El jueves pasado, la empresa de investigación y datos, Criteria, adelantó una nueva tendencia en los sondeos públicos en torno a la elección presidencial de fin de año: una suerte de triple empate entre las cartas Daniel Jadue (PC), Joaquín Lavín (UDI) y Yasna Provoste (DC). Los números de Criteria fueron los siguientes: en preferencias espontáneas durante mayo, Jadue y Lavín aparecen con un 16 y 14% respectivamente; mientras Provoste con un 9%, aunque aumentando seis puntos solo en un mes.

Este lunes, en tanto, la Cadem arroja este triple empate de manera más clara: Jadue con 14% (-3 puntos), Joaquín Lavín 14% (-3 puntos) y Yasna Provoste 13% (+2 puntos).

Desde ahí, se avizora entonces la batalla presidencial entre la izquierda, la derecha y la centroizquierda; un escenario complejo para la derecha que, hasta hace unos meses -previo a la elección del 15 y 16 de mayo-, era el sector con más probabilidades de elegir al próximo Presidente de Chile.

Ahora, incluso, se advierte de una eventual derrota en primera vuelta de Chile Vamos. Tal como ocurrió para la gobernación metropolitana.

“La derecha no ha logrado tomarle el peso a la debacle que ha vivido en las últimas elecciones sobre todo en los comicios de los convencionales y de gobernadores. Y sigue, creo yo, mirando el escenario desde la lógica de los concejales. Lo que hubo fue una debacle muy grande para la derecha”, dice de entrada el fundador y director de Criteria, Cristián Valdivieso, en conversación con T13.CL.

—¿Qué ocurrió en la elección con el votante de la derecha?

—Se produjo un movimiento en el voto voluntario histórico; la gente que salió a votar no lo hizo por la derecha. La gente que está votando en este voto voluntario es gente más inclinada a votar por el cambio, a votar por nuevos rostros, nuevas figuras y, desde esa perspectiva, la derecha está descolocada y, además, en una mala posición, porque han sido históricamente promotores del voto voluntario y hoy ese voto los está ahogando. Puede ser producto de la pandemia o del estallido social, pero el perfil de la gente que está votando es progresista, o de izquierda, o de renovación. Me carga el eje izquierda o derecha, pero es un perfil, por sobre todo, de renovación, liberal, más estatista, distante del imaginario tradicional de la derecha. Si lo ponemos en el lenguaje clásico, es gente que cree más en el rol del Estado, en la universalidad, que cree más en las garantías que en la focalización.

—Se ha dicho que el votante de derecha se quedó en la casa, como un castigo a la actual administración...

—Es un mix. La gente que se identifica más con la derecha se siente derrotada, pero también los valores de los tiempos se están moviendo hacia la lógica liberal y pro-estatista. En la campaña, además, la derecha seguía discutiendo cómo lograban el tercio, entonces, esa lógica es de trincheras que solo los está arrinconando. Si hubiesen conseguido el tercio, la derecha hubiese igual terminado atrincherada pensando en que podían defender algo, siendo que la demanda es que las cosas cambien; no mantener el statu quo porque hay una narrativa instalada en la sociedad respecto de que el statu quo ya no favorece a las grandes masas. La derecha no aquilata todo el daño que el gobierno le ha causado y de la instalación de una narrativa que va en paralelo de decir que ‘nunca más gobierne la derecha’. En ese espacio, así como se ha consolidado una opción de izquierda en torno al Frente Amplio y a Daniel Jadue, tampoco creo que la derecha ve bien algo que se estaba incubando: la aparición de alguien del centro o centroizquierda. Esta es una elección abierta, líquida, y Yasna Provoste es competitiva. En ese contexto, cuando la lógica de la política te ha llevado a los tres tercios y, además, aquí en cada uno de los sectores hay candidatos potentes, como Yasna Provoste y Daniel Jadue, la probabilidad de que la derecha no pase a segunda vuelta presidencial, existe.

