Cuando el 12 de septiembre de 1990 se firmó en Moscú el tratado que permitió la reunificación de Alemania, no sólo la Historia con mayúscula cambió.

Mientras la tinta de las firmas se secaba en el histórico documento, un grupo de futbolistas de Alemania del Este se preparaba para su propia despedida a cientos de kilómetros de su casa, en Bruselas.

"Sabía que ese juego entraría en los libros de Historia, recuerda Uwe Rosler, en ese momento un delantero de 21 años del club Magdeburg.

"Me sentía orgulloso de haber sido convocado y quería irme por la puerta grande".

El historial

Alemania Oriental había conseguido más renombre en la pista de atletismo y en la piscina que en el campo de fútbol.

En las últimas Olimpíadas antes de la caída del Muro de Berlín, Seúl 1988, había llegado segunda en el medallero, atrás solo de la Unión Soviética.

Sus mejores momentos futbolísticos habían ocurrido antes, en la década del 70.

En 1976 el combinado de Alemania del Este había ganado la medalla olímpica de oro en fútbol, pero la victoria más significativa había ocurrido en Hamburgo en 1974, en la fase de grupos de la Copa del Mundo, contra de su clásico rival, Alemania Federal.

En una exquisita escena del teatro de la Guerra Fría, Juergen Sparwasser había ingresado al área penal, colocado la pelota en la parte superior de la red y festejado con una voltereta.

Ese fue el único gol y la única vez que ambos equipos se enfrentaron.

Pero irónicamente, en la víspera de su desaparición, Alemania del Este tenía -quizás- el mejor equipo de su historia.

Necesitaba sólo un empate en su último encuentro frente a Austria para clasificar a la Copa del Mundo 1990.

Pero cuando el equipo se preparaba para volver a los entrenamientos, a fines de 1989, el gobierno abrió el muro.

Revolución

De la noche a la mañana, los futbolistas de Alemania Oriental se volvieron muy codiciados.

Los clubes de Alemania Occidental presentían que podían incorporar grandes talentos y los jugadores sentían que por primera vez tenían la oportunidad de ganar grandes sumas de dinero.

"Estaba entrenando y me rodeaban los agentes de compra y venta de jugadores. Mis compañeros estaban continuamente en el teléfono tratando de resolver su futuro. Nuestro foco había desaparecido", recuerda Rosler.

Uno de los directivos de un club de Alemania Federal incluso llegó a colarse en el banco de suplentes de la selección de Alemania Oriental en el partido en Viena contra la selección local, por la clasificación al Mundial.

El resultado fue que, al final, Austria ganó fácil ese compromiso y los mejores jugadores de Alemania del Este muy pronto firmaron lucrativos contratos para jugar en la Bundesliga (la Liga de Fútbol de Alemania Occidental).

De oficial a amistoso

En febrero de 1990, el nombre de Alemania Oriental entró en el sorteo para la Copa de Fútbol de Europa 1992, pero cuando quedó claro que este país no iba a existir mucho tiempo más, el juego que había sido agendado en contra de Bélgica se convirtió en un amistoso.

Esto creó un problema para el técnico de esta selección, quien se dio cuenta de que sus mejores jugadores -muchos de ellos ya en la Bundesliga- no tenían ninguna intención de arriesgarse a una posible lesión jugando un partido sin sentido.

Pero Rosler lo vio distinto.

Él seguía jugando en la liga de Alemania Oriental, la Oberliga, y el juego era una oportunidad.

"Sabíamos que habría un montón de gente viendo el partido, muchos técnicos, muchos reclutadores de la Bundesliga. A mí no se me pasaba por la cabeza no jugar".

Capitán Sammer

Los jugadores se reunieron en un campo de entrenamiento cerca de Berlín.

"Creo que había probablemente solo 10 de nosotros al comienzo y recuerdo que el técnico y otros directivos estaban todo el día en el teléfono, cada hora escuchábamos que este o aquel jugador no vendrían".

En total, 22 jugadores desistieron de representar a Alemania Oriental en su último partido, ofreciendo una gama muy variada de excusas.

Algunos dijeron que estaban lesionados. Cuatro directamente respondieron que no tenían la motivación necesaria. Uno alegó que no tenía su pasaporte. Otro que ya no se veía así mismo como ciudadano de Alemania Oriental.

Hubo una excepción notable, Matthias Sammer, de 23 años, quien tenía experiencia internacional y había firmado un contrato con el VfB Stuttgart de la Bundesliga.

Pero incluso él necesitó un poco de persuación.

Sammer describió cómo al llegar al entrenamiento comprobó que ninguna de las otras estrellas había respondido a la convocatoria.

Él admitió que se fijó si había algún vuelo que regresara a Stuttgart esa tarde pero no encontró ninguno.

El técnico apeló al elogio, le dijo que lo necesitaba para liderar el equipo y Sammer se quedó.

"En retrospectiva, estoy feliz de que no haya habido vuelos", le dijo Sammer a la televisión alemana en un documental exhibido el año pasado.

"A veces te tienen que forzar para tener buena fortuna", concluyó.

De amistoso, nada

Un video muestra al grupo alineado para cantar el himno antes del partido, con sus rostros serios.

Todo el equipo estaba integrado por 14 jugadores, dos de ellos arqueros. Tres hacían esa noche su debut.

"Mirando esas imágenes, puedes ver nuestro compromiso", dice Rosler y añade:"Dejamos todo en el campo; no creo que nadie que nos haya visto correr, bloquear y defender haya imaginado que se trataba de un amistoso. El juego significó mucho para nosotros".

Rosler estuvo involucrado en la jugada del primer gol, que eventualmente fue convertido por el reacio capitán, Sammer.

Poco antes del final, el mismo Sammer anotó el segundo.

"Creo que todo el mundo sentía un gran respeto por Matthias, el hecho de que haya jugado y la forma en que jugó fue fenomenal. Fue un verdadero capitán ese día".

Con la victoria asegurada, el técnico alemán apostó por su última carta, una muy generosa.

Envió al campo al arquero suplente, Jens Adler, para los segundos finales.

Adler nunca había jugado un partido internacional. Nunca más lo haría.

Hay un video que lo muestra escupiendo nerviosamente en sus guantes antes de un corner. Pero el partido terminó sin que Adler tocara el balón.

"Mi única pena es que no me quedé con la camiseta. La cambié, creo. Llevaba el número cinco. Debí quedármela", dice Rosler.

El partido que no fue

Tres de los jugadores que participaron del partido contra Bélgica terminaron integrando la selección de la Alemania unificada, más notablemente Sammer que terminó jugando más de 50 encuentros internacionales.

La carrera internacional de Rosler terminó esa noche en Bruselas. La competición se volvió muy dura entre alemanes del Este y del Oeste para integrar una sola selección.

Pero terminó finalmente jugando en la Bundesliga y luego en la Premier League británica, en el Manchester City.

Aunque la historia no debió haber terminado allí.

Los alemanes de la República Democrática debieron haber jugado un último encuentro, en noviembre de 1990, nada más y nada menos que contra Alemania Federal, para celebrar la reunificación.

Pero durante un problema entre barras en un partido de la Oberliga en Leipzig, a comienzos de ese mes, un simpatizante murió baleado por un policía, lo que provocó más enfrentamientos entre policías e hinchas de fútbol en los siguientes partidos.

Por cuestiones de seguridad, el partido entre las dos Alemania fue cancelado.

La victoria sobre Bélgica, con una escuadra de 14 jugadores y un capitán reacio y goleador, fue entonces el último partido de fútbol para la selección de Alemania Oriental.

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