Las imágenes de Nancy Kerrigan llorando en agonía, gritando "por qué", una y otra vez, sacudieron al deporte estadounidense el 6 de enero de 1994.

La patinadora había sido atacada tras una rutina de entrenamiento y yacía en el suelo tocándose la rodilla ante el desconcierto de los médicos que la atendían.

En ese instante se temió por lo peor deportivamente hablando.

Imposibilitada de participar en los campeonatos nacionales, se pensó que la agresión también la dejaría por fuera de los Juegos Olímpicos de Invierno de ese año en Lillehammer, Noruega, y podría poner fin a su exitosa carrera en el patinaje sobre hielo.

Para fortuna de Kerrigan las lesiones no fueron de gravedad, en contraste con la trama de conspiración, maltratos, envidia y venganza que fue revelando la investigación sobre el ataque.

Una historia en la que surgió como figura principal Tonya Harding, compañera y rival de Kerrigan sobre el hielo.

Atención inusual

Es en Harding que se centra la película biográfica "Yo, Tonya", en la que se cuenta la vida de la que es considerada la mayor villana del deporte estadounidense, así como el culto que profesa su imagen.

La patinadora fue implicada en el ataque tras comprobarse que fue su esposo, Jeff Gillooly, y su guardaespaldas, Shawn Eckhardt, los autores intelectuales del ataque perpetrado por Shane Stant con un bastón de metal.

Harding, la primera estadounidense en ejecutar un triple giro en el aire, no tuvo problemas en ganar el campeonato nacional y clasificar a los Juegos Olímpicos.

Desde el principio su participación y pudo estar Lillehammer, donde coincidió con Kerrigan, recuperada de los golpes que sufrió en su rodilla.

Al estar en el mismo equipo, las dos compartieron la misma sesión de entrenamiento en una escena que generó una expectativa inusual debido a los antecedentes del caso que estremeció a Estados Unidos y tuvo repercusión mundial.

En la competencia Harding no rindió como se esperaba, cohibida por la presión y problemas con los cordones de su zapatos, rompiendo en llanto tras la ejecución de su rutina.

Kerrigan, por su parte, obtuvo la medalla de plata.

Lo que nunca se sabrá

Tras su participación en las olimpiadas, Harding se declaró culpable de haber obstruido con la investigación de la justicia.

La Asociación de Patinaje Estadounidense la despojó del título ganado en los Campeonatos Naciones de Detroit y la suspendió de por vida al considerar que sabía de la conspiración, algo que reconoció años después en su autobiografía.

Lo que nunca se ha podido esclarecer es hasta qué punto estuvo implicada en los planes de su esposo,

Declarada persona no grata, Harding se alejó de las pistas de patinaje sobre hielo, pero aprovechó su estatus como figura pública para participar en diferentes programas de televisión y forjar una fugaz carrera en el boxeo.

También tuvo problemas con la justicia por violencia doméstica en 2000 y su figura ha sido utilizada como inspiración para canciones y videos.

Pero no todos la juzgan por lo que le pasó a Kerrigan y la consideran como una víctima de los medios y la sociedad estadounidense.

Quienes la defienden hablan de los abusos que sufrió de niña por parte de su madre y de los problemas que tuvo para poder llegar a competir, donde fue constantemente criticada por su manera de vestir.

El medio estadounidense Vulture le dedica un extenso artículo al culto que genera, haciendo referencia a museos y clubes de aficionados en su honor, posición que también publica el New York Post al hacer su crítica a la película que fue estrenada este mes.

Un filme que muestra la otra cara de la mujer que hace 23 años acaparó las miradas de millones de personas en el mundo.

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