A las cuatro de la mañana del 5 de septiembre de 1972, ocho terroristas palestinos, todos miembros del grupo conocido como “Septiembre Negro”, ingresaron a las instalaciones de la delegación israelí en la Villa Olímpica de Munich. Iban cargados con fusiles AK-47 y granadas ocultas en bolsos deportivos.

Se movieron sin dificultades, porque la organización, con el recuerdo vivo de las imágenes de los oficiales nazis custodiando Berlín 1936, había decidido invertir poco en seguridad.

Con la vía libre, los extremistas enfilaron por el interior de los edificios para cumplir con su propósito de tomar rehenes y exigir la liberación de 232 presos palestinos en cárceles de Israel antes de que se cumplieran las nueve de la mañana.

Algunos deportistas y entrenadores, alertados por el técnico Moshe Weinberger, lograron escapar. Paradojalmente, él no alcanzó y murió durante los primeros minutos del ataque. El luchador Yossef Romano siguió el mismo destino: se enfrenta a los captores y muere de un disparo.

Finalmente, “Septiembre Negro” toma nueve rehenes: David Berger, Ze'ev Friedman, Joseph Gutfreund, Eliezer Halfin, André Spitzer, Amitzur Shapira, Kehat Shorr, Mark Slavin y Yakov Springer.

Las autoridades alemanas y jefes diplomáticos de Túnez y Libia estirarían hasta las 17 horas el ultimátum de los terroristas, que con el correr del tiempo y la negativa definitiva de Israel a ceder a sus peticiones fueron cambiando sus demandas hasta terminar exigiendo un vuelo a El Cairo.

Mientras tanto, los Juegos Olímpicos siguieron disputándose como si nada. Recién sobre las 15 horas algún sensato con sentido común consideró que se trataba de un despropósito mayúsculo y ordenó la suspensión.

Los negociadores accedieron a entregarles un avión de la línea área local Lufthansa. Para llegar a él, los extremistas se movilizarían en dos helicópteros, junto a los rehenes, hasta el aeródromo militar de Fürstenfeldbruck.

Era una trampa.

En la terminal se desataría la masacre.

En la losa, los terroristas se dieron cuenta que la nave que debía llevarlos rumbo a Egipto estaba desocupada y todo se desordenó. Se produjo un intercambio de disparos con la policía y los rehenes perdieron la vida producto de la explosión de uno de los helicóptero y de una ráfaga de metralleta a quemarropa.

También murieron cinco de los extremistas y un oficial de policía. Otros tres terroristas fueron apresados.

La peor tragedia de los Juegos Olímpicos se había consumado.

Para después quedarían las severas críticas al operativo de la policía alemana, con un plan mal diseñado, francotiradores que no lo eran y vehículos blindados que llegaron tarde. La pintura del desastre.

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