—Al final entonces el perfil del votante de derecha que se quedó en la casa es responsabilidad del gobierno, que tiene un ideario de derecha…

—Hoy el gobierno no tiene un ideario claro, es un gobierno que terminó administrando eventos y nunca pudo gobernar con su programa, en esa perspectiva, la gente no ve el ideario en cuestión. La gente juzga negativamente a este gobierno por la administración de esos eventos, entonces, lo que está pasando hoy es que hay ciertos movimientos que están buscando cambiar el orden de las cosas. Y eso le cuesta mucho a la derecha y ahí puede terminar confundida, porque puede pensar que ciertos valores que son típicamente de derecha lo están perdiendo y creo que eso puede inducirlos a una confusión, porque no es que ellos lo estén perdiendo, sino que están dejando de representarlo por seguir atrincherándose. Por ejemplo: el valor de la capitalización individual, de la propiedad privada, del emprendimiento, el valor de poder resolver algunas cosas en el mercado. Ese ciudadano capitalista que aún habita Chile la derecha piensa que lo ha perdido por completo solo porque ese ciudadano está esperando no resolver todo en el mercado, sino que está apostando por garantías del Estado, pero en conjunto con esas garantías, ese ciudadano sigue siendo un sujeto que quiere apostar a las libertades, que quiere tener la posibilidad de emprender y que no quiere ser atado por el Estado. La derecha se atrinchera pensando en que la universalidad va en contra de los valores de la derecha, siendo que aquí la universalidad pasa por una cosa de los tiempos, hay cosas que se garantizan, como la pensión, la educación, la salud.

—Dice que Piñera solo ha administrado eventos, pero este gobierno ha sido obsesivo con instalar cuál será su legado...

—Si la derecha no pasa a segunda vuelta, sería la huella indeleble del recuerdo del segundo gobierno de Sebastián Piñera. Un gobierno que hundió a la derecha entera. No hay legado, el resto será escaramuza, se vería como adorno. Pero ningún legado podría sobreponerse al hecho objetivo de que un gobierno no lideró su coalición, que la terminó hundiendo y que quien era jefe de Estado, probablemente en uno de los últimos regímenes presidencialistas, no fue capaz de liderar su coalición y terminó hundiéndola al punto de que ni siquiera pudieron pasar a segunda vuelta, a manos de la izquierda y centroizquierda. Es un error ponerse a hablar de legado, porque confunde a la derecha e impide que la discusión se centre en crecimiento económico, gobernabilidad, en cambios, reformas, con echar a volver a andar el país, con todo lo que la gente espera que haga un gobierno de derecha y que les den una esperanza colectiva. El legado enfrasca y hace pensar a la ciudadanía que la derecha se da vuelta en sí misma, disputa entre ellos solamente.

—¿Qué tan reversible podría ser escenario de que la derecha no pase a segunda vuelta presidencial?

—Va a depender de cómo la derecha vaya tomando distancia de Sebastián Piñera y el gobierno. Hay un odio o rabia contra el gobierno muy, muy grande. La derecha, por mucho que haga movimientos o intente sacarse la identificación en torno al gobierno, está muy articulada en torno al gobierno. A pesar de que se decía en su minuto de que el gobierno tenía mucha gente que votaba por el Apruebo quedó marcado por ser del gobierno del Rechazo. Todas las encuestas decían que el gobierno era un gobierno que estaba por el Rechazo. Entonces este gobierno hoy aparece como contra tendencial, porque el Apruebo era cambiar las cosas. Además, este es un gobierno con bajo respaldo ciudadano, y la gente lo percibe como un gobierno totalmente alejado de los intereses de las personas. Ahora tienen una primaria presidencial donde no han cambiado la lógica: (Sebastián) Sichel dice que el problema es Lavín, e (Ignacio) Briones ataca por el matrimonio igualitario, como que el juego fuese el mismo que hace dos años, en momentos en que aún existía la alta probabilidad de que quien ganara la primaria pudiera ser el próximo Presidente. Pero el escenario cambió fuerte.

—¿Se obliga entonces que la figura de Lavín quede más al centro y no se derechice?

—De todas maneras. Es inevitable que la campaña de la derecha sea de centro. Si esa campaña se derechiza no tienen ninguna posibilidad de pasar a segunda vuelta presidencial. Si buscan ganar por la derecha, quedarán heridos por un ala para ser competitivos en la primera vuelta, porque eso solo los va a seguir arrinconando. La apuesta de arrinconarse hace mucho más probable o complejo pasar a segunda vuelta.

