Si bien la crisis sanitaria causada por el SARS-CoV-2 o COVID-19 se ha dado por finalizada en nuestro país y el mundo, sus estragos siguen haciendo eco hasta la actualidad. Pero las consecuencias no se remiten solamente a los efectos en la salud de quienes contrajeron el virus, sino también a todos quienes se vieron expuestos al confinamiento y las medidas restrictivas impuestas por las autoridades para frenar su avance.

Un estudio colaborativo entre universidades de México y Chile, incluyendo la U. Andrés Bello, U. de La Frontera y U. Católica del Maule, abordó los cambios en el estilo de vida, la salud física y la salud mental durante el período de confinamiento de las primera y segunda olas de COVID-19 en ambos países, así como su relación con parámetros sociodemográficos y el estado de confinamiento.

El estudio comparativo recopiló datos sociodemográficos e información sobre cambios en el comportamiento del estilo de vida, en el peso corporal y la actividad física de adultos entre 18 y 69 años de edad. Asimismo, se implementó una encuesta de salud breve, la cual se utilizó para medir los aspectos relacionados con la salud física y mental.

Se analizaron ocho dominios distintos: funcionamiento físico, limitaciones en el rol debido a problemas físicos, rol físico, dolor corporal, percepciones de la salud general, vitalidad, funcionamiento social, limitaciones en el rol debido a problemas emocionales, rol emocional y bienestar emocional.

Deterioro de salud mental. Otros estudios ya habían advertido las consecuencias del confinamiento y la pandemia en la salud general de poblaciones de riesgo, como, por ejemplo, los adultos mayores.

  • Sin embargo, esta investigación evidenció que las consecuencias son más transversales de lo que se tiende a pensar, destacando el deterioro de la salud mental y física en grupos demográficos específicos como mujeres, adultos jóvenes, estudiantes y personas solteras o separadas.
  • Todos estos grupos mostraron mayor vulnerabilidad a puntuaciones bajas en salud mental durante ambas olas de la pandemia.
  • Al respecto, el decano de la Facultad de Ciencias de la Rehabilitación UNAB y coautor del estudio, Doctor Christian Campos, señaló que “esto nos permite identificar aquellas personas que debieran recibir mayor atención respecto de estrategias de salud preventivas o intervenciones focalizadas para enfrentar situaciones altamente estresantes, como el confinamiento. Esto es especialmente importante en el contexto universitario, ya que el perfil de riesgo se orienta hacia población joven que estudia, especialmente mujeres”.
  • Asimismo, el análisis constató que la salud mental fue empeorando a medida que se extendía el confinamiento, lo cual tampoco mejoró en la liberación de éste durante la segunda ola.
  • “Esto refleja la gravedad de la situación y la necesidad de implementar estrategias para abordar esta problemática, planteando un gran desafío a nivel global, no sólo en nuestro país. Es por ello que aún podemos estar viviendo las consecuencias de la pandemia, lo que se visualiza en colegios y universidades, afectando a la población más joven” agregó el investigador.

Sedentarismo en crecimiento. Uno de los aspectos destacados por el estudio es la persistencia del comportamiento sedentario en aproximadamente un tercio de la población en México y Chile durante ambas olas de la pandemia. Este comportamiento sedentario se asoció negativamente tanto con la salud física como con la mental.

  • El sedentarismo se identificó con la realización de actividad física insuficiente y estar sentado o acostado por más de ocho horas al día. La medición se basó en la autopercepción de los participantes en relación a su actividad diaria y el tiempo dedicado a actividades sedentarias durante el confinamiento.
  • En la misma línea, durante la segunda ola de la pandemia, se observó un incremento en el peso corporal y malos hábitos alimenticios en las poblaciones de ambos países, promediando en Chile un aumento de 10,9% en el peso inicial. Estos cambios se relacionaron directamente con el comportamiento sedentario, subrayando los riesgos para la salud asociados con la inactividad física prolongada.
  • Sobre este punto, Campos sugiere poner atención, pues se constata con evidencia científica que estos factores constituyen un alto riesgo para la salud mental y también cognitiva, influyendo negativamente el funcionamiento diario de las personas.

Un llamado a las autoridades. Para el académico, uno de los hallazgos más relevantes de este estudio para salud pública es la identificación de un grupo altamente vulnerable a situaciones de estrés, sobre todo cuando este se prolonga en el tiempo, “esto nos ayudará a focalizar nuestros esfuerzos de prevención y es información muy importante para las universidades, que reciben a jóvenes expuestos a situaciones que pueden afectar su salud mental y poseen herramientas diversas de afrontamiento. Es nuestro deben apoyarlos y favorecer condiciones que les permitan demostrar sus potencialidades”.

  • Esta investigación, al igual que otras afines, ha evidenciado que adoptar hábitos saludables es crucial para preservar la salud mental, especialmente en situaciones de estrés como las experimentadas durante el confinamiento por la pandemia.
  • “Estos hábitos se relacionan con una alimentación saludable, la mantención de niveles óptimos de actividad física, adecuados hábitos de sueño, uso responsable de pantallas y eliminar el consumo de tabaco. De esta forma se combate una amplia gama de síntomas que caracterizan a problemas de salud mental, como los sentimientos de soledad, tristeza y ansiedad” concluye Christian Campos.
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