Joerg Schillinger me muestra el extravagante vestíbulo de la sede principal de la empresa de alimentos procesados y pizzas congeladas Dr. Oetker, cuando de pronto se detiene y apunta al busto de bronce de un director que antes estuvo a cargo de la compañía.

"Este es el doctor Richard Kaselowsky," dice el gerente. "Desafortunadamente, era un nazi", agrega, con un poco de vergüenza, en ese sitio con una impresionante escalera de mármol circular y un reloj Victoriano.

La compañía, fundada hace 126 años, es reconocida tanto en Alemania como en varios países, y ha hecho mucho más que la mayoría para enfrentar lo que Schillinger llama la "sombra oscura" de las actividades en las que participó su personal en las décadas de los 30 y 40.

Dr. Oetker es una empresa familiar y, hace algunos años, contrató a prominentes historiadores para que escribieran un libro sobre la relación entre el gobierno de Adolf Hitler y Rudolf-August Oetker, miembro de las Escuadras de Protección (un cuerpo de combate de élite de la Alemania nazi que participó en la II Guerra Mundial).

El texto reveló que Dr. Oetker apoyó la guerra proveyendo municiones, piezas para algunas armas y alimentos a las tropas de Hitler.

También mostró que el negocio utilizó mano de obra esclava en algunas de sus instalaciones.

Y ahora, en un movimiento inusual, la compañía está haciendo público uno de sus pecados: su vasta colección de arte.

Extraordinario

En una inmensa biblioteca localizada en la oficina central de Bielefeld, una ciudad en el estado de Renania del Norte-Westfalia, oeste de Alemania, Monika Bachtler expone uno de sus tesoros: un resplandeciente cáliz de plata del siglo XVII.

"Es el trabajo típico de un platero alemán hecho en Augsburg (una ciudad en Baviera, un estado al sureste del país) en 1612", dice la curadora de la colección Oetker.

Originalmente, la copa perteneció a Emma Budge, una filántropa judía de la alta sociedad, amante del arte y oriunda de Hamburgo, una ciudad al norte de Alemania.

Era parte de una colección impresionante subastada por los nazis a principios de la década de los 30.

Incluía figuras de porcelana hechas por el escultor alemán Johann Joachim Käendler y pinturas del artista francés Charles-André van Loo.

La inquietante procedencia de esta pieza fue descubierta tras la auditoria realizada voluntariamente a la colección de Dr. Oetker.

Está compuesta por alrededor de 4.500 objetos invaluables que se encuentran en diferentes lugares -secretos en algunos casos- y que fueron comprados principalmente por Rudolf-August Oetker, un entusiasta coleccionista de arte.

Mejora

La junta directiva de la compañía, que incluye a miembros de la familia Oetker, comisionó la auditoria en 2015. Hasta el momento, solo cuatro obras de arte han sido devueltas a sus dueños.

La empresa no quiere revelar el valor de la pieza -por la cual serán compensados financieramente los herederos de Budge- pero hay otros objetos de la colección de la filántropa judía que están valorados en US$340.000.

Eso es lo que estima Lothar Fremy, uno de los abogados -de la docena que existe en Alemania- que representa a los herederos de obras de arte confiscadas por los nazis.

Fremy, el berlinés que representa a los Budge, explica que muy pocos casos tienen una resolución tan sencilla como éste.

"Muchas veces lidiamos con un rompecabezas inmenso que tenemos que armar. Entre 1933 y 1945 cientos de miles de objetos fueron vendidos, el mercado estaba repleto de estos artefactos", afirma el abogado.

Colecciones privadas

En este caso, gracias al meticuloso papeleo que dejaron los burócratas nazis, existe un detallado catálogo de la colección de Budge que incluye fotos.

Esto le permitió a Fremy compartir información sobre más de 1.000 objetos en lootedart.com, un registro en internet que tiene una base de datos con piezas de arte robadas.

Algunos objetos de la colección Budge se han encontrado en galerías, incluyendo figuras de porcelana de Meissen (las primeras elaboradas en Europa en el siglo XVIII) en el Museo de Victoria & Albert, en Londres.

Pero es muy inusual que colecciones privadas -particularmente aquellas que pertenecen a corporaciones- permitan de forma voluntaria la comparación de su inventario con objetos robados que forman parte de la lista de un sitio web.

Más común

Lo principios que suelen regir la devolución de arte confiscado a los nazis, especificados en 1998 tras la realización de una conferencia en Washington, EE.UU., se concentran principalmente en instituciones públicas.

Según Fremy, los coleccionistas privados no suelen estar interesados en saber cuál es el origen de sus preciadas posesiones.

Sin embargo, el abogado indica que el retorno de piezas robadas de la colección Budge y de otras, se está volviendo más común.

"10 o 12 años atrás no había mucha cooperación por parte de los propietarios, pero esa situación ha mejorado", afirma Fremy, recordando acercamientos previos a individuos que pueden haber estado en posesión de este tipo de objetos.

A seguir el ejemplo

De vuelta en Bielefeld, los analistas de la colección de Dr. Oetker señalan que puede tomar décadas determinar cuántos de los objetos que tienen deberían devolverse.

Pero Joerg Schillinger espera que otras compañías alemanas -que también poseen colecciones de arte- sigan el ejemplo de Dr. Oetker.

"Es una lástima que todavía haya empresas que no hayan asumido su responsabilidad histórica. Nosotros lo hicimos tarde, 70 años después de la guerra, pero estamos muy satisfechos de haber tomado la decisión", dice.

¿Su recomendación para otras empresas?

"Háganlo, por el bien de su compañía y de sus accionistas", concluye Schillinger.

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