—¿La derecha dura que representa José Antonio Kast entonces no tiene ninguna posibilidad de subir su adhesión?

—Ese es un tema algo paradójico, porque hay una derecha dura que va a tener un porcentaje importante -incluso de dos dígitos, del 10%-, pero es una derecha que es una estrategia para un nicho, pero no se puede proyectar para pasar a la segunda vuelta.

—¿Conviene o no entonces que Chile Vamos siga pactando con el Partido Republicano, teniendo a la mano los números de la elección del 15 y 16 de mayo?

—A la luz de esos resultados y de las mismas declaraciones del partido de José Antonio Kast, esta es una discusión espuria. Él ya declaró que no quería. Al mismo tiempo, pienso que a la derecha no le conviene jugar ese juego porque José Antonio Kast introduciría a la discusión la variable del Rechazo. Una derecha que va a primera vuelta con el Rechazo es una derecha que tiene menos probabilidad de pasar a la segunda vuelta. Todos los candidatos de Chile Vamos dicen que aprobaron y así tienen más posibilidades de ser parte del Chile que emerge y desde esa perspectiva tener una adhesión mayor y transversal. La derecha probablemente va a seguir votando por la opción de Chile Vamos porque no le va a quedar otra.

—¿La derecha terminaría adhiriendo al mal menor?

—Exactamente. Más vale hacer la pérdida ahora: no pactar con los Republicanos para no ir a primera vuelta con la huella del Rechazo y después aspirar a representar al centro que está hoy está en sintonía con la mayoría de los chilenos. Ese centro que no es de derecha ni de izquierda, pero aprobaron.

—La UDI, pese a la negativa de Kast, ha seguido empujando un acuerdo parlamentario con republicanos...

—No lo sé, eso puede ir en la lógica de atrincherarse, es decir, que la trinchera te quedó tan chica al final del día que no te quedó otra que pactar en una posición de debilidad, porque cargas con ese sector más duro. Aquí además hay dos cosas: la parlamentaria y la presidencial. La parlamentaria, por sistema proporcional, tener un tercio es muy power. Una derecha que empieza a buscar el pacto con los republicanos de cara a la parlamentaria o a la primaria vuelta, es una derecha que está buscando contener la arremetida de la izquierda en la parlamentaria y abandonar la elección presidencial.

—¿Cree es obvio que Joaquín Lavín va a ganar en la primaria de Chile Vamos o puede haber una sorpresa con Sebastián Sichel?

—Como están los escenarios hoy, nada es obvio. Lo que hoy se puede decir es que lo más probable es que gane Joaquín Lavín, pero independientemente de quién gane, la pregunta es en qué condiciones gana esa candidatura o qué de esa candidatura va a poder apostar para ser competitiva en la primera vuelta. Un triunfo con baja participación electoral y en una campaña que se dedicó a hablarle a trinchera es un triunfo pírrico en la medida que puede ganar, pero quedar muy mal parado para lo que viene.

—¿Podría darse una participación de 1,5 millón de personas, que es la base que tiene Chile Vamos en relación con su primaria de 2017 o es complejo aspirar a ese escenario?

—Hoy con pandemia es difícil apostar a eso, pero la derecha debiese apostar a una primaria lo más convocante, abierta y amplia posible, y no de la trinchera. En ese sentido, tienen que hablar en el lenguaje en el que está en el país y no pensar que están solo hablándole a la derecha. Más allá de los egos, deben entender que están en un problema común mucho más grande de lo que están viendo, por tanto, lo que tienen que apostar en conjunto es apostar a una primaria súper masiva. Lo que se juega aquí es solo movilizar al electorado de derecha y que gane el que el es capaz de acarrear más o mover más su territorio, finalmente, va a tener una primaria poco participativa, poco ciudadana y muy orientada a valores conservadores, de la élite de derecha que hoy no representar los sentires de mayoría de la población. Apostar al nicho y al acarreo ‘de los míos’ es pan para hoy y hambre para mañana.

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