Aunque las guerras de hoy son muy distintas de las de antaño, algunas de sus secuelas no han cambiado: según el Índice Mundial del Hambre, los conflictos armados siguen propiciando la miseria de millones de personas.

El mapa que ilustra la distribución global de los índices de hambre y los datos que respaldan esa información son presentados anualmente desde hace ya una década por la organización no gubernamental alemana Deutsche Welthungerhilfe (Ayuda contra el Hambre Mundial), con sede en Bonn; el Instituto Internacional para la Investigación de las Políticas de Alimentación y Desarrollo (IFPRI, por sus siglas en inglés), que tiene sus oficinas en Washington; y la organización caritativa irlandesa Concern Worldwide.

El reporte que acompaña al Índice Mundial del Hambre, que fue presentado este lunes en Berlín, ha puesto énfasis este año en la situación de Libia, Siria, la República Democrática del Congo, Sudán, Sudán del Sur y otros países marcados con gris en el mapa: esos son los Estados de donde están huyendo millones de personas para escapar de la guerra y de otras formas de violencia, y en donde ha sido imposible obtener estadísticas fiables sobre el grado de miseria y desnutrición de sus habitantes.

Los efectos de la violencia

 “Aparte de las Fuerzas Armadas nacionales hay grupos rebeldes, formaciones paramilitares y bandas criminales involucradas en los conflictos en cuestión. Puede que las guerras de hoy, en el sentido clásico de la palabra, generen menos víctimas mortales que las de antaño, pero estas tienden a difuminar las diferencias entre los actores militares y civiles de los enfrentamientos”, explica Andrea Sonntag, experta en políticas alimentarias de la organización Deutsche Welthungerhilfe.

 “Lo peor es que, al perder el control sobre grandes extensiones de sus territorios, ciertos Estados dejan de garantizar la seguridad alimentaria de sus pueblos”, enfatiza la experta, agregando, eso sí, que la escasez de alimentos básicos registrada en los países no industrializados había descendido en un 27 por ciento entre los años 2000 y 2015: la severidad de la carestía se redujo en un 50 por ciento o más en 17 países. Por otro lado, aunque Roman Herre elogia el trabajo de Sonntag y sus colegas, él observa esas cifras con escepticismo.

¿Cifras que engañan?

Herre es miembro de la sección alemana de FIAN, una organización internacional concentrada en la defensa de la alimentación como derecho humano. A su juicio, no se deben perder de vista los números absolutos. “En dos décadas apenas hemos logrado reducir la cantidad de personas que pasan hambre en el mundo de 1.000 millones a alrededor de 800 millones”, subraya el activista. La hambruna sigue siendo un problema grave en 52 de los 117 países del mundo; eso es algo que el Índice Mundial del Hambre no puede ni quiere ocultar.

Herre añade que, por definición, cuando se dice que hay 800 millones de personas con hambre se está aludiendo a quienes no pueden comer todos los días, pero se está dejando por fuera a quienes padecen desnutrición y a los que “sólo” pasan hambre durante un trimestre del año. Según Herre, la noción de que hay 2.000 millones de personas desnutridas en el mundo es mucho más cercana a la idea de hambre que tiene en mente el ciudadano promedio de un país industrializado o en vías de industrialización.

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