-¿Cómo viviste el 18 de octubre de 2019?

-Yo estaba en una reunión con vecinos y fue impactante como creció. Uno no alcanza a tomar la dimensión de la crisis en ese momento. La primera señal de que se estaba desbordando fue un incendio en el edificio de Enel. Y la situación se puso cada vez peor.

Yo como alcalde, preocupado por la ciudad, miraba consternado cómo quemaban edificios, destruían las estaciones del Metro, rompían los semáforos, las luminarias. Fue de las experiencias más duras y violentas que me ha tocado vivir.

-El centro se venía recuperando desde hace un par de décadas, por distintos alcaldes.

-Exacto. Habíamos trabajando mucho por recuperar el casco histórico. El hotel Crowne Plaza se estaba remodelando; habíamos gestionado que un hotel nuevo llegara al lado del GAM, ahora queda solo un puro letrero.

Todo fue muy violento porque además no se terminaba nunca. Una pesadilla. Yo me quedaba hasta muy tarde en la noche, porque teníamos que intentar hacer contención para los vecinos, acompañarlos.

-¿Alguna vez temiste por tu seguridad?

-No. Sí pensé que podrían prenderle fuego al municipio, hubo protestas muy masivas en la Plaza de Armas. Trataban de botar la estatua de Pedro de Valdivia. Yo me despedía de la Municipalidad sin saber si al día siguiente iba a estar. Tuvimos que tomar más precauciones. Dejé de andar en el Metro. Cuando tenía reuniones en la Intendencia o en La Moneda me iba caminando por las galerías interiores, que cruzan el centro. Para la ciudad fue devastador, y el impacto sigue hasta el día de hoy. Cada viernes los vecinos de Plaza Baquedano viven un infierno. Todas las inversiones que se estaban haciendo se pararon. El efecto en barrios como Bellas Artes, Forestal, ha sido nefasto.

-La destrucción no hizo diferencia, porque hasta al Museo de Violeta Parra, un ícono del arte popular, lo incendiaron…

-Lo quemaron tres veces hasta que lo destruyeron completamente. La Violeta Parra hubiese estado en las manifestaciones compartiendo con la gente, no en hechos de violencia, pero sí en las marchas pacíficas… Destruir eso, el legado de una gran artista de izquierda, es no entender nada.

-¿Cómo fue la reacción del Gobierno? Piñera habló de una guerra con un enemigo poderoso.

-La reacción del gobierno para el 18 de octubre primero fue de sorpresa. Nos costó entender a todos lo que estaba pasando, por el nivel de violencia. Vinieron después estas grandes manifestaciones de un millón de personas pacíficas, pero luego siguió recrudeciendo la violencia. Ciertamente que hubo elementos desafortunados del Gobierno, en ese sentido es muy fácil ser general después de la batalla, pero lo que vimos el 18 de octubre y en las semanas siguientes fue muy duro e inesperado para todos.

-¿Qué tan grave es el retroceso urbano de Santiago?

-De repente vimos que todo este esfuerzo de 25 o 30 años, por rescatar el casco histórico, en tres días lo borraron por completo, lo destruyeron y no ha logrado lamentablemente salir a flote. Yo trabajo en el centro, y hoy día está lleno de vendedores ambulantes, los restaurantes de la Plaza de Armas están bajando las cortinas porque ya no hay gente que vaya. El mismo Paseo Bandera, que ganó premios internacionales de urbanismo, hoy día está hediondo a orina, con el inmobiliario destruido. Santiago después de las cinco de la tarde parece un pueblo fantasma. El capital ataca huyendo. Los bancos se están yendo. Hay 2 millones de metros cuadrados en arriendo, y el valor ha bajado muchísimo. Así se empieza a degradar la ciudad.

-¿Qué responsabilidad tiene la actual administración municipal?

-No es culpa de esta administración. Es la tormenta perfecta, y lamentablemente no ha habido la fuerza política para decir: la violencia de los viernes se acabó.

-No parece tan fácil… ¿Qué harías?

-Con una buena inteligencia y coordinación con carabineros se puede hacer. Le dejo el encargo a la ministra del Interior, Carolina Tohá, que conoce bien Santiago, porque fue diputada y alcaldesa.

Hay que dar señales claras en esto y uno no puede tener dobles discursos, no hay que tener miedo a ejercer la autoridad. Que vayan 30 personas a cortar el tráfico, ya lo normalizamos y eso no puede ocurrir en un estado de derecho. Genera una trastorno enorme a los vecinos y a Santiago como comuna le quita toda competitividad.

Después, es necesario atraer nuevas inversiones. Nadie va a poner una oficina, un restaurante, un café, un negocio, con el despelote, la cochambre o suciedad que hay. La gestión y el liderazgo municipal son muy importantes.

-¿Cómo evalúas la gestión de la alcaldesa Irací Hassler?

– No soy yo el llamado a decir si lo está haciendo bien, más o menos o de frentón mal. Prefiero guardar silencio y que sean los vecinos los que evalúen.

-¿Serías candidato de nuevo a alcalde?

-No quiero ser candidato, no está en mis planes volver a Santiago, pero sí tengo un cariño intrínseco por la comuna fundacional de este país. Y tenemos que recuperarla, especialmente porque cumple 500 años en 2041.

-¿Le pondrías Plaza Dignidad a Plaza Italia?

-No. Plaza Baquedano y Plaza Italia. La tarea es convertir ese sector en un lugar de encuentro que no nos divida. Y hoy día, sobre todo después del gran triunfo del Rechazo, necesitamos cosas que nos unan.

-¿El problema se vio agravado por la ambigüedad frente a la violencia de muchos políticos de izquierda que hoy están en el Gobierno?

-Sin duda. Ellos tuvieron una tremenda oportunidad de haber marcado una distancia y haber condenado la violencia venga de donde venga. Los mismos dirigentes que hoy día están en ministerios atacaban a carabineros, no condenaron la violencia con la fuerza que se debía y eso les resta credibilidad frente a la ciudadanía.

-¿A quiénes te refieres?

-A dirigentes del Frente Amplio y el PC, no todos… Los chilenos somos de memoria corta. Arrasaron con el casco antiguo de la ciudad y muchos dirigentes de izquierda miraban al cielo.

-¿Qué opinas de la violencia creciente en liceos emblemáticos de Santiago? ¿Cómo la combatirías?

-El recrudecimiento de la violencia en los colegios, sobre todo los emblemáticos, el Barros Arana, el Barros Borgoño, el Instituto Nacional, claramente es preocupante. Lo que si espero -yo lo intenté pero nunca hubo acciones concretas- es una labor de inteligencia para determinar quiénes son los adultos que están detrás.

Han habido múltiples informaciones, en su momento nosotros aportamos nombres, hay grupos que organizan a estos niños. Les pasan los overoles blancos, la bencina, las bombas molotov, los adoctrinan. Ahí hay que investigar. Están manipulando a estos niños para sus fines políticos. Hay que poner los esfuerzos en detectar quiénes son los adultos que están detrás. 

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