Considerado uno de los hitos más importantes del siglo 20, la Revolución Rusa cumple 100 años desde que el 8 de marzo de 1917 se produjera el primer estallido social que en noviembre terminaría con Vladimir Lenin tomándose el poder y, posteriormente, organizando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que se transformaría en una potencia mundial y en uno de los ejes en que se dividiría el mundo durante la segunda mitad de la centuria pasada.

Todo comenzó en las manifestaciones del Día de la Mujer, que exigían a la monarquía alimentos y también fórmulas para terminar con la escasez existente. A ellas se unieron miles obreros de las fábricas, muchas de las cuales se encontraban paralizadas.

Las causas

Entre las causales para tal disgusto se citan

 varias, partiendo por la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial, en la que pasaba por su peor momento a finales de 1916 y comienzos de 1917, acumulando más derrotas que victorias, que tenían desmotivada a las tropas y sus connacionales.

A eso se sumaba el creciente descontento contra el absolutismo de la dinastía zarista, con Nicolás II a la cabeza, cuyo ostentoso estilo de vida era totalmente opuesto al del resto del país, sumido en una severa crisis económica y sufriendo ante la escasez de alimentos.

Se trataba de una nación atrasada, con notables diferencias entre la nobleza y el estado llano.

En ese escenario se produce la Revolución de Febrero, llamada así porque los rusos se regían por el calendario juliano, aunque corresponde a marzo en el gregoriano que impera en occidente.

El 8 de marzo de 1917, en la capital Petrogrado, los trabajadores de la fábrica más grande de la ciudad unieron a los reclamos de las mujeres e iniciaron una huelga general, a la que se fueron adhiriendo otras revueltas sociales espontáneas contra la monarquía, las que se fueron multiplicando en otras localidades.

Ayudó mucho en este proceso que miembros del ejército también se fueron sumando a las movilizaciones, por lo que la represión no alcanzaba a contener a los manifestantes.

Frente a este escenario, una semana después Nicolás II abdicó al trono y dejó el poder en manos del Gobierno Provisional, que entre sus objetivos centrales estaba allanar el camino para celebrar elecciones democráticas.

El primer líder

Después de un intento de la aristocracia de mantenerse al mando, Alexander Kerenski quedó al frente de este Gobierno Provisional.

Había sido parte de la Duma, el parlamento ruso creado en 1905, y también ministro de la nueva autoridad.

En la secretaría de Justicia promulgó una serie de reformas como la libertad de expresión, de asociación, sufragio universal y de igualdad de derechos para las mujeres, a tono con las reclamaciones con que se inició la Revolución de Febrero.

En la de Guerra, sin embargo, fracasó en su intento de mantener al ejército ruso en el frente.

Fue acosado desde la derecha y la izquierda, con el creciente poder dentro de los soviets, hasta que la Revolución de Octubre (en noviembre) debió abandonar forzosamente su cargo.

Después de eso, se exilió primero en París; luego emigraría a Estados Unidos.

El radical

Vladimir Lenin vivió las primeras revueltas sociales en Suiza, donde se instaló tras su extrañamiento.

El Gobierno Provisional le permitió regresar y a su llegada comenzó a intentar imponer la postura más radical del Partido Bolchevique. Comenzó a defender los postulados de Karl Marx y a llamar a la instauración de la dictadura del proletariado.

Fue así como se gestó la Revolución de Octubre, que muchos consideran un golpe de Estado, que con la toma del Palacio de Invierno, sede del gobierno, tomó el control del país a partir del 7 de noviembre.

La consigna “paz, pan y tierra”, sirvió para ganarse la aceptación popular.

Lenin quedó como presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo y llamó a la elección de la asamblea constituyente, donde perdió frente a Victor Chernov. Sin embargo, desconoció los resultados y la disolvió.

En su gobierno, caracterizado por una fuerte represión, convirtió al Partido Bolchevique en el Partido Comunista, se firmó una desventajosa salida de la Primera Guerra Mundia, para luego vivir una guerra civil y otro conflicto bélico con Polonia. También se le ubica detrás de la decisión de asesinar al zar Nicolás II y su familia.

Aunque enfermo por las secuelas del atentado que sufrió en 1918, encabezó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, formada en 1922, hasta su muerte en enero de 1924.

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