Empezaron a "brotar" a mediados de 2013 en sitios estratégicos de Managua, capital de Nicaragua, y ahora hay unos 140 por toda la ciudad.

Los "árboles de la vida" son enormes estructuras metálicas de entre 15 y 20 metros de altura, formas estilizadas, multicolores e iluminadas que dominan el panorama citadino y están asociadas con el gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Existen por iniciativa y orden de la vicepresidenta y primera dama, Rosario Murillo, cuya visión conceptual de ocupar el espacio público con símbolos de tinte político y seudoesotérico ha generado varias críticas, principalmente por el costo del proyecto.

Ahora, han sido objeto de la ira de manifestantes que, desde el fin de semana, han derribado y quemado varios árboles de la vida en protesta contra las reformas al sistema de seguridad social y pensiones planteadas por el presidente Daniel Ortega.

Tras la movilización violenta que dejó varios muertos y daños materiales, el presidente Ortega anunció la revocación de la polémica reforma.

Pero eso no ha calmado los disturbios y los manifestantes han decidido expresar su descontento arrasando los emblemáticos árboles vinculados al gobierno de Ortega, que lleva en el poder más de una década.

"Reforestación" metálica

Fueron erigidos inicialmente en la Plaza de la Fe, en Managua, en conmemoración del 34 aniversario de la Revolución Sandinista, el 31 de julio de 2013.

Eran ocho que la misma Rosario Murillo bautizó como "árboles de la vida" y generaron discusión pública tanto por su tamaño y colorido como su significado místico.

Existen varias interpretaciones sobre la fuente de inspiración del diseño. Desde el famoso cuadro del pintor austríaco Gustav Klimt, "Árbol de la vida", hasta la semejanza de las enroscadas hojas metálicas con el alfabeto hebreo y sus posibles conexiones con la Cábala judía, o con el ojo de Horus, inclusive con el número 6 asociado con el demonio.

Otros dicen que son una expresión de las creencias filosóficas de Murillo, su espíritu de la nueva era y sus gustos por los atuendos coloridos, colgandejos y amuletos.

Lo cierto es que, unos meses después, empezaron a aparecer más de estos árboles en la Avenida Bolívar en Managua y en otros puntos clave de la capital, sumando casi 140.

"Para que en diciembre tengamos ya ese otro espacio bien iluminado; ese otro espacio, para pasear, para hacer ejercicio; para disfrutar la belleza de nuestra capital", expresó Rosario Murillo al respecto.

Las enormes decoraciones se han instalado cerca de monumentos históricos con especial significado político para el partido gobernante, como a la sombra de la figura del héroe nicaragüense Augusto César Sandino.

No muy lejos, también se erigió un árbol con la imagen del fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, uno de los líderes más cercanos a Ortega y Murillo y benefactor económico del país centroamericano.

En 2015, se estimó que el costo de esta "reforestación" metálica era de más de US$3,3 millones. Eso no incluye las cuentas anuales de electricidad para iluminar los árboles que superan el millón de dólares.

En un país que es el segundo más pobre del hemisferio, es de esperar que el proyecto de Rosario Murillo recibiera críticas. Pero la destrucción de los árboles el fin de semana va más allá de un simple malestar.

En una de las principales vías de Managua, al menos 4 "árboles de la vida" fueron derrumbados y otros tantos fueron quemados por manifestantes que protestaban contra el ahora revocado plan de reforma del seguro social.

Desde que Daniel Ortega inició su segundo período en el poder, hace más de 10 años, su esposa Rosario fue adquiriendo cada vez más presencia e influencia dentro del gobierno.

En 2017, logró consolidarse como vicepresidenta y es una figura omnipresente en todos los actos y toma de decisiones, hasta el punto que el propio Ortega reconoció que ella es "50%" de la presidencia.

La destrucción de los "árboles de la vida" recuerda el derribo de la estatua ecuestre de Somoza, fundador de la dinastía que fue derrocada tras el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979.

La similitud de las acciones populares casi 40 años después no deja de enviar señales a la actual pareja presidencial nicaragüense.


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