El 9 de noviembre de 1989 caía el Muro de Berlín y, con ello, parecía que íbamos camino hacia un mundo donde las fronteras eran menos necesarias. Reinaba el entusiasmo.

Comenzaba a derribarse la Cortina de Hierro que separaba a la Europa Occidental de la comunista.

Ese Muro había sido durante años el símbolo de la Guerra Fría y de la división política, económica e ideológica del mundo.

"Había esta noción de que estábamos viviendo en una nueva era con fronteras abiertas y muchos movimientos entre naciones y que cada vez más las fronteras serían más irrelevantes", le dice a BBC Mundo Christine Leuenberger, profesora de la Universidad de Cornell, en Nueva York.

Comenzó una nueva era para las relaciones internacionales y para el comercio. Se iniciaba la globalización.

Pero décadas después de su desmantelamiento, recientemente se han construido cientos de kilómetros de nuevas cercas en todo el continente europeo.

En el centro de esto está la difícil relación de Europa con la migración.

Y no solo en Europa. Los muros, barreras o vallas que refuerzan las divisiones entre territorios son hoy en día un fenómeno global.

Según un estudio de la Universidad de Québec en Montreal, liderado por Elisabeth Vallet, en 1990 había 15 muros, y hoy en día son al menos 70.

Están en todas partes: las regiones donde más se construyen son Asia y Medio Oriente, una zona marcada por sus conflictos.

Pero ¿cuáles son las razones por las que se levantan esas barreras, o para decirlo mejor, las razones que usan los gobiernos para construirlas? Hay al menos tres, aunque todas interaccionan entre ellas.

Frenar la inmigración

La primera razón por la que los gobiernos alzan barreras hoy en día es para poner freno a los migrantes.

Entre los más famosos está el llamado muro de Donald Trump, uno de los proyectos estrella de la campaña del presidente de Estados Unidos: él lo llama un muro nuevo, grande y hermoso. En América Latina algunos le dicen el muro de la vergüenza.

Pero de hecho, en casi un tercio de los más de 3.000 km que tiene la frontera entre México y Estados Unidos ya existe un muro, y se comenzó a construir durante el gobierno de Bill Clinton.

Trump plantea ampliarlo y hacerlo más impenetrable. Dice que es la manera de parar el tráfico de drogas y la entrada de migrantes.

El plan ha sido criticado dentro y fuera de Estados Unidos, aunque poco se ha avanzado en el proyecto del presidente estadounidense, quien se ha encontrado con el gran obstáculo del financiamiento para construirlo.

También en Europa, al tiempo que ha crecido el número de migrantes, se han multiplicado los muros.

Las cifras de Naciones Unidas muestran que en 1990 había casi 50 millones de migrantes; en 2019 son más de 82 millones los extranjeros que viven en territorio europeo.

Para Joel Millman, de la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU, este crecimiento en el número de migrantes hacia Europa responde en gran medida al aumento de la demanda de los países ricos.

"Estos países están experimentando un cambio demográfico hacia una población envejecida, no tienen tantos niños como tenían en décadas y generaciones pasadas. Su población envejece y necesitan trabajadores baratos de fuera de sus países".

Tras la llamada crisis migratoria de 2015 en Europa, principalmente desencadenada por la guerra en Siria, al menos 1 millón depersonas llegaron a territorio europeo.

A partir de ese año se registró el mayor aumento de muros en Europa, que pasaron de 5 a 12.

La migración se convirtió en uno de los temas centrales del debate político de muchos países europeos, en un momento en el que Europa aún trata de recuperarse de las consecuencias de la crisis económica de 2008.

Y en países como Alemania, Austria, Francia, Hungría, Italia, los discursos antiinmigración de partidos de extrema derecha comenzaron a tener éxito entre los electores, y muchos partidos tradicionales también cambiaron su discurso.

Según un estudio del Instituto Transnacional, un think tank independiente, la influencia de la extrema derecha en la política migratoria europea ha resultado en la criminalización de la migración y de los movimientos migratorios.

El mismo estudio calculó que la Unión Europea ha construido casi 1000 kilómetros de muros en sus fronteras. Esto sería la distancia de todo el muro de Berlín multiplicada por 6.

Gran parte de esa protección fronteriza está ubicada en la frontera sur, bloqueando así las principales rutas de acceso a los migrantes de África, Medio Oriente y Asia.

Hungría construyó una barrera de doble cerca de 155 km a lo largo de su frontera con Serbia, equipada con alarmas y cámaras termográficas. También levantó una cerca de 300 km de largo en su frontera con Croacia.

