Los libros guardan historias que no están escritas en sus páginas: más bien quedaron impregnadas en ellas. Y ahora, una nueva tecnología promete revelarlas.

Los historiadores usualmente exploran los manuscritos antiguos o modernos para desentrañar el significado de lo que está escrito y para comprender el contexto en el que se escribieron.

Pero un equipo de especialistas está estudiando lo que los autores dejaron en los tomos más allá de las palabras.

"Apenas empiezas a escribir en tu libreta de notas, tu cuerpo empieza a interactuar con el papel, pues la piel de todos los seres humanos tiene sudor, saliva, diferentes aceites, microbios, etcétera", le explica a BBC Mundo el físico e inventor Gleb Zilberstein, uno de los desarrolladores de la tecnología.

"Dejas (en el papel) una especie de huella digital repleta de información".

Es por eso que lo que su equipo estudia no es lo escrito, sino el medio en el que el texto fue grabado ?ya sea papel, pergamino, panel de madera, tela, lienzo y similares?, para extraer datos invisibles.

La sorpresa del maestro y Margarita

El descubrimiento de este nuevo método ocurrió fortuitamente.

Fue cuando el equipo de Zilberstein trataba de eliminar los ácidos del manuscrito original de "El maestro y Margarita", una de las novelas más destacadas del siglo XX que cuenta la visita del diablo a la Unión Soviética.

En esa época se usaba papel de pulpa de celulosa, que con el tiempo se torna amarillo y quebradizo, y puede llegar a quedar reducido a polvo.

Para evitar la degradación estaban usando unos discos hechos de acetato de etilvinilo, un polímero, originalmente destinados a la conservación de manuscritos.

Al extraerlos, notaron que los discos estaban llenos de proteínas.

Y éstas pueden ser una mejor fuente de información que el ADN del entorno en el que vivían los autores, pues, como explicó Zilberstein, los péptidos de las proteínas son más estables.

Con el hallazgo se abrió la posibilidad de extraer información novedosa, desde la presencia de medicamentos y los patógenos en el ambiente hasta de qué se alimentaban quienes habían escrito las páginas.

En este caso, el autor era el ruso Mikhail Bulgakov, quien aunque terminó de escribir "El maestro y Margarita" en 1936, como no la podía publicar siguió haciendo revisiones y reescribiéndola hasta cuatro semanas antes de su muerte en 1940.

Su fallecimiento se debió a una enfermedad renal y eso les dio a los expertos que analizaban su manuscrito la posibilidad de poner a prueba la técnica recién descubierta y ver si efectivamente era capaz de detectar los biomarcadores de esa patología en los márgenes de las páginas.

Y, efectivamente, los identificó.

Con ello, los científicos entendieron que habían dado con una técnica que podía ampliar los horizontes de la investigación del patrimonio cultural, ya que tiene la ventaja de que no es invasiva y no causa ninguna degradación.

Una tragedia inimaginable

Hay situaciones difíciles de comprender si no las has vivido en carne propia.

Entre 1629 y 1630 Milán fue víctima de una serie de brotes de peste bubónica que se conoció como la Peste italiana.

Como consecuencia murieron 60.000 de sus 130.000 habitantes. Casi una de cada dos personas desaparecieron para siempre en cuestión de un año.

Tal calamidad dejó una marca indeleble en los milaneses, recogida en la magistral obra del escritor italiano Alessandro Manzoni "Los novios".

Pasaba bajo el umbral de una de aquellas puertas y venía hacia el convoy una mujer cuyo aspecto denunciaba una juventud avanzada, pero no pasada; y dejaba traslucir una belleza velada y ofuscada, mas no destruida por una gran pasión, por una languidez mortal: esa belleza suave y a la vez majestuosa que brilla en la sangre lombarda. (...)

Pero no era sólo su aspecto lo que, entre tantas miserias, la hacía señalado objeto de piedad y reavivaba para ella aquel sentimiento ya exangüe y apagado en los corazones. Llevaba ésta en sus brazos a un niña de unos nueve años, muerta; pero toda ella muy bien arreglada, con los cabellos partidos en la frente, con un vestido blanquísimo, como si aquellas manos la hubiesen engalanado para un fiesta prometida hacía mucho tiempo y dada como premio.

"Los novios". Extracto del capítulo XXXIV.


Los escribas apuntaron los nombres y edades de cada uno de los individuos que perecieron en meticulosos registros de muerte.

Ahora, casi cuatro siglos después, esta tecnología de vanguardia le permitió al equipo de científicos descubrir mucho más sobre uno de los peores momentos de la historia de Milán.

En los márgenes inferiores de 11 páginas escritas durante los meses de mayor mortalidad de los registros de defunción de la epidemia, guardados en el Archivo del Estado de Milán, los científicos pusieron discos de EVA, el nombre que se le dio a esta tecnología por las siglas en inglés de ethyl vinyl acetate o acetato de vinilo etílico.

Los dejaron allí entre 60 y 90 minutos, los retiraron y los analizaron mediante espectrometría de masas, una técnica de análisis que permite determinar la distribución de las moléculas de una sustancia en función de su masa.

Los resultados revelaron desde qué comían los escribas hasta con cuáles animales compartían sus vidas.

No siempre es agradable enterarse

Para los estudiosos de ese período que han escudriñado esos registros de defunción, unos documentos fundamentales, es probable algunas de esas revelaciones no sean muy bienvenidas.

Y es que en las páginas que tantas veces han acariciado se encontraron 22 queratinas de ratón y 130 proteínas de ratones y ratas.

Además había unos 400 péptidos de diferentes cepas bacterianas.

Y 17 proteínas eran de la familia Yersinia, la bacteria responsable de la peste bubónica.

Pero también encontraron 60 proteínas de plantas que indican que los escribas comían principalmente maíz, papas, garbanzos, arroz y zanahorias.

La investigación arrojó que en el lugar en el que albergaban a los enfermos, el famoso Lazaretto ?una construcción en forma de cuadrilátero erigida entre finales del siglo XV e inicios del XVI para albergar afectados durante epidemias? había ovejas y cabras.

La próxima misión

Los hallazgos fruto de la experiencia en Italia fueron recogidos en un documento publicado recientemente en la revista especializada Journal of Proteomics bajo el título "De ratones y hombres: rastros de la vida en los registros de la muerte de la plaga de 1630 en Milán".

Para los historiadores, datos como esos ayudan a completar el panorama de eventos.

Y a veces, podrían llevar a resolver antiguos misterios.

Es el caso de la nueva misión del equipo de Zilberstein, como le cuenta entusiasmado a BBC Mundo.

"Nos dieron acceso a los archivos de Johannes Kepler, quien no sólo era un gran astrónomo y matemático sino también astrólogo", dice.

"Le hacía los horóscopos a Albrecht Wenzel Eusebius von Wallenstein, duque de Friedland, y al emperador Rodolfo II, horóscopos que los motivaron a irse a la guerra contra Italia en 1630", agregó.

"Kepler murió ese año a causa de una enfermedad desconocida. Y hay muchas indicaciones de que fue por ántrax".

"Vamos a analizar sus últimos manuscritos para identificar la causa de su muerte".

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