Afectivamente, el valor de una medalla olímpica puede ser inestimable.

¿Quién puede ponerle precio al esfuerzo de años que necesita invertir un atleta para subirse al podio?

Por estos días, casi 3.000 deportistas se dieron cita en las Olimpiadas de Invierno que se realizan en la ciudad surcoreana de PyeongChang.

Los que obtengan los mejores resultados podrán verse recompensados colgándose una medalla del cuello que quizá les permita dar por justificados sus desvelos.

Desde el punto de vista económico, no obstante, el valor de cada presea está sujeto a reglas del mercado que toman en cuenta desde el costo de los materiales utilizados para fabricarla hasta la trayectoria del deportista y el contexto de los Juegos Olímpicos en los que la obtuvo.

Así, por ejemplo, en 2013 se pagó un precio récord de US$ 1,47 millones por una de las cuatro medallas que en 1936 obtuvo Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de Berlín.

Este atleta no sólo fue el más destacado de ese evento sino que su condición de atleta afroestadounidense y nieto de esclavos implicó un duro golpe al discurso sobre la superioridad de la raza aria que proclamaba el líder nazi Adolf Hitler.

Más plata que oro

Para las Olimpiadas de PyeongChang, los organizadores ordenaron fabricar 259 juegos de medallas.

Todas miden lo mismo: 92,5 milímetros de diámetro. Pero su peso en gramos varía: 586 las de oro, 580 las de plata y 493 las de bronce.

Los seis gramos adicionales que tienen las doradas sobre las plateadas hacen toda la diferencia pues ambas están hechas de pura plata pero las primeras están recubiertas con un baño de oro.

La última vez que las medallas de oro eran hechas realmente con ese mineral fue en los Juegos Olímpicos de Estocolmo en 1912.

Desde entonces, su composición ha variado.

La normativa vigente del Comité Olímpico Internacional establece que cada presea dorada debe contener al menos 6 gramos de oro de 24 quilates.

¿Y cuánta diferencia hace esto?

A los precios actuales del oro, que ubican en torno a US$ 42 por gramo, cada medalla dorada vale solo por su cubierta unos US$ 252. A eso habría que sumarle unos US$ 307 por su contenido en plata, cotizada en US$0,53 por gramo.

Así, cada presea dorada valdría por su metal unos US$ 559 y cada una de plata US$ 307.

En cuanto a las de bronce, su composición de 90% cobre y 10% zinc, les otorga poco valor material.

La marca de Corea

En la fabricación de las medallas, más allá del metal que requieren, los organizadores de las Olimpiadas siempre intentan incorporar algunos elementos diferenciadores que recuerden valores o símbolos relacionados con el país anfitrión.

En el caso de PyeongChang, las medallas son obra del diseñador surcoreano Lee Suk-woo, quien incorporó algunas consonantes del Hangeul, el alfabeto coreano, como un vínculo con la cultura de ese país pero también como símbolo del esfuerzo de los deportistas que participan en los juegos.

El diseño estuvo inspirado por la rugosidad de los troncos de los árboles y muestra en la parte frontal los anillos olímpicos.

En la parte posterior, se muestra la disciplina en la que se compitió y el logo de PyeongChang 2018.

La cinta con las que se cuelgan las medallas también es distintiva. Fue elaborada con gapsa, una tejido típico de Corea del Sur que se caracteriza por ser ligero y de alta calidad.

Además, las preseas vienen guardadas en unas cajas de madera ligeramente onduladas, inspiradas en los aleros de los techos de las hanok, las casas tradicionales coreanas.

Otro elemento que hará distintivas estas medallas.

En cuanto al contexto histórico, es fácil imaginar que estas medallas podrán cotizarse más en un futuro si el acercamiento que se ha producido con motivo de estas Olimpiadas entre Corea del Sur y Corea del Norte deriva en algo más que en un gesto amistoso.

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