Además, Austria ha construido una barrera a lo largo de su frontera con Eslovenia, y Eslovenia con Croacia.

Y Bulgaria construyó 260 kilómetros de largo en su frontera con Turquía.

En todo el Mediterráneo, los inmigrantes que intentan llegar a la UE desde el norte de África en precarias embarcaciones son detenidos y enviados de regreso al país de donde partieron, creando lo que algunos grupos, como el Instituto Transnacional, han denominado "muros marítimos". Los principales destinos de los migrantes que utilizan esta ruta son Italia, Grecia y España.

De hecho, la frontera más fortificada de un país europeo se encuentra en Melilla, un enclave español en el norte de África. Se construyó una valla de 12 km de alambre de púas, con cámaras de seguridad y patrullaje que separa a esa ciudad española de Marruecos.

Los conflictos

Las guerras han sido históricamente una de las razones que los gobiernos han usado para erguir muros.

El propio Muro de Berlín o el que dividió a Corea del Sur de Corea del Norte tras la Segunda Guerra Mundial son algunos ejemplos.

Casi el 15% de los muros que se alzan hoy en día se construyen por este motivo, le dice Elisabeth Vallet de la Universidad de Québec, a BBC Mundo.

Según el conteo de la Universidad de Montreal hay al menos 27, y en donde más han proliferado este tipo de barreras en las últimas décadas es Asia y Medio Oriente.

Uno de los ejemplos más polémicos es el que separa a Israel del territorio palestino de Cisjordania.

Israel comenzó su construcción en 2002. Se extiende por unos 500 km, que incluyen una parte en la ciudad de Jerusalén, para separar el disputado territorio entre israelíes y palestinos.

El Tribunal Internacional de Justicia de la Haya declaró este muro ilegal en 2004 y ha sido duramente criticado por la ONU por la cantidad de refugiados y desplazados que ha generado.

Israel, por su parte, la llama una "barrera de seguridad" para proteger su territorio.

Pero muchos palestinos lo llaman el "muro del apartheid", argumentando que ha segregado a su población y ha permitido a los colonos israelíes ampliar su política de ocupación ilegal de territorios palestinos, los llamados asentamientos.

Por otra parte, la llamada "guerra contra el terrorismo" iniciada tras el ataque del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas en Nueva York marcó también un incremento en la construcción de muros.

Según los expertos, hubo un cambio de percepción de las fronteras. En lugar de ser vistas como puntos de comercio y cooperación, se las empezó a percibir como punto para impedir la entrada de terroristas.

Antes de que Estados Unidos llegara a Afganistán poco después de los ataques, la frontera de este país con Pakistán era abierta y fluida. Luego fue por muchos años un campo de batalla.

Producto de esta guerra que aun no termina, en 2017 el gobierno de Pakistán lanzó un proyecto para construir más de 2.500 kilómetros de una cerca alambrada. Según dijeron las autoridades, el objetivo es evitar el paso de terroristas a su territorio.

Turquía también alzó el suyo para combatir al autodenominado Estado Islámico, y Kenia otro para evitar la entrada de las milicias de Al Shabab.

Pero ¿han funcionado los muros para solucionar conflictos?

"Los muros tienen potencialmente ventajas en el corto plazo para el país que los construye, por ejemplo, una sensación subjetiva de seguridad", le dice a BBC Mundo la profesora Leuenberger de la Universidad Cornell.

Pero Leunberger, quien ha estudiado los muros en varias zonas de conflicto, piensa que, a largo plazo, es la cooperación entre fuerzas de seguridad de uno y otro lado de la frontera lo que trae mayores beneficios para la seguridad.

La desigualdad

Detrás de las razones que ya hemos analizado, hay un denominador común: generalmente de un lado de estos muros hay países o territorios más ricos, y del otro más pobres.

De hecho, asegura Leuenberg, "el nivel de desigualdad entre fronteras es un buen elemento para predecir si una barrera o valla de separación será construida en el futuro".

En esto coincide Elisabeth Vallet, de la Universidad de Québec, quien dice que la desigualdad estaría por encima, o sobrepuesta, a las otras razones que se utilizan para construir muros, barreras o vallas hoy en día.

Lejos de desaparecer, como muchos pensaron tras la caída del muro de Berlín, los muros se han convertido en un fenómeno global que nos deja el dibujo de un mundo cada vez más marcado por sus divisiones.

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