Este lunes se cumplen 30 años del inicio de la guerra que dejó 649 muertos argentinos y 255 británicos, en 74 días de conflicto que consolidaron a la Primera Ministra Británica, Margaret Thatcher, y provocaron la caída de la dictadura militar argentina encabezada por el general Leopoldo Galtieri.

Treinta años después, el Gobierno argentino levantó el secreto sobre el informe que calificó la invasión de las islas como una aventura militar sin preparación ni organización, recomendando prisión perpetua o pena de muerte para Galtieri y otros altos oficiales.

Treinta años más tarde 21 mil veteranos de guerra, considerando los diez mil que invadieron las islas, cuatro mil oficiales y siete mil efectivos que estaban embarcados en el Atlántico, reciben una pensión equivalente a mil dólares mensuales, y se manifiestan agradecidos.

Claro que unos mil quinientos soldados no resistieron la presión de la posguerra ni la postergación o indiferencia de los primeros años. Treinta años más tarde, los gobiernos de Argentina y Gran Bretaña reinician una escalada de declaraciones dejando en claro que no renuncian a la soberanía de las islas.

Treinta años más tarde, con reservas comprobadas de petróleo que otorgan un enorme valor estratégico a la zona, el panorama económico es distinto. Obliga a encarar las cuestiones medioambientales, actualizar el acuerdo sobre pesca y definitivamente obligan a pensar en una asociación rentable entre los antiguos enemigos.

En materia de soberanía, por ahora es difícil proyectar cambios. Y la situación afecta a Chile. Treinta años más tarde, aún persiste el sentimiento de que Chile no estuvo del lado argentino en la disputa.
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