AFP

La muerte de 22 personas el domingo en el estadio de fútbol en El Cairo ilustra la conjunción recurrente entre la violencia de los aficionados ultras y la brutal represión de la policía, que ha dejado miles de opositores muertos.

Según el gobierno, las víctimas fallecieron aplastadas en una "avalancha" de gente, pero los hinchas y testigos acusan a las fuerzas del orden de haber lanzado gases lacrimógenos y de haber disparado contra la muchedumbre atrapada a la entrada del estadio.

Esta tragedia llega tres años después de la muerte de 74 aficionados al fútbol en Port Said (norte), donde la policía dejó deliberadamente a los seguidores de dos equipos rivales enfrentarse, según los aficionados.

A los agentes se les acusó entonces de querer "vengarse" de esta manera de los grupos de hinchas que participaron en la revuelta popular, que derrocó al presidente Hosni Mubarak en 2011. 

En el marco de la denominada Primavera Árabe, la juventud egipcia lanzó en ese momento una "revolución", que se dirigió en un primer momento contra una policía desacreditada por los numerosos abusos y actos de violencia. 

Para el partido disputado el domingo, el gobierno había autorizado la asistencia de 10.000 espectadores, pero las fuerzas de seguridad se vieron desbordadas por la afluencia masiva de aficionados, que intentaron entrar en el recinto por la fuerza, según las autoridades.

La decisión de disputar los encuentros a puerta cerrada, impuesta a todos los partidos del campeonato tras la tragedia de Port Said, se levantó en diciembre y este partido contra el Enppi era el primero al que los hinchas del Zamalek podían asistir desde 2012.

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