su estado mental empeorara: "Hay evidencia de que si un fármaco le está haciendo bien a una persona, un aumento en la dosis puede ayudar. Pero cuando causan un problema, subir la dosis es una receta para el desastre".

"Pensamiento de nivel psicótico"

En su cuarta cita con Fenton el 17 de abril, Holmes le relató que sus pensamientos homicidas habían aumentado, aunque no le mencionó nada de su delirio sobre el "capital humano".

En las notas de Fenton sobre ese encuentro se documenta un declive en su estado mental.

"Pensamiento de nivel psicótico. Pensamiento reservado, paranoico y hostil, sobre el que no da detalles", escribió.

Fuera el que fuera el efecto causado por la sertralina, desde luego no estaba ayudando. Healy dijo creer firmemente que las ideas psicóticas que notó Fenton fueron una consecuencia de la medicación.

En esa cita, Fenton subió la dosis del antidepresivo a 150 miligramos. En el juicio a Holmes, la especialista dijo que esa era la dosis que siempre había pensado para él.

"No está en su radar que esta droga podría estar causándole los problemas que tenía", señaló Healy.

Fenton desistió a una solicitud de entrevista, pero un comunicado de la Universidad de Colorado Denver señaló que las leyes de confidencialidad entre el paciente y su médico impiden que la psiquiatra pueda hablar sobre Holmes sin su autorización, algo que no le ha sido concedido.

La misión

Para el mes de mayo, la misión de Holmes, como lo describiría luego, se volvió real. Comenzó a gastar grandes cantidades de dinero en acumular armas.

Así lo escribió en su cuaderno: "Empieza con lo pequeño. Comprar un arma de electrochoque (diseñada para paralizar con una descarga eléctrica) y un cuchillo plegable. Investigar leyes de armas y enfermedades mentales. Comprar un arma de fuego. (...) Una pistola, AR-15, la segunda arma".

En este punto, el rendimiento académico de Holmes había sufrido un serio deterioro. Hizo una desastrosa presentación final y reprobó sus exámenes.

Finalmente, no volvió a la universidad. Justo antes de eso, mantuvo un último encuentro con la psiquiatra Fenton y una de sus colegas. Ambas estaban tan preocupadas por su estado mental que le ofrecieron seguir tratándole sin cobrarle, pero Holmes se rehusó.

Fenton contactó al equipo de seguridad del campus para pedir los antecedentes criminales y los permisos de portar armas de Holmes. No hallaron nada. Holmes nunca le dijo sobre las armas que había comprado ni los planes que tenía.

No solo dejó de ver a Fenton, también paró el consumo de sertralina. No se sabe exactamente cuándo lo hizo, pero su última prescripción debió haber caducado el 26 de junio. Y el ataque tuvo lugar el 20 de julio.

"Hasta un tercio de los pacientes que dejan de tomar ISRS tienen síntomas de abstinencia que pueden durar entre dos semanas y dos meses", señala el Royal College of Psychiatrists en relación al tiempo transcurrido entre el día en que dejó de tomar el medicamento y el del ataque.

"Y para un grupo pequeño de personas puede ser bastante severo", añadió la institución.

Por su parte, el profesor Peter Tyrer, experto en desórdenes de la personalidad y quien ha estado evaluando la efectividad de los antidepresivos ISRS desde que salieron al mercado hace tres décadas, dijo que dejar de tomarlos de repente es muy poco aconsejable.

"Está bien establecido que si hay un problema de abstinencia, al dejar de tomar la droga los efectos adversos volverán más fuertes", explicó.

"Nunca se sabrá"

Luego de suspender el consumo, Holmes empezó a hacer cosas que nunca antes había hecho. Se tiñó el pelo de rojo, creó un perfil en una web de contenido sexual y empezó a anotar planes detallados del tiroteo en su cuaderno de notas.

Holmes también visitó la sala de cine de Aurora, donde ocurrió el atentado, y para finales de junio fue a un campo de tiro, donde comenzó a practicar con las armas que había comprado.

Quizá nunca se sabrá con certeza qué problemas enfrentaba Holmes, si una enfermedad mental, los efectos secundarios de una droga prescrita o la combinación de ambos.

La BBC no encontró evidencias de que Holmes tuviese planes de asesinar a alguien antes de tomar antidepresivos, pero sí hay pruebas posteriores que sugieren que su salud mental se deterioró rápidamente al consumir la sertralina.

"Sus síntomas eran los indicados para que le fuera recetada la sertralina, pero su personalidad... ", titubeó Peter Tyrer, "en ese tipo de personas los efectos secundarios de la droga pueden ser más fuertes y en el caso de Holmes fueron muy peligrosos".

No son pocos quienes aseguran que los antidepresivos han sido su salvavidas. Pero ahora que el consumo de estos medicamentos sigue creciendo, ¿es el momento de reconocer que en algunos pocos casos estos pudieran dar pie a un asesinato?

Es una pregunta importante que, tal vez, los tribunales no saben cómo manejar. La BBC encontró casos en Reino Unido de personas que, sin contar con un historial de violencia, cometieron asesinatos o intentaron hacerlo tras tomar antidepresivos ISRS. El asunto no se abordó en los juzgados y estas personas fueron encarceladas por sus delitos. Ahora, la culpa y la vergüenza de lo que hicieron les impide hablar públicamente.

Peter Tyrer cree que la justicia necesita tomar más en consideración los efectos secundarios serios, pese a que se den en solo unos pocos casos: "Aunque hace que el proceso sea más complicado, creo que será necesario en el futuro".

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