Afrín no es una ciudad más en la frontera entre Siria y Turquía.

A diferencia de otros escenarios del conflicto bélico que desangra a esa región, lo que allí sucede puede ser crucial para el futuro de la coalición internacional liderada por Estados Unidos que lucha contra el autodenominado Estado Islámico.

La realidad es que los gobiernos de Ankara y Washington, ambos aliados en el combate al grupo yihadista, tienen intereses contrapuestos en la zona.

Tanto Afrín como la ciudad cercana de Manbij están controladas por milicias kurdas: las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo).

Turquía, siempre alerta ante el separatismo kurdo, sostiene que esta organización es un "grupo terrorista".

Sin embargo, EE.UU. la respalda por considerarla un actor clave en la recuperación de zonas sirias que estaban en poder de Estado Islámico.

Una inminente confrontación armada allí puede causar un "daño irreversible a las relaciones" entre ambos países, advirtió el ministro de Relaciones Exteriores turco, Mevlut Cavusglo, en declaraciones a la CNN, y se así crucial por la lucha internacional contra el grupo.

En la mira de Turquía

El gobierno turco tiene en la mira a las YPG desde hace tiempo. Cree que son un brazo armado del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que desde 1984 lucha por la creación de un Estado kurdo independiente en parte de Turquía, Irak, Irán y Siria.

Es por eso que Ankara quiere desalojar a los combatientes kurdos de zonas sirias cercanas a sus fronteras.

Desde las YPG niegan cualquier tipo de vínculo político o militar con el PKK.

Con respaldo de EE.UU.

Las YPGforman parte de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una alianza kurdo-árabe que lucha contra Estado Islámico. En esa misión cuenta con el respaldo de EE.UU., país que también es aliado de Turquía en el combate contra el grupo yihadista.

En 2016 el ejército turco apoyó a otros grupos rebeldes sirios en una ofensiva que desalojó a los combatientes de Estado Islámico de enclaves importantes como Jarablus y al-Bab y a la vez frenó a los miembros de las FDS en su avance hacia Afrín.

En su momento Washington logró disuadir a Ankara de tomar por la fuerza las posiciones de la alianza kurdo-árabe en suelo sirio.

Nuevo foco de tensión

La cuerda volvió a tensarse recientemente, cuando se conoció el plan de EE.UU. de crear una nueva "fuerza de seguridad fronteriza" conformada por 30.000 personas, la mitad procedente de las filas de las FDS.

El objetivo declarado es "evitar la infiltración de militantes de Estado Islámico" desde Turquía, Irak y partes del río Éufrates, que divide las regiones controladas por el gobierno sirio y las FDS.

El secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, salió a aclarar que funcionarios de su país no se habían expresado correctamente.

Tillerson explicó que EE.UU. no está intentando de crear una nueva fuerza, sino que están tratando de asegurar que los milicianos aliados sean capaces de proteger el territorio de ataques de células remanentes de Estado Islámico.

Las explicaciones no conformaron a Turquía.

El gobierno de Siria, que ha evitado confrontar con los kurdos, expresó que una ofensiva de Turquía sería un "ataque descarado" a su soberanía.

Rusia, a su vez aliado de Damasco, advirtió que una escalada de este tipo podría derivar en la partición de Siria.

Conflicto entre aliados

Un ataque turco a Afrín y Manbij, además de colocar en posiciones contrapuestas a Turquía y EE.UU., dos aliados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), afecta las relaciones entre Ankara y Moscú.

Se cree que Rusia tiene tropas en la zona de Afrín y que controla su espacio aéreo.

Un ataque turco sin consentimiento ruso abriría un nuevo frente en una guerra que, según activistas, ya se cobró 340.000 vidas.

Si, por el contrario, Rusia diera una aprobación tácita, tanto Moscú como Ankara quedarían en una situación de cercanía que tensaría las relaciones turcas con sus aliados occidentales.

Fuera del ámbito geopolítico, las consecuencias humanitarias de un ataque militar a Afrín serían graves.

Fuentes kurdas estiman que en esa ciudad viven 1 millón de personas.


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