Tyson Fury es un luchador natural, un talento que en 2015 sorprendió al mundo al conquistar el título mundial de peso pesado de boxeo tras acabar con el reinado de nueve años de uno de los peleadores más completos de la historia: el ucraniano Wladimir Klitshko.

Aquella victoria puso un final feliz al largo y difícil camino que Fury tuvo que recorrer desde que nació en 1988, cuando vino al mundo tres meses antes de lo previsto pesando tan solo 500 gramos.

Pero, a la vez, este gran logro deportivo sumergió al pugilista británico en un espiral de depresión y excesos que estuvo cerca de acabar con su vida.

"Él ha desafiado las probabilidades desde el primer día", le dijo a la BBC su padre, John Fury.

"Tal vez es, simplemente, la manera como es él".

Tyson Fury perdió sus coronas sin poder defenderlas tras ser suspendido dos años por dopaje, dada su adicción a las drogas y el alcohol.

"Su cabeza estaba fuera de lugar", recordó su padre.

"Decía cosas como 'no me interesa', 'no quiero boxear más', 'no quiero vivir más', 'quiero morir'".

En 2017 tocó fondo, pero gracias al apoyo familiar pudo volver a encontrarle sentido a lo que mejor sabe hacer: luchar.

Desde entonces inició un proceso de rehabilitación con el objetivo de recuperar su título mundial de peso pesado de boxeo, oportunidad que tendrá este sábado cuando se enfrente al estadounidense Deontay Wilder.

Fury logró en los últimos 12 meses perder más de 60 kilos de peso y muestra un físico más atlético que cuando le ganó a Klitshko.

¿Cómo lo hizo? Primero, se sometió a un exhaustivo programa de entrenamiento que fue compartiendo en su cuenta de Instagram.

Pero lo más importante ha sido un cambio radical en su alimentación.

"Me comía hasta cuatro hamburguesas dobles con queso y mayonesa, toneladas de carne frita también con queso, mayonesa, tocino, salchichas. Básicamente, lo que sería mi dieta ideal. Pero sabía que no iba a perder peso así", conto Fury durante una entrevista con PowerfulJRE.

Supervisado por su preparador físico Kristian Blacklock y el nutricionista Greg Marriott, Fury estuvo sujeto a una dieta cetogénica controlada que está compuesta por alimentos altos en grasas, mínimo de carbohidratos y algo de proteína.

Eso, acompañado de ejercicios de baja intensidad, permitió al llamado "Rey Gitano" del cuadrilátero recuperar un mínimo de condición física durante los primeros meses.

A partir entonces fue diversificando su alimentación, pero siempre manteniendo el foco en la calidad y en los componentes nutricionales de sus comidas que pueden llegar a ser hasta siete al día.

Por lo demás, fue su propia disciplina en el gimnasio lo que le ha permitido estar cerca de alcanzar un peso similar al que tuvo hace tres años cuando conquistó el título mundial, que por aquel entonces era de 112 kilogramos.

Publicidad