Carlos Peña, rector de la UDP, cree que la reforma educacional tiene un "tono mesiánico" y que en la discusión, "la escuela se ha transformado en la causa y remedio de todos los males que nos aquejan".

En la misma línea, Peña sostiene que el Ejecutivo ha llevado adelante la iniciativa con un sentido de paternalismo "impresentable" y que puede suceder que el gobierno acabe disociando su propio sentido con el sentido espontáneo de las mayorías, las que a su juicio, al quedar sin interpretación, "acaben inclinándose a la derecha". "No me extrañaría, Dios nos libre, terminemos con Piñera nuevamente sentado en la Presidencia", dice Peña.

Además, crítica la gestión política del ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo y analiza la gestión de la oposición, y las opciones de Marco Enríquez-Ominami y de Andrés Velasco.

¿Cómo ve La reforma educacional?

Tenemos un conjunto de proyectos que aluden a la estructura del sistema sin afectar ninguna de las prácticas que se realizan al interior de las escuelas. Es probable que esta reforma, una vez que concluya, va a tener un impacto, si es que alguno tiene, lento y retardado en las prácticas del aula que es de donde surge la calidad. 

¿Qué es entonces la reforma educacional?

Tenemos una retórica de redención en torno al tema educativo llevada adelante por el gobierno, de tono mesiánico, apelando a la justicia, la igualdad, la ausencia de segregación. Valores en que todos, por supuesto, creemos y adherimos. Pero es una reforma tan escueta en su diseño y equívoca en sus propósitos, que no se condice con esa retórica. Su impacto va a ser perdido y marginal.

¿Por qué la considera mesiánica?

Hemos transformado, casi sin darnos cuenta, a la educación, en la causa y remedio de los males que nos aquejan…

…es decir… si somos desiguales, es porque nos educamos desiguales…

La causa de la desigualdad, la segregación, las conductas anómicas de los jóvenes, es la escuela. La causa de todo es la escuela. Los viejos temas: la desigualdad, la distribución del ingreso, el diseño de las ciudades, cómo se distribuye el capital social y simbólico… Todo lo hemos reducido a una única causa.

Y por lo tanto, si es una única causa, no hay sino que ser mesiánico para solucionarlo.

Exactamente. Bien mirado es una estupidez, ¿verdad?

¿Y cómo pasó eso?

Chile ha vivido un aceleradísimo proceso de modernización en los últimos 20 ó 25 años y tiene sus patologías: individualización, deterioro de los grupos primarios, anhelo de la gente de diferenciarse, desaparición de los signos de estatus y, en consecuencia, debilitamiento de la elites. Como la izquierda no tiene alternativa a este proceso -que ella misma impulsó-, lo que hace es atribuirlo a la escuela. La escuela se ha transformado en el sustituto de la carencia de proyecto de la izquierda.

Se ha cedido demasiado pronto a las demandas de los movimientos sociales, que redujeron toda la cuestión educativa al lucro, la selección y el copago.

Usted dice que hay una visión mesiánica, que propone un remedio disociado del fin que declara ¿Es porque ha habido un mal diseño político o es porque no podía sino ponerse esta carreta delante de los bueyes de la calidad?

Si uno escucha al Ministro Eyzaguirre, esto no es fruto de error, sino un diseño deliberado. Las reformas estructurales deben anteceder a otras, como la mejora de la educación pública, de párvulos y superior. Se ha cedido demasiado pronto a las demandas de los movimientos sociales, que redujeron toda la cuestión educativa al lucro, la selección y el copago. Es una decisión política que consistió en calmar las apetencias del movimiento social.

¿El gobierno cayó preso de esa apetencia?

El gobierno está preso de dos malentendidos: el primero y peor, creer que porque los jóvenes llamaron la atención de un problema, son los únicos capaces de comprenderlo. El gobierno, por razones políticas y desatención intelectual, ha abrazado esa premisa. El otro, es que ha sobreinterpretado el malestar social. Se ha interpretado como un rechazo a la modernización capitalista. Es como si el gobierno hubiera visto un síntoma de un proceso de rebelión y molestia de la sociedad, de la cual las marchas en las calles eran apenas el síntoma. Eso es un error. Las personas no quieren abandonar el proceso de modernización, quieren que se ponga a la altura de las premisas que lo justifican.

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Pero en 2010 y 2011 confluyeron muchas cosas: Hidroaysén y Barrancones, la colusión de las farmacias, educación y factores que podrían haber hecho interpretar que era el modelo lo que estaba molestando a las personas.

Es una sobreinterpretación. Las protestas de 2011 acaecieron uno o dos años después de que más de la mitad de los chilenos votó un gobierno de derecha… Hay que interpretar los dos hechos juntos. ¿Cómo es posible que una sociedad a la que le repugna la modernización capitalista, escoja a un gobierno de derecha?

Dos encuestas recientes señalan que un 70% prefiere una escuela particular subvencionada a una municipal y que lo que más valoran es alto rendimiento escolar, mejor infraestructura y servicios. Eso parece estar contra lo que proclama el gobierno. La misma encuesta cree que la reforma tributaria beneficia a los más ricos. ¿Qué tenemos? ¿Un problema de disociación, de comunicación?

Es probable que en el caso de la reforma tributaria haya desinformación y haya terminado dañada por la manera en que el ministro Arenas la condujo. Iniciar una reforma con declaraciones épicas, recordémoslo, una reforma pétrea, integral, que no admitía cambio, para terminar en la casa de Juan Andrés Fontaine, firmando un acuerdo. Esa escena acabó lesionando a esa reforma. Usted no puede hacer política combinando declaraciones épicas y acabando tomando té en la casa del asesor de la derecha.

Estas nuevas clases medias, que temen que les cierren su colegio, no lo hacen por maldad o porque son instrumentos de una campaña del terror.

¿Y en el caso de la reforma educacional?

El gobierno ve en el mercado enajenación, alienación. Algo de esto se la ha ocurrido decir al ministro, masas estúpidas, arribistas, que buscan distinguirse mediante la escuela. Como si no fuera eso lo que la alta burguesía ha hecho toda la vida en Chile. ¿Acaso los colegios donde van los hijos de los ministros en Chile, no están animados por ese mismo sentimiento? Esta nueva clase media ha vivido la expansión del consumo como una experiencia de liberación, de dignificación. La izquierda mira esto y ve un empobrecimiento de la vida, ‘hay que sacar a las mayorías del error en que están’, este ejercicio contracultural, digámoslo así, que insinuó la Presidenta en el diario El País, me parece de un paternalismo inaceptable, de creer que la gente no sabe lo que le conviene, disfruta y quiere y supone no ser capaz de comprender cuán liberador puede ser el consumo para los sectores históricamente excluidos. Que la izquierda que dice representar a sectores proletarios descuide este sentimiento me parece una estupidez política de marca mayor. Estas nuevas clases medias, que temen que les cierren su colegio, no lo hacen por maldad, o porque son instrumentos de una campaña del terror deliberadamente dirigida por pequeños grupos y financiada por ellos. Esta convicción redentora y lesiona los bienes de los cuáles nos provee la modernidad, el individualismo, una cierta idea de la dignidad personal, el respeto, la idea de que cada hombre es un buen juez de su propio bienestar dentro de ciertos límites.

Si bien es cierto que el gobierno puede estar en un problema político en el tratamiento de la reforma, ha logrado un objetivo político y ha desmovilizado la calle.

Es un objetivo político logrado, pero los gobiernos no deberían tener como objetivo evitarse las molestias de las movilizaciones sociales.

Las responsabilidades del ministro

¿Es el ministro Nicolás Eyzaguirre el responsable de estos tropiezos?

Si uno juzga el desempeño del ministro no puede sino tener un juicio negativo. Si se pregunta cuáles son los criterios para juzgar el desempeño de un político o un ministro, diría hay tres criterios. Primero, el ministro no logró elaborar proyectos de ley, en su versión al menos inicial, correctos. Fueron proyectos con gruesos errores que hubo que corregir. Segundo, en lo que respecta al proceso político para qué decir, el ministro no ha conducido ningún proceso político exitoso en el parlamento, que permita transformar en ley esos proyectos, ordenando a las fuerzas políticas. En el tercer criterio, la capacidad del ministro de convencer a la ciudadanía, Eyzaguirre se ha dedicado a emitir frases desopilantes, a hacer bromas y construir metáforas que lo que han hecho es ajizar el aspecto emocional del debate.

Si no cumple con estos tres criterios, y por otra parte el gobierno no puede echar pie atrás a la reforma educacional…

El gobierno puede echar pie atrás respecto de quién conduce la reforma sin abdicar de ella.

Eyzaguirre se ha dedicado a emitir frases desopilantes, a hacer bromas y construir metáforas.

¿Qué rol tiene la clase política en este proceso? ¿Hay cierta flojera intelectual o responde a un estado de las cosas?

Buena parte de esto son fenómenos de los procesos de modernización. En educación, se ha producido una gigantesca masificación. Esto nunca había ocurrido en Chile, que tuvo un sistema escolar excluyente. En 1973 se matriculaban en educación media menos del 40% de los jóvenes. Hemos incorporado a todos los sectores sociales a la educación y esos sectores esperaban encontrar en la educación -particularmente superior- los bienes que este tipo de educación proveía cuando era de minorías.

La cuestión de que el 'cartón' lleva a una vida mejor…

Exactamente. El título era para la clase media o proletaria un sucedáneo de título de nobleza. Acceso a alto estatus social, alta renta. Ahora que estos bienes son masivos, ya no provee la educación superior esos bienes y, esto provoca esta sensación de frustración. La modernidad es una dialéctica de progreso y desilusión. Gestionar eso es tarea de la política.

¿Y los políticos no están a la altura?

No, no lo comprenden. Por eso simplifican los procesos sociales. Los problemas de la educación los reducen a la existencia de lucro, copago y selección. Hay que suprimir esas tres cosas, pero abrigar esperanzas de que eso por sí solo va a cambiar las cosas, es de una ingenuidad sociológica y política alarmante.

(Bachelet) parece creer que para gobernar, la mudez que mantuvo como candidata puede resultar igualmente exitosa.

Algunos piensan que la única discusión política más o menos visible en el ambiente es entre Concertación y Nueva Mayoría. ¿Usted piensa que esa discusión se está dando o que ya se terminó y alguien ganó?

Una cosa es la Concertación, coalición que condujo la modernización capitalista de Chile en los últimos 20 años y la Nueva Mayoría, que subrayando en demasía las patologías y defectos de ese proceso quiere corregirlos. Es un debate que si bien se insinuó en 2000, entre autocomplacientes y autoflagelantes, no carece de presencia en los medios y no parece tener mayor densidad intelectual. Hemos reducido el debate a somos leales o no a la personalidad de la Presidenta y nos apegamos o no como un texto sagrado al programa. Cuando se reduce la política a eso, la deliberación pública del significado de la modernización, el sentido de las transformaciones, desaparece.

¿Cómo se revierte ese déficit?

La Presidenta debiera ser quien explicite lo que piensa y cree y lo someta al escrutinio ciudadano, pero parece creer que para gobernar, la mudez que mantuvo como candidata puede resultar igualmente exitosa.

Bachelet: una personalidad política, no una política con personalidad

¿Cuánto de ese estilo, humoradas, vacilación, han contagiado a la Presidenta?

Si uno revisa la reciente historia de Chile y compara a Michelle Bachelet con quienes han sido presidentes en los últimos 25 años, uno se encuentra con figuras no sólo con astucia y capacidad para alcanzar el poder, sino con una narrativa para conferirle sentido. Los casos indudables, Aylwin y Lagos. Incluso el presidente Frei. Piñera, el más locuaz, con una compulsión por ser simpático -lo que como sabemos produce el resultado opuesto-, incluso él logró cierta narrativa y hacia el final de su mandato tuvo momentos espléndidos, como a quienes llamó ‘cómplices pasivos de la dictadura’. Pues bien, ¿dónde pondríamos a la presidenta Bachelet? ¿Qué piensa la Presidenta?

¿Y qué piensa?

No tenemos respuesta. Se ha transformado en una personalidad política, alguien capaz de alcanzar el poder gracias a rasgos de su personalidad. Pero no es una política con personalidad, alguien que tenga una narrativa de por qué quiere el poder, una persona capaz de convencer. En vez de una narrativa, tiene un programa. La política se ha reducido a adherir o no a un programa, que además es escueto, intelectualmente pudoroso, no dice demasiado. Estamos en un momento en que la política concebida como quehacer colectivo que nos permite deliberar acerca de la vida que queremos en común, está palideciendo.

¿Qué debería hacer la Presidenta para salir de ese estado de cosas?

Decir qué piensa. En  su primer gobierno fue capaz de principiar a elaborar cierta narrativa de su proyecto, decir que la sociedad chilena había llegado a ser una sociedad contributiva, donde cada miembro recibía tanto como era capaz de aportar y que lo que teníamos que hacer, era transitar a una sociedad de prestaciones universales básicas en algunas áreas. Esto suena razonable, es un buen proyecto, pero todo se ha aliñado con una visión redentora. El ejemplo más clásico es la idea de que si corregimos la escuela podremos transformar a la sociedad en una comunidad cohesionada, donde todos nos reconozcamos como iguales. Eso me parece de una ingenuidad sociológica y política gigantesca. Suena a un catolicismo político tipo años 60, trasladado al siglo XXI. Debemos tener cohesión social, pero no al precio de ahogar el individualismo. De pronto, racionamos sobre la realidad con tal pesimismo, con tal amargura y queja, como si Chile hubiera salido del edén. ¡Es exactamente al revés!, la historia de Chile fue un infierno de desigualdad, de exclusión, de discriminación. Con toda la desigualdad que tenemos, que podemos corregir, nunca los chilenos, las viejas familias proletarias, habían experimentado cambios más radicales que durante estos 20 años.

La política se ha reducido a adherir o no a un programa, que además es escueto, intelectualmente pudoroso, no dice demasiado.

¿Cómo ve la gestión política del ministro del Interior? Uno podría decir que es el más poderoso que ha tenido la democracia…

Lo que veo es que el ministro Peñailillo tuvo una subordinación emocional y política excesiva hacia la Presidenta. Hemos tenido el ministro menos autónomo de los últimos 20 años. En general el ministro del Interior ha sido una figura fuerte, autónoma, deliberante. Ninguno de esos rasgos los tiene hasta ahora, o se ha esmerado en ocultarlos, el ministro Peñailillo.

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El tipo de lealtad de Krauss con Aylwin, Figueroa con Frei o Insulza con Lagos no es distinto al de Peñailillo con Bachelet...

Distinguiría lealtad, que es imprescindible, a excesiva subordinación. Insulza era leal, en ningún caso subordinado de Lagos.

¿Cree que Peñailillo no tiene una opinión distinta de la Presidenta?

Veo al ministro por debajo de las expectativas que ciframos cuando compareció en el gabinete. No ha hecho gran conducción política, se muestra poco autónomo y cuyas capacidades comunicativas están muy por debajo de aquellas que insinuó. No hay por qué declararlo difunto, es una importante promesa de renovación, pero tiene que atreverse a romper la imagen de subordinación a la Presidenta. Ir por delante de ella y no siempre detrás.

La fantasía política es el eventual cambio de gabinete, ¿cree que eso va a ocurrir?

Debiera ocurrir, todos los gobiernos producen un cambio en algún momento, pero no son dramáticos…

…pero puede terminar con algunas expectativas...

Puede, pero la política se hace de adhesiones cotidianas. Si la Presidenta sigue teniendo altos niveles de desaprobación, para torcer ese rumbo debiera contar con un gabinete con mayor conocimiento de la ciudadanía, más autónomo y con mayor capacidad de sintonizar con la sociedad.

La Presidenta dijo en campaña que el suyo sería un gobierno de reformas y no de reformitas. ¿Puede terminar siendo en vez de un gobierno, un gobiernito si es que no corrige?

Sí, el gran peligro del gobierno es que acabe por disociar su propio sentido del sentido espontáneo que tienen estas mayorías incorporadas a las nuevas clases medias, que al quedar sin interpretación acaben inclinándose a la derecha. No me extrañaría, Dios nos libre, terminemos con Piñera nuevamente -que inteligencia, sagacidad y ambición tiene-, sentado en la presidencia.

La vieja política de Velasco

¿Cómo ve los liderazgos en la derecha y la izquierda?

La derecha no existe. Las personas están, sobreviven, hay partidos, pero como fuerza está al borde de caer exánime, no tiene presencia, no es capaz de poner ideas, ha renunciado a interpretar los sectores que tradicionalmente interpretó.

¿Es una derecha avergonzada de su pasado, de lo que representa?...

Todos están avergonzados, la Concertación de los éxitos que tuvo durante 20 años, la derecha del papel en la dictadura. Parece ser el sentimiento dominante. Algún día los historiadores van a mirar este período y van a decir ‘qué período más raro este donde la coalición que modernizó Chile, acabó avergonzada de sí misma’.

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Tal vez entonces, sea una oportunidad para los que no se avergüenzan… Marco Enríquez-Ominami, Andrés Velasco...

Son figuras interesantes. Veo como figura más de fondo a ME-O. Ha sido capaz de fundar un partido, es carismático, tiene los rasgos de personalidad que tiene Bachelet. El principal defecto es que no tiene ideas, tiene ocurrencias y la política se hace con ideas razonadas. Alguien debiera aconsejarle respirar más, reflexionar, elaborar una cierta narrativa y luego comunicarla..

¿Y el caso de Velasco?

Es distinto: no ha conformado, y parece que no está en ánimo de conformar, partido político alguno, de manera que la nueva política que proclama, pareciera ser hecha sin partidos, sostenida por amigos y leales. Eso le hace daño a la democracia. La política en torno a lealtades personales y personalidades no es nueva política sino lo más viejo que uno conoce. El otro gran problema de Velasco es que se dice de centroizquierda, pero cuyas mayores adhesiones están en la derecha. El tercer problema es que se ha mostrado poco proclive a dar explicaciones por sus actuaciones públicas. Su actitud en el Caso Penta acabará perjudicándolo, está pendiente la explicación del servicio que prestó al grupo Penta, la conferencia que dictó, cuánto le pagaron...

¿No le parece que esperar que una acusación formal o que se conozcan datos de la investigación es una excusa razonable?

No para quien proclama ser portador de las virtudes de la nueva política, y digo esto al margen de la simpatía que espontáneamente me provocan las ideas de Velasco. No puede ampararse en la presunción de inocencia cuando le piden cuentas. El problema de cualquier político no es cumplir la ley, eso se le puede pedir a un ciudadano común y corriente. Quien aspira a conducir la vida de sus conciudadanos tiene que ser capaz de poner para sí un estándar más alto. No haber transgredido la ley merece una explicación pormenorizada